Violencia y medios: ¿qué queremos ver?

Reflexionar sobre nuestra responsabilidad como espectadores/as frente al tratamiento que algunos medios de comunicación hacen de casos donde hay una mujer víctima de violencia, es un paso que necesariamente tenemos que dar para no seguir reproduciendo socialmente ciertos conceptos o percepciones sobre las mujeres. Y en ese camino, interpelar y cuestionar la espectacularización que de la violencia se hace en ciertos medios a partir de un uso morboso de la información.

Cuántas veces nos encontramos en una charla de amigos o familiar repitiendo prejuicios sobre las víctimas y detalles de los femicidios que los medios instalan alimentando ese estereotipo de mujer víctima: “se lo buscó”, “no estudiaba ni trabajaba”, “mirá cómo se vestía”, “le gustaban las fiestas y seguramente consumía drogas”, “salía con muchos hombres”, “viajaba sola”, “no tenía pareja”. ¿Realmente son estas las cuestiones sobre las que hay que hacer foco frente a la dramática situación que viven miles de mujeres? ¿Será que aquella mujer que se aparta del mandato social, de lo que se espera de ella, merece ser víctima?

Una vez más es necesario preguntarnos cómo queremos ser informados en este tema tan delicado y particular. También, hasta qué punto estos juicios de valor contribuyen a la toma de conciencia por parte de las audiencias y a la posibilidad de aportar a la prevención de la violencia, o si por el contrario, refuerzan la estigmatización de la víctima y de las mujeres en general y fomentan este tipo de construcción de un relato espectacular del hecho.

En qué medida estas construcciones mediáticas de distintos casos que hemos conocido como los de Ángeles, Melina, Daiana, y Lucía hoy, entre tantos otros, alteraron nuestra forma de sensibilizarnos frente al dolor ajeno y nos anestesiaron al punto de creer que para horrorizarnos cada vez necesitamos de más violencia: “fueron sólo unos golpes”, “peor hubiera sido que la hayan matado”, pensando que sólo en la muerte está lo inhumano. Toda violación y toda vulneración de derechos, es terrible, repudiable y fatal.

Entonces, hay responsabilidades compartidas entre los que informan y los que receptamos esa información. La responsabilidad de los medios de comunicación tiene que ver con su rol en la formación de la opinión pública. La ética periodística y hasta el buen gusto entran en juego cada vez que hay una mujer asesinada en las pantallas de TV.

Ganar la batalla cultural para superar la reproducción de expresiones discriminatorias y prejuiciosas que sostienen la violencia de género hacia las mujeres, también depende de cuánto estamos dispuestos a cambiar nosotros mismos como audiencia y aceptar otras formas menos morbosas de vincularnos con la información;  y de cuánto le exigiremos a los medios en ese sentido y qué actitud asumirán los comunicadores y comunicadoras en su tarea.

Estos deben ser tiempos de construcción, de promoción de derechos, de evaluar y aplicar ciertas pautas (de estilo/de ética) que promuevan la auto regulación profesional de quienes tienen la responsabilidad de comunicar, para aportar a la cultura de la igualdad. Deben ser tiempos de reflexión, unidad y acción frente al desafío del cambio cultural. El reclamo masivo, sostenido, de enorme cantidad de mujeres y hombres, debe ser interpretado en cada ámbito y por cada uno de nosotros y nosotras.

Entradas relacionadas