Un tercio de los entrerrianos presenta riesgo nutricional

Las proyecciones que existen en Paraná señalan que aquí hay unas 107 mil personas en riesgo nutricional, mientras que en Concordia representan el 46,7 % de la población total.

La desnutrición es un tarascón que asesta la pobreza sobre las franjas más débiles de la sociedad: según el Banco Mundial, durante 2002 un 17,5 % de los hogares argentinos pasó hambre, y hoy todavía un 30 % de los chicos sufre distintos grados de “desnutrición oculta” por cuanto su dieta no cubre los requerimientos básicos de hierro, calcio, zinc y vitamina A.
Una de las formas más evidentes para medir la desnutrición es la talla. Un desnutrido suele no desarrollar la masa corporal de forma normal. Ya en 1995 un estudio que realizó la Organización Panamericana de la Salud (OPS) entre la población escolar de Entre Ríos halló que un 17 % no tenía la talla esperada para su edad. Hace un mes, la Secretaría de Salud le pidió a los 200 centros de salud que hay en la provincia que realizaran una medición de peso y talla de los niños menores de 6 años que acudieran a la consulta, y así se pudo establecer que existen unos 20 mil chicos con algún grado de desnutrición.

Pero eso es apenas una aproximación a un problema que es mucho más agudo y mucho más profundo todavía. Un grupo de directores de centros de salud de Paraná —Guillermo Zanuttini, Martín Ríos, Élida Rodríguez, Norma Enrique, entre otros— se puso a trabajar en procura de establecer no sólo cuántos desnutridos hay sino qué franja de la población está en estado de “riesgo nutricional”, y para eso cruzó datos de pobreza e indigencia, niveles de ingreso y accesibilidad a los servicios de salud, y estableció que en Entre Ríos son 270 mil los niños y jóvenes menores de 18 años que están en estado de “riesgo nutricional”, una cifra alarmante: casi un tercio de la población total de la provincia.

El riesgo nutricional aparece cuando los ingresos familiares no permiten destinar 540 pesos al mes sólo para la compra de alimentos. Aunque contar con ese monto —que equivale a cuatro beneficios del Plan Jefes de Hogar, de 150 pesos— demanda tener ingresos superiores a los 800 pesos.

“El riesgo nutricional es un valor intermedio entre línea de pobreza y línea de indigencia”, dice el doctor Guillermo Zanuttini, médico generalista, director del Centro de Salud Jorge Newbery, y surge de un cálculo que sigue los mismos patrones que la línea de pobreza y línea de indigencia en base a los requerimientos alimentarios y no alimentarios de una persona. “Está probado que una familia no destina el total de sus ingresos a alimentos; hay otros bienes no alimentarios que se compran aún cuando el ingreso sea mínimo, como el de un Plan Jefe de Hogar de 150 pesos. Solamente el 60 % de los ingresos totales, sean cuales fueren, van a alimentos”, indica.

Para estar por encima de la línea de riesgo nutricional, hay que destinar a alimentos al menos 540 pesos; una cifra inferior, deriva en la denominada “desnutrición oculta”, y que, según estimaciones, afecta al 70 % de los pobres en esta provincia.

l Centro de Estudios sobre Nutrición Infantil (Cesni), probablemente uno de los organismos nacionales más respetados en investigaciones sobre desnutrición en la Argentina, admite que las formas más crudas de la desnutrición, aquellas que mostraron las imágenes televisivas de Tucumán en 2002, son muy poco frecuentes, y afectan a nada más que al 1 % o 2 % de la población infantil.

El Cesni evalúa que “las manifestaciones más frecuentes de desnutrición, que se inician con un bajo peso de nacimiento y continúan con un acortamiento de la talla desde el primer año de vida, afectan entre el 12 y el 20 % de los niños”, y son esas las más comunes.

El país, y Entre Ríos queda incluida, carece de rastrillajes serios sobre el impacto,
evolución y permanencia de la tasa de desnutrición, sea del grado que fuere. Sí, han existido estimaciones en base a casos reportados por la red de hospitales públicos y centros de salud.

En base a esa información, en 2002 la Secretaría de Salud de Entre Ríos dio un primer esbozo sobre el impacto de la desnutrición, y estableció que existían 7 mil chicos de 0 a 5 años en esa condición. De ese total, un 85 % eran desnutridos de primer grado, lo que significa que tenían la masa corporal disminuida en un 10 %. En el 8 %, la desnutrición era de segundo grado, en cuyo caso la disminución de la masa corporal era del 10 al 25 %; en tanto que el 2 % padecía desnutrición en tercer grado, por lo que tenían una pérdida de masa corporal superior al 25 %.

Ese número de desnutridos de 2002 ahora casi se triplicó, y pasó de 7 mil a 20 mil, y la razón, a juicio de la doctora Claudia Enrique, titular de la Dirección de Atención Primaria de la Salud, es que “hay mayor captación de población que acude a los servicios de salud, a un mejoramiento de los índices y al sinceramiento de datos que antes se ocultaban”. Pero el doctor Alberto Rotman, ex secretario de Salud, disiente con ese análisis. “Si hay 20 mil desnutridos quiere decir que están manejando muy mal la atención social y alimentaria de la población. La desnutrición no es cuestión médica, sino que es un problema social”.

Pero ni uno ni otro tienen razón, según interpreta el doctor Zanuttini, que junto a sus colegas presentará este martes a las autoridades de Salud un completísimo informe sobre desnutrición y riesgo sanitario. Es que, desde 1996, en el país no se desarrollan mediciones científicas sobre desnutrición.

El doctor Guillermo Zanutttini dice que hay que plantearse estrategias globales para atacar la problemática de la desnutrición en la provincia, y para ello demanda decisiones políticas claras.

“Nosotros planteamos claramente que si no hay un cambio en la distribución del ingreso, no se va a poder resolver el problema alimentario. No todos consumimos lo que necesitamos, y eso plantea una clara desigualdad. Porque además el acceso a los alimentos tiene que ver con lo que uno tiene en el bolsillo”, señala el profesional.
También demanda un rol más protagónico del Estado en poner “freno” al incremento desmedido en el costo de los alimentos que, asegura, profundiza la brecha. Y plantear una ayuda cierta a aquellas familias que están en riesgo nutricional utilizando el mismo criterio que en el Incinipa (Ingreso Ciudadano para la Niñez de Paraná), “donde no hay clientelismo ni bolsones”.

El profesional, que esta semana pondrá en manos de las autoridades un esbozo respecto de cómo enfrentar el problema sanitario, dice que las estadísticas que hoy se conocen son “parciales”. Ni siquiera cree que sean ciertos los índices sobre mortalidad infantil.
“No hay captación de la totalidad de la población, así que los datos no son completos. Los últimos años asistimos a un fenómeno en el que se engrosó el porcentaje de población no demandante de servicios de salud. Es decir que sabemos mucho menos de lo que le pasa a la gente porque las estadísticas están dejando a un sector afuera. En 2001 en el Centro de Salud Newbery la cobertura en menores de 6 años era el 40 %. Qué pasaba con el 60 % de los chicos menores de 6 años, lo desconocíamos. Hoy, la cobertura de menores de 6 años alcanza el 15 %”, señala.

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