La investigación comenzó a partir de la obra del periodista Fabián Magnotta, autor del libro ‘El Lugar Perfecto’, que describe los operativos llevados adelante por los genocidas para arrojar cuerpos desde aviones en la zona del Delta. El título de la obra literaria se explica basado en que esa zona del Delta era el lugar perfecto para esconder los crímenes del Terrorismo de Estado. “En base a varios testimonios se pudo dar cuenta de que allí tuvieron lugar los vuelos de la muerte”, indicó Boyekens. “Se habla de aviones que recorrían la zona del Delta tirando bultos”. Se trataría de cuerpos envueltos en sábanas o dentro de tachos rellenados con cemento y fondeados en el río.
Entre ellos, el sepulturero del Cementerio de Villa Paranacito. El testigo sostuvo que realizó varios enterramientos clandestinos e ilegales durante los 70. “Había mucho silencio, no se sabía de dónde venían. Eran cuerpos que los habían traído y los obligaban a enterrarlos”, recalcó.
El seupulturero “ha participado y ha señalado donde están cada uno de los restos NN enterrados”, dijo Boyekens. Las tumbas que abrieron estaban marcadas en la tierra, pero eran NN. No había inscripción alguna que describiese la identidad de las personas inhumadas allí. Algunas de los sepulcros sin identificar están juntos y otros están cerca de tumbas identificadas en la parte más antigua del camposanto.
“Tenemos expectativas de que puedan extraer finalmente los ADN de estos cuerpos y compararlos con el Registro Nacional de Datos Genéticos (RNDG) y lograr identificar a tantos argentinos y argentinas que faltan identificar”, dijo.
En realidad, la referencia es al BNDG (Banco Nacional de Datos Genéticos). El Banco garantiza la conservación de los perfiles genéticos de las Abuelas y sus familias y realiza los análisis que permiten la identificación de los nietos apropiados. El objetivo del BNDG es garantizar la obtención, almacenamiento y análisis de la información genética que sea necesaria como prueba para el esclarecimiento de delitos de lesa humanidad y cuya ejecución se haya iniciado en el ámbito del Estado Nacional hasta el 10 de diciembre de 1983.
El tiempo promedio para identificar los restos cotejándolo con los registros de ADN almacenados es variable. Dura no menos de un mes y puede extenderse hasta un año. No obstante, sin importar el tiempo que insuma la medida, Boyekens celebró el haber llegado a esa instancia y les envió un mensaje a todas las personas que tienen algo para aportar. “Que contribuyan a poder reconstruir la verdad histórica de lo que ha pasado en nuestro país y en nuestra provincia. Y que los familiares de los desaparecidos puedan darles sepultura cristina o de la creencia que tengan pero en algún lugar y no en esa condición tan dolorosa de desaparecidos”, indicó.
Por otra parte, Boyekens remarcó que el EAAF, desde sus comienzos, recuperó 1.200 cuerpos y solo ha podido identificar 600. Por lo que tienen una cifra similar de restos sin identificar. “Muchos fueron asesinados y enterrados en cementerios como NN. En algunos casos fueron tirados en fosas clandestinas”, dijo.
El Registro Único de la Verdad, se presentó ante el juez como “Amicus Curie”, figura que permite al organismo ser incorporado como un tercero ajeno a la causa judicial, para ofrecer voluntariamente su opinión técnica a fin de colaborar con el proceso. Boyekens, junto a un equipo del mismo organismo, querellantes, fiscalía, y organismos de Derechos Humanos de la Provincia, están presentes en las tareas hasta que finalicen. “Es una esperanza que tienen tantos argentinos y argentinas no solo en la provincia sino en otras provincias porque no sabemos de dónde vinieron estos restos”, dijo en referencia los cuerpos en Villa Paranacito.