BREVE HISTORIA DESDE LA RECUPERACIÓN DEMOCRÁTICA
Hasta hace pocos años, hablar y alcanzar algún nivel de repercusión pública no era gratis en el más amplio sentido de la palabra. El stablishment, del que los grandes medios formaban parte, no tenía ningún interés en salirse del status quo. Había dos grandes partidos que se sucedían en el poder. Ellos sí lograban visibilidad mediática, quienes intentaran otra vía, debían saber que, si no pagaban costosas solicitadas o se “amigaban” con algún periodista relevante de esos medios, sus acciones eran desconocidas, salvo que estuviesen preparando la bomba atómica o que integraran el staf de grandes personajes poco propensos a la crítica. Sí en cambio, eran críticos del sistema, sus apariciones eran tan esporádicas que quedaban diluidas.
De esta situación podrían dar fe los dirigentes de esos partidos que, pese a alcanzar relevancia social y electoral, carecían de presencia en los medios. Los ejemplos abundan, quizá el más notable haya sido el partido Intransigente. Así, el debate se reducía a las viejas ideas y el derecho social a informarse estaba conculcado de hecho. Los medios estaban lejos de ayudar a construir ciudadanía.
Felizmente, esto ya es pasado.
Asimismo, quienes lograban trascender gambeteando el riguroso cerrojo informativo, debían saber que sus palabras, sus denuncias o el empeño en reivindicar su derecho a la libre expresión podía acarrear consecuencias. De esta situación pueden dar fe muchos de los que hoy manifiestan “sentir miedo”, por sensación, incluido Fernando Pino Solanas, quien recibió un impacto de bala en su pierna en la era menemista. Desde hace años, también esta historia forma parte del pasado
Obviando los impiadosos y violentos años 2001 y 2002 y como tarea para curiosos e incrédulos, no está mal recordar nuestro pasado inmediato, para lo cual citamos el libro “Ataques a la Prensa” que la Asociación Periodistas publicó en un informe del año 1999, editado por Planeta.
En ese informe se da cuenta de casos ocurridos en un solo año, 1998. Documenta 35 casos de ataques o agresiones ; 55 casos de amenazas ; 32 casos de censura ; 40 casos de intimidación ; 44 casos de hostigamiento judicial ; 32 casos de hostigamiento verbal y 14 intentos de introducir restricciones legales.
EL “MIEDO”
El 29 de abril de este año, un grupo de periodistas fueron al congreso a denunciar los aprietes a la prensa por parte del gobierno, tema que se desató luego de que aparecieran afiches anónimos contra periodistas del diario Clarín. En otras palabras, con la sola aparición de afiches que, ni siquiera probaron (aunque sospechas abundan) que provenían del gobierno, intentaron instalar la idea que los periodistas en este país teníamos “miedo” a poder expresar ideas. Los miedosos, no computaban el debate social y nada decían de los miles de periodistas que durante el conflicto con el sector más favorecido del campo, debimos soportar en silencio, las amenazas más brutales de los dueños de la tierra y sus acólitos.
En un hecho que seguramente la historia recogerá como “exageración mediática” por su evidente desproporción, expusieron ante amigables senadores, entre otros, Nelson Castro, Magdalena Ruiz Guiñazú, Ricardo Kirschbaum, Eduardo Van der Kooy, Marcelo Bonelli y Joaquín Morales Solá, quien llegó a decir, “no nos van a callar aunque esta saga tenga que terminar con un muerto si el gobierno así lo desea”. El resultado principal de la reunión de los libertarios, fue pedirle a la presidente que impida el acto organizado por Madres de Plaza de Mayo. En rigor, la organización de derechos humanos que alentaba un “juicio público popular” (un acto callejero, bah), por la actuación de varios de esos periodistas durante la dictadura militar. Más allá de la valoración que haga cada lector, los mencionados periodistas reclamaban libertad de expresión para ellos y pretendía que la presidente censurara a las Madres.
LEJANÍA
Morales Sola nunca pudo demostrar que sus palabras tuvieran un anclaje en la realidad. Más aún, en su habitual columna de La Nación y a propósito de la afección coronaria del ex presidente, no se privó de hablar de su “finitud”, en un sentido inmediato. Cualquier mortal que recibiera tal “aliento” a su salud en momentos difíciles, recordaría a su madre, el “autoritario” NK calló.
