Vivir en provisorio: El drama social de los excluidos

En diálogo con DIARIOJUNIO, el gerente de la delegación Salto Grande del Instituto Autárquico de Planeamiento y Vivienda (IAPV), Roberto Mazzarello, señaló que “en ese terreno se iba a edificar un barrio pero al ser intrusado se decidió devolver el terreno al Municipio de Concordia” según cuenta el funcionario, actualmente el lugar está en un limbo administrativo por el que no es ni del IAPV ni de la Municipalidad de Concordia, y por supuesto los terrenos tampoco son legalmente de los vecinos.

Por esta razón, la Cooperativa Eléctrica no les permite poner medidores y la Municipalidad no abre las calles internas. Los recolectores no juntan la basura y tampoco pueden rellenar los terrenos que son bajos, por lo que los chicos juegan en el barro y la basura, bajo los tendidos eléctricos que hacen sus padres, con cables comunes o de teléfono, que se enganchan a la línea de 220Volt.

Pero la exclusión no es solo material y sanitaria. La falta de educación y acceso a la información es también uno de los principales impedimentos para que los vecinos puedan progresar, la escuela del barrio expulsa a los chicos con problemas de comportamiento o aprendizaje y los casos de violencia familiar y abuso rara vez son denunciados.

La situación de incertidumbre en la que viven, de no poder edificarse una casa digna aunque pudieran procurar los materiales, por temor a perderlo todo en un desalojo, y la imposibilidad concreta de alcanzar los altos precios de un alquiler, configuran el complejo de limites y posibilidades que rige sus vidas, sus aspiraciones, etc.

Lo que describo en esta crónica, es el resultado de una experiencia personal, de la que doy fe y que publicaré en varias entregas, con el objeto de aportad elementos que enriquezcan el debate sobre la pobreza en Concordia.

Cuando puse un pie por primera vez en el asentamiento, aún se llamaba “el asentamiento nuevo”, ya que estaba detrás del “asentamiento La Bianca”.

Fue durante el mes de junio y en esa oportunidad no me encontraba solo. El abordaje territorial de ese barrio fue una decisión de un grupo de personas que entendían que era necesario colaborar en el desarrollo del mismo, para lograr que los vecinos, puedan acceder de los derechos humanos y civiles que el Estado garantiza a otros ciudadanos.

En rigor, el análisis de la situación advertía que los derechos estaban ahí, a unos pocos metros, pero la dinámica del Estado exigía que ellos fueran a buscarlos porque ahí, en esas seis cuadras de barro y frío, no estaban.

Nos encontramos en esa primera oportunidad con Sergio y Michela, una pareja de uruguayos que habían abierto un merendero en su propia casa, porque “los sábados y domingo no hay escuela y los chicos no toman la leche”

En muy poco tiempo, la crudeza de la realidad comenzó a profundizar contradicciones, luego discusiones y la dificultad de la empresa también generó en algunos voluntarios el desánimo y el abandono de ese proyecto. Éste comportamiento, es muy importante a tomar en cuenta, cuando se analiza el de los vecinos de este, y otros tantos barrios marginales.

Más de una vez escuchamos a gente de una mejor posición económica y educativa, de lo que comúnmente se llama “clase media” o de las clases altas, despotricar por la presunta holgazanería o vagancia de los desocupados o de quienes viven en un barrio de emergencia.

Sin embargo, hemos podido ver en directo, en la práctica concreta, como distintos voluntarios de la más variada extracción social y de diversos niveles de conciencia, se vieron abordados por una actitud opiácea ante los enormes problemas que había que resolver.

Rápidamente, primó la conformidad y el acostumbramiento a que aquello era así y era muy difícil de cambiar. Si esto le ocurre a voluntarios con cierto nivel educativo, informativo y con una posibilidad de acceso a herramientas de transformación más poderosas ¿Cómo podemos exigir que no le ocurra lo propio a quienes con muchas menos herramientas, tratan de sobrevivir cada día?

La situación del excluido es aún mucho más compleja, porque a diferencia del ciudadano que vive en Estado de Derecho, aún debe preocuparse todos los días por procurarse seguridad, salud, etc. Servicios que el Estado no le garantiza con la facilidad que lo hace a otros sectores, y que además, por sus condiciones de vida, requiere con mayor frecuencia.

