Vega, funcionario policial desde 1990, indicó que el 8 de diciembre en horas de la noche fue al Comando Radioeléctrico a constatar que la puerta estuviese cerrada y que el portón trasero de la Jefatura estuviese bloqueado y la llave de mando sin electricidad. Tenían noticias de la protesta policial en ciernes y por eso había adoptado esas disposiciones preventivas. Al ver abierta la puerta del Comando, lo recrimina al Jefe de esa sección.
Un rato más tarde, el jefe de Policía, Lucio Villalba, le pide que vaya al sector donde estaban los teléfonos porque recibían información de que nadie atendía los llamados. Al ver desconectados los mismos, le reprocha al personal pero no recibe ninguna respuesta. En esos momentos, ya sabían en la Jefatura que se observaban “movimientos extraños” en la calle. De repente, sostiene que la movilización de policías se acerca a la puerta del Comando, ubicada en Hipólito Irigoyen. Pero no pueden entrar. Allí Vega observó a Carlos Zaragoza y Luis “BJ” Gomez arengando a sus compañeros. Les pedían que los acompañen “hasta el final” y que “el beneficio iba a ser para todos”.
Vuelve a la puerta de la Jefatura y Villalba le pide que concurra al paseo de compras “Las Palmeritas”. A poco de salir junto con el jefe de Operaciones, Fabián Hormaechea, y el de Secretaría General, Silvetti, debe retornar a la Jefatura debido a que la manifestación ya había ingresado por la puerta de Pellegrini. El jefe de turno, Ramón Salvador, les decía por teléfono que lo habían “c… a palos a Villalba”.
Ingresan por el Comando y cuando se dirigen hacia la parte delantera de la Jefatura se topan con los manifestantes. Allí Vega es arrinconado, recibe toda clase de insultos y trompadas en el estómago. Una funcionaria policial lo filma con una tablet que le puso a centímetros del rostro, situación que se observó en uno de los videos que obran como prueba. Vega observa a Gómez golpear a Hormaechea y reclamarle saber “de que lado estaba”, escucha que alguien dice: “este hijo de p… nos persigue, nos mete presos, no quiere a los policías de Concordia”, recibe insultos de parte de Pedro Lacuadra mientras que Romeo Valdez se pone a sus espaldas y lo traba, imposibilitando que se pueda ir. En ese grupo también ubica a alguno de los imputados como Chávez, los hermanos Paredes, Coutinho, Carlos Rosas y Biderbost, Pero menciona a otros policías que no están imputados a quienes conoce.
En el ala derecha de la Jefatura recibe empujones, patadas, escupidas. Dijo que era imposible hablar por el griterío que imperaba. Vega admite que tuvo miedo de que alguien, debido al estado violento en el que estaban, desenfundase un arma y le disparase. “Para mí que había gente armada”, dijo. La turba lo llevó, junto al jefe de Operaciones, hasta el Comando y los echó a la calle.
De inmediato, dan la vuelta manzana corriendo, preocupados por la salud de Villalba, entran por la puerta principal de la Jefatura y suben las escaleras. En el despacho lo encuentran a Villalba con los ojos irritados debido a que le habían arrojado gas pimienta y al Jefe de Logística, Arel Silva, con los ojos hinchados de igual modo que los pómulos y las cejas. Vega, en medio de la narración, reflexionó respecto de los motivos que suscitaron la agresión hacia el personal superior de la Jefatura. Y dejó en claro que ellos no estaban en condiciones de conceder el aumento de sueldos que pedían.
Luego se escuchó que pedían que Villalba salga del despacho a hablar y decide acompañarlo pero ni bien se asoma nuevamente es objeto de numerosos insultos. El jefe le recomienda que se esconda en el baño. Se recluye en su oficina y de allí no sale por un buen rato. Escucha por la radio modular a Horacio Imaz, según le dijeron, pidiendo que se plieguen a la protesta. Llamó al jefe de la Comisaría 2º y éste le dijo que el móvil se lo había llevado Imaz. Lo mismo pasó con el jefe de la Comisaría 1º. Cuando Vega lo llama, recibe como respuesta que otro funcionario que allí presta servicio se lo había llevado a la protesta. Esto sucedió a pesar de que Villalba había instruido ese mediodía a los jefes y subjefes de Comisaría que debían manejar personalmente los patrulleros. Los únicos que cumplieron fueron los titulares de la 7º y 8º. Además aseguró que hay un sumario abierto a los jefes por esa situación que dejó a las comisarías sin medios para moverse.
A todo esto, ya avanzada la noche, Vega y Hormaechea deciden salir de la Jefatura por la puerta de Tribunales. Cuando sale a la calle, dijo que lo vio era “de película”. Civiles en la calle portando armas largas y cortas, colocando barricadas en las esquinas, insultándolos debido a los saqueos que se estaban produciendo. El subjefe dijo que en la salida apresurada solo llevaban munición antitimulto pero ninguna escopeta. Al encontrarse con el viceintendente Alejandro Casañas, a quien lo anoticia de la situación y obtiene como respuesta varias escopetas. Una de ellas, una Maverick, que fue la escogida.
Se dirige al supermercado chino de Diamante debido a que circulaban rumores de que uno de los propietarios había muerto como consecuencia de los saqueos. Al llegar observa dos vehículos incendiados, golpeó y pudo dialogar con los propietarios del local constatando que estaban bien. Luego se dirigen al hipermercado Carrefour. “Era un hormiguero humano”, describió al lugar. Allí proceden a desalojar a los saqueadores.
Ya era lunes por la mañana y se entera de que había llegado el grupo GIA de Paraná y la brigada de Abigeato. Eso significó un alivio. Pero rogaba que el acuerdo con los policías sublevados llegase lo más rápido posible y eso se logó recién el lunes de noche.
Uno de los defensores, Alejandro Giorgio, le preguntó porque razón solo están imputados 18 de una lista más extensa de personal calificado como “violento” que participó de la protesta confeccionada por la plana mayor de la Jefatura. “No sé”, respondió. Otro de los defensores, Juan José Bukténica, le preguntó si estuvieron capacitados parta contener al personal subalterno. Vega dijo que se trató de un “reclamo caprichoso”, que era algo que tenían decidido llevar adelante hasta “llegar adonde llegaron”.
Otro de los tramos importantes de la declaración fue cuando dijo que hubo distintos grados de responsabilidades los hechos. Incluso de aquellos que no fueron violentos ni tuvieron participación activa pero con su sola presencia dentro de la Jefatura en momentos en que ésta “estaba tomada, cortadas las comunicaciones y la cadena de mandos” fue como una forma de “aguantar la toma”. Vega calculó que dentro de la Jefatura había aproximadamente 500 personas. Muchos más que los 18 que están sentados en el banquillo.