
Por: Fernando Belottini
En un escenario que nos lleva a un patio de infancia, la protagonista habla primero del placer que le produce encontrar viejas carteras de mujer pertenecientes a su abuela y, sin dudas, marca el primer esbozo de la variedad de temas que se tratarán a lo largo de la obra, como lo son la feminidad y la tradición de una “estirpe de mujeres”.
Esas carteras, con sus contenidos olvidados (tickets, consignas, plumas, marcas de una vida), vuelven a un presente donde reconocerse, presente signado por el camino familiar en el que también aparece la figura de un abuelo ciclista solidario, que comparte su ejercicio con otros habitantes de la noche como son los canillitas. Oficio que debe el nombre al sainete de Florencio Sánchez.
Pero no todo termina allí, si pensamos que la protagonista vomita pequeños conejos como aquel personaje del cuento de Julio Cortázar en su Carta a una señora de París y ella ocupa un departamento que le ha dejado la abuela en calle Suipacha, donde también se situaba el cuento, hay una clara mención al registro literario.
Es decir, en conjunto, esta puesta intenta, se atreve y exige una exaltación del arte en todas sus facetas. Ya que como dije, encontramos un delicioso trabajo corporal, poesía o el risible juego con el público al estilo de “Dígalo con mímica”, rompiendo la cuarta pared, desafiando una interpretación para aquello que se representa.
Conejas explota en sentidos y evocaciones (hasta nos hace pensar en Alicia). No permite que nos quedemos en la superficie. No se trata ya de una cuestión subjetiva o “algo que le ocurre a alguien”, sino que invita, con suma sutileza, a ir más allá, a pensar que el arte se compone también de vivencias personales y tradiciones, en definitiva, del camino que trazaron nuestros antepasados como germen de la fertilidad -conejas y conejos mediante- del presente. Vale también aquí traer el fondo musical de algunas secuencias que nos lleva a comienzos del siglo XX.
Hay que tener cuidado, entre tantas cosas, internet dice que las conejas saben apreciar la hermosura y la elegancia, aborrecen lo prosaico y lo trivial.
Ficha Técnica
Actúa: Ana Marina Romero
Dirige: Valeria Folini
Dramaturgia: Romero-Folini
Vestuario: Reina Heels
Universo Sonoro: Andrés Main
Música original: Nemesio “Chulinga” Urrutia
Bandoneón: Susana Ratcliff
Violín: Soledad Rodríguez
Máscara: Tovio Velozo
Asistencia lumínica: Walter Arosteguy
Diseño Gráfico: Fabia Estamatti
Fotos y video: Juan Martín Casalla
Producción general: Teatro del Bardo