Con mucha razón, el filósofo Ricardo Foster, marcaba que hay épocas que habilitan de un modo insospechado las discusiones y el debate de sus propios fundamentos. Son épocas extrañas y desconcertantes, en las que lo frecuente y lo aceptado entra en un cono de sombras.
También, la política recorre sus rigores más fuertes, porque logra atestiguar discrepancias claras a la hora de resolver los conflictos. Y nunca esas diferencias son tan transparentes como cuando se trata de una pelea por el poder.
Lo cierto es que, cuando Sergio Urribarri, decidió con firmeza transitar junto a la presidente Cristina Kirchner, un tiempo en el que se pueda revisar críticamente los pensamientos que fueron hegemónicos en el pasado reciente, para avanzar en una perspectiva reparadora, con más Estado y con más memoria histórica