Sumemos además el hecho medular, de que viven en terrenos que no les pertenecen, por cuanto todo es provisorio, porque la posibilidad de un desalojo es un fantasma que recorre los callejones del barrio, al igual que lo recorren por las noches los pibes que van a comprar “porro” o “merca” a lo del “transa”, el único que ya tiene casa de material y es el que garantiza que sus clientes no le roben a los vecinos, razón por la que es respetado, más que cualquier uniformado que se acerque.

UNA PEQUEÑA SEMILLA
Sin duda una empresa ambiciosa, que quizá con inocencia y otro poco de inconciencia, llevó a un grupo de jóvenes militantes a intentar resolver aquello que el Estado no resolvía. Sin embargo, con muy poco y con muy pocos, se pudieron comenzar algunas actividades que los vecinos tomaron e hicieron causa propia.

Fruto de algunas de esas ideas, es el hecho que hoy podamos referirnos al barrio “La nueva generación” nombre elegido por los vecinos y que hoy puede verse en carteles que ellos mismos colocaron en todo el barrio. Una cosa quizá pequeña para quien lee estas líneas, pero un paso importantísimo para ese vecino que intenta presentarse en una ventanilla a solicitar la reparación de un caño o la apertura de una calle, y no tiene como explicar donde vive.

Algo así de simple es el punto de partida de un desarrollo del barrio, en busca de su reconocimiento como parte de una sociedad plausible de derechos y obligaciones.

Otra actitud que claramente pone de manifiesto lo mucho que se puede hacer con un poquitito de información y educación es otro caso ocurrido hace un par de semanas. Fue durante el festival del día del niño que Michela nos comentó que había cinco chicos que concurren al merendero “viento de vida”, que no iban a la escuela porque no consiguieron banco o los había expulsado.

Fue una simple charla, donde a esta referente natural del barrio se la puso en conocimiento del derecho a la educación y de la obligación que tienen las escuelas públicas de recibir a los chicos que viven en su zona de influencia. Ese simple dato, que ella desconocía, fue suficiente para que al día siguiente fuera a hablar con los directivos de la escuela, recordándoles que allí se estaba vulnerando un derecho consagrado en la Constitución y en pocos días tres de estos pibes ya estuvieran nuevamente cursando clases.

Aún quedan dos, a los que no permitieron ingresar. Se trata de chicos que tienen un comportamiento que los docentes llaman “conflictivo”, por lo que no pueden dar clases, y por eso no les permiten cursar. Se trata de chicos de 8 y 10 años que sufrieron violencia familiar, que sufren la violencia de los pibes del barrio, y que en lugar de hallar en la escuela una contención, encuentran señalamiento y exclusión. Su madre quiere al menos, que le permitan inscribirlos para el año próximo.

BASURA E INFORMACIÓN
Actualmente, luego de conocer las declaraciones del secretario de Medio Ambiente Mario Imaz, formuladas a este medio respecto de porqué razón el camión recolector no juntaba la basura en los asentamientos, los vecinos comenzaron a organizarse para sacar la basura hasta la calle donde pasa el basurero; iniciativa por la que reclamaron al área de políticas ambientales un cesto lo suficientemente grande para contener los residuos, para no dejarlos en la calle.

La titular de esa repartición municipal, en efecto respondió positivamente al pedido, y se comprometió a hacerlo efectivo. Ahora caminarán un poco más hasta el cesto, pero excederán al derecho de no vivir en la basura. Y si la Municipalidad abriera las calles, podrá además pasar el camión por el barrio.

TIERRA FÉRTIL HAY
Lo que quiero reflexionar con estos hechos que he podido ver en el terreno, es la potencialidad del ser humano como factor de cambio, y cómo el mismo vecino puede trasformar su realidad si se le habilitan aunque sea algunas herramientas de información y educación, además de las cuestiones materiales concretas necesarias para satisfacer sus necesidades básicas, es nada más que eso lo que hace falta para comenzar a erradicar de apoco, eso que los analistas llaman el “núcleo duro de la pobreza”; en algunos casos, lo es. En otros, solo hace falta tirar una semilla.

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