Esa expresión de deseos de mal gusto, tuvo el mismo rigor que la “saga del muerto”, un verdadero dislate incomprobable y difícilmente permitido en países con regímenes donde la vida de los periodistas corre peligro, como él sugirió.
Por eso, no solo las expresiones de Cox son un contraejemplo del “miedo”, no existen en el país casos de periodistas exiliados, presos, muertos o perseguidos judicialmente, como sí los hubo en casi todos los gobiernos anteriores.
AYUDA MEMORIA PARA PERIODISTAS CON “MIEDO”
Acorralado por las denuncias de corrupción (junto a la pobreza era de lo único que se hablaba), el gobierno de Carlos Menem apeló a todo lo que tuvo a su alcance para impedir la libre expresión. En ese marco, no solo ocurrió el brutal asesinato (1997) del periodista José Luís Cabezas, sino que la justicia sirvió de ariete para acallar a la prensa y a voces opositoras.
En 1998, el máximo tribunal judicial del país, la Corte Suprema, volvió en contra de periodistas la doctrina de la real malicia, invirtió la carga de la prueba en contra de periodistas y medios y a favor de funcionarios denunciados ; impuso la obligación de los medios de publicar réplicas aunque los artículos replicados no contuvieran información falsa o injuriosa ; dispuso mantener abierta causas (contra periodistas) que habían prescripto, con el indisimulado propósito de intimidación e impidiendo la presentación de pruebas para demostrar la veracidad de lo publicado ; llegó a disponer que el único culpable por el asesinato de los curas palotinos fue el periodista que denunció el hecho, ocurrido durante la dictadura militar ; la mismísima Corte reprimió programas y artículos humorísticos.
A este breve relato lo antecede una nota firmada por el mismo Morales Sola en el libro de la Asociación Periodistas donde se relata una a una, las principales agresiones a la prensa y a los periodistas en todo el país, incluso en nuestra ciudad. Aunque el columnista muera de ganas de formular hoy un relato parecido, la realidad se lo impide.
INSENSATEZ
El chiste bloguero de “ametralladoras amorosas” protagonizado por Lucas Carrasco y dirigido a Alfredo Leuco, amplificado por este, el diario Clarín, Magdalena y Cia, como una amenaza de muerte, fue tan patético que, realmente hace pensar lo peor.
Forzar la instalación de esta idea de “dar muerte” a un periodista, en un país, en el que quedó demostrada (luego de la desaparición de Julio López y del asesinato de la testigo santafesina), la existencia de alguna patrulla perdida de los tiempos del terror, no es una buena señal.
Menem estaba acorralado por denuncias de corrupción y apeló a lo que tuvo en sus manos, hoy, los acorralados son otros, gente más poderosa que el ex presidente.
El mejor aporte que podríamos hacer los periodistas que amamos la libertad de expresión y el derecho a la información de nuestras audiencias, es no enemistarnos con la verdad.
A ningún profesional de la pluma, la palabra o la imagen se le escapa que, desde el conflicto con el sector más favorecido del campo se observa un indisimulado interés en que haya algún muerto para cargárselo al Kirchnerismo, así se acabaría de una vez con este gobierno de tan pocos consensos. Los datos duros, no las sensaciones, nos indican a su vez, que este gobierno está lejos de pergeñar algo parecido. Dos datos que obligan a nuestra reflexión y celo
La desesperación no es buena consejera y no es exagerado pensar que, perdidos por perdidos, los verdaderos dueños de este relato mentiroso, acorralados como Menem, inventen un José Luís Cabezas. No será solo el gobierno quien pueda perder, perderá la sociedad, perderemos todos.
Nadie sensatamente y menos un periodista puede negar los imponentes avances que, producto de las mil luchas existieron en este país en relación a la libre expresión. Tampoco se puede negar, que fue este gobierno el primero en hacer honor a tratados internacionales en esa materia y que fue CFK quien mediante la reforma de la ley, eliminó la pena de prisión por calumnias e injurias, una larga aspiración de todos los periodistas del país, que quita una presión evidente, evitando casos de autocensura.
Los periodistas y cualquier ciudadano tiene derecho a disentir con este gobierno, a destratarlo, si así lo desea (lo que se viene haciendo desde hace años), a lo que no tenemos derecho es a mentir, o inducir a que las audiencias crean cosas que no son, sobretodo si nuestro deber es informar.