miércoles 15 de octubre de 2025

-

Director: Claudio Gastaldi

RegistrarmeNewsletter
Filter by Categorías
Ambiente
América Latina
Colonia Ayuí
Concordia
Coronavirus
Covid-19
Derechos Humanos
Diamante
Dictadura
Dos Orillas
Economía
Educaciòn
El país
Federal
Información general
Informes Especiales
Iosper vs Femer
Judiciales
Juicio Político
Legisaltura
Legislativas
Ley de Etiquetado
Los Charrúas
Mundo
Municipios
Colonia Ayuí
Diamante
Estancia Grande
La Criolla
Los Charrúas
Puerto Yeruá
Nacionales
Opinión
Opinion
Opinion Guilermo Luciano
Opinión: Claudio Gastaldi
Opinión: Guillermo Luciano
Policiales
Política
Provincial
Puerto Yeruá
Salud
Sin categoría
Sociedad
Violencia Laboral

Vulgares extraordinarios

Por Fosforito

Crimen y Castigo de Fedor Dostoievski es considerada una de las mayores obras de la literatura clásica rusa. En ella se narra la historia del joven estudiante Raskolnikov que decide asesinar a una usurera en una miserable e impiadosa San Petersburgo de la Rusia pre revolucionaria. Plagada de imágenes patéticas, violentas y terribles; el conflicto es el dilema ético, descripto mediante el complicado proceso mental del protagonista quien entiende que los hombres se dividen en ‘ordinarios’ y extraordinarios. Los primeros deben vivir en la obediencia y no tienen derecho a violar la ley, teniendo en cuenta que son hombres ordinarios; los segundos tienen derecho a cometer todos los crímenes y a prescindir de todas las leyes, porque son hombres extraordinarios. El hombre extraordinario tiene derecho, no oficialmente, sino por sí mismo, para autorizar a su conciencia a franquear ciertos obstáculos, en el caso de exigirlo así la concreción de su idea, que puede ser útil a todo el género humano.

Para el protagonista de Crimen y Castigo todos los conductores de la humanidad, todos sin excepción, han sido criminales, ya que al dar leyes nuevas violaron en consecuencia las antiguas, observadas con fidelidad por la sociedad y transmitidas por los antepasados, seguramente tampoco retrocedían ante el derramamiento de sangre si creían que éste podía serles útil.

El primer grupo – el de los hombres ordinarios- es siempre dueño del presente, el segundo –los extraordinarios-, del futuro. El primero conserva al mundo y multiplica los habitantes, el segundo mueve al mundo y lo conduce al objetivo.

Pero los hombres extraordinarios del mundo posmoderno – los hombres por encima de la ley, los que pueden decidir sobre la vida y la muerte de cientos- distan mucho de ser los hombres que han influido de manera decisiva en el mundo, ya sea con sus ideas, inventos, acciones o descubrimientos para la historia de la humanidad como señaló Dostoievski a través de su personaje Raskolnikov: Distan de ser Alejandro Magno, Julio César, Jesús, Mahoma, Gengis Kan, Washington, Napoleón, San Martín, Marie Curie, Lenin, Lennon, Ho Chi Minh o Fidel.

En el mundo actual los hombres extraordinarios son los hombres de las corporaciones y grupos económicos. Los parásitos del poder financiero mundial que esclavizan países. Los que espían naciones y comercian nuestra libertad usando los datos de nuestra privacidad. Los mercenarios de la información. Los expoliadores de los recursos naturales del planeta. Los perros de la guerra y el narcotráfico. Los que mueven los hilos detrás  de bambalinas, o en los oscuros pasillos del poder.

Los hombres extraordinarios de hoy – los que se limpian el traste con el papel de las normas y la ley, los que tergiversan los límites entre el bien y el mal, los que suben o bajan el pulgar sobre la vida y la muerte – suelen tener perfil bajo, son conservadores, defienden el statu quo, la inequitativa división del mundo y la inmovilidad ascendente de sus sociedades. Su meta no es la humanidad sino la acumulación de riquezas.

El siempre vulgar y ordinario deseo del dinero. Nada romántico. Nada heroico. Sólo pinches negocios.

Los hombres extraordinarios de hoy: Unos simples avaros y narcisistas que juegan a ver quién es el más millonario mientras conducen al mundo a su propio colapso. Personajes que el atormentado Raskolnikov no hubiera imaginado ni en su peor fiebre delirante.

Entradas relacionadas

Deja el primer comentario