«YO FUI TESTIGO»

Algún día cuando se pueda caracterizar la época de este casi último cuarto de siglo, la sorpresa que experimentarán como yo, será que todo se vivió  sin un antes ni un después, sustituyendo la causalidad  por la casualidad, la Historia por la noticia, la memoria por el silencio, el futuro por el pasado, el problema por una aparente solución. Fue así como las sociedades pudieron atribuir las atrocidades a las víctimas, los agresores fueron condecorados por su valentía en su lucha por las agresiones, los ladrones de la Constitución fueron Jueces, los grandes responsables políticos pudieron tener una cualidad moral minúscula en comparación con la magnitud de las consecuencias de sus decisiones. Fue una época de excesos vivida como carencias. El dinero fue la base de todo, pero estaba asentado en una nube. Hubo inadaptados, aunque la inadaptación apenas se la distinguía de la adaptación, tantos eran los campos de concentración de las masas sojuzgadas dispersas por la ciudad, por las discotecas, por las playas, o en esa «misa» diaria de esa religión sin ateos que es la TV.

La opinión pública pasó a ser igual a la privada de quien tenía poder para publicarla. O sea el control de los medios. El insulto se convirtió en el medio más eficaz del ignorante para ser igual en intelectualidad del sabio. En todo este tiempo se desarrolló el modo a través del cual las formas se inventaron sus propios productos, porque no había productos fuera de las formas. Por eso los paisajes se convirtieron en «paquetes turísticos», y toda una civilización se absorbía por los sentidos en un tour de pocas horas. Se cambió el nombre de las cosas para que se olvidaran de lo que eran. La desigualdad pasó a llamarse destino inevitable, la miseria austeridad; la hipocresía Derechos Humanos, la guerra civil sin control, intervención humanitaria, la guerra civil silenciosa mitigada por el miedo a la represión, democracia. Si hasta la propia guerra en su ausencia, se llama paz igualitaria.

Fue una «modernidad» emergente de la Segunda Guerra Mundial, pero luego esa catástrofe se convirtió en entretenimiento  para ocultar el nuevo colonialismo a manos del imperio. Todas las épocas se viven con tensiones, pero esta pasó a funcionar en permanente desequilibrio tanto en el orden colectivo como individual. Las virtudes fueron cultivadas como vicios y los vicios como virtudes.

Operaban dos poderes al mismo tiempo, ninguno democrático: el Patriarcado y el Colonialismo, servidos ambos por superpoderes. religiosos, mediáticos, étnicos, culturales, judiciales, regionales etc. Pero curiosamente no siendo ninguno democrático, eran el pilar de la democracia existente. Eran tan fuertes que era difícil hablar de uno de ellos sin incurrir en la era de la censura por la demonización de la pluralidad. El Patriarcado que se basaba en la dominación de las mujeres, y la estigmatización en cuanto a sus orientaciones sexuales, tenía que ser aceptado como algo tan natural, como una costumbre compartida con todos. El Colonialismo basado en la discriminación contra seres humanos( esclavitud) que solo eran iguales de manera diferente, tenía que ser aceptado como algo tan natural como la prosapia de origen inventada para perpetuar los privilegios.

Nunca en esta época las leyes generales y universales  fueron tan impunemente violadas y selectivamente aplicadas, con tanto respeto aparente de legalidad. Sobre todo en nuestro país respaldada por una clase conservadora y reaccionaria. Era y es más aún hoy, des- constitucionalizar las Constituciones en su nombre por un Poder Judicial  convertido en Partido Político y vasallo del «poder real». 

Fue entonces que el inmovilismo y el estancamiento de la sociedad les permitió todo extremismo. Es tal la voracidad de las imágenes y de los sonidos, que la realidad termina en confusión. Se vivió y se vive siendo obsesionados por el tiempo y la falta de tiempo. Fue una época en que se conoció la esperanza, pero la halló muy exigente y prefirió la resignación. Los inconformes con tal renuncia tuvieron que emigrar. Sus destinos fueron tres: ir al exterior donde la resignación le daba cuño y valor a la vida, y por eso se confundía con la esperanza, o quedarse «adentro» donde esa esperanza  vivía en las calles de la indignación, o moría en la violencia doméstica, en el crimen mafioso, en la rabia silenciosa de los hogares, o en la espera de las salas de urgencia de los hospitales, de las prisiones o en las «cárceles» de los ansiolíticos o depresivos.

Todo parecía estar al borde de la explosión, pero nunca explotó totalmente, porque lo fue haciendo mínimamente y quien sufría con dichas explosiones estaba muerto  y no lo habían enterrado, o era pobre subdesarrollado, viejo, atrasado, ignorante, prejuicioso o loco  «descartable». Eran la gran mayoría, pero una insidiosa ilusión óptica la tornaba invisible. Fue tan grande el miedo de la esperanza que la esperanza acabó por tener miedo de sí misma. Con el tiempo el pueblo se transformó en el mayor problema por el simple hecho de haber tanta gente «de más». La gran cuestión pasó  a ser que hacer con tanta gente (populismo que le llamaron) que en nada contribuía al bienestar de quienes sí lo merecían. Y la supuesta racionalidad se tomó tan en serio el problema que a través de la ideología, preparó meticulosamente una solución final para los que producían menos, por ejemplo los viejos. Y para no violentar los códigos ambientales. El éxito de esta solución, hizo que luego fuera aplicado a otras poblaciones descartables, como ahora los «inmigrantes», ya sea por la economía capitalista o por conflictos de baja intensidad.

La simultaneidad de los dioses con los humanos, fue una de las conquistas más fáciles de la época. Bastó para ello comercializarlos y venderlos en los tres mercados celestiales existentes: en el del futuro más allá de la muerte, el de la caridad y el de la guerra. Surgieron entonces muchas religiones, cada una parecida con los defectos atribuidos a las religiones rivales, pero todas coincidían en ser lo que más decían no ser: «mercado de las emociones». O sea las religiones eran mercados y los mercados religiones. 

Es extraño que, después de todo, esta época de la cual fui testigo, que comenzó teniendo futuro, haya terminado solo teniendo pasado. A pesar de ser generalmente aceptable que el bien común no podía dejar de asentarse en el lujoso bienestar de unos pocos y el «miserable» malestar de las grandes mayorías dejó de ser preocupación para las élites dominantes por la gran impunidad con que financiaban su opulencia. Hubo quienes lucharon contra esa injusticia, pero los rebeldes no veían que siendo producto de la sociedad contra la cual luchaban, tendrían que comenzar por rebelarse contra sí mismos. Su ceguera los hizo dividirse sobre lo que debía unir, y unirse respecto a lo que debía dividir. Si Prometeo que le robó el fuego a los Dioses, y Zeus lo condenó a ser devorado cada día por lo buitres, nosotros fuimos despojados del futuro por unos» buitres » que año a año nos robaron el fuego más sagrado de una civilización: el sueño de las utopías… 

Ciudadanos, ya es hora de que aprendamos que el camino de la política, no es  el de los hombres sin principios, que someten a los pueblos sin memoria…»

Muchas gracias a todos los lectores por vuestra tolerancia, Muchas gracias a DIARIOJUNIO que en un mundo lleno de censura me permite expresar con libertad.

Un abrazo enorme a todos, solo puedo darles mi ilusión…!!Feliz 2023!!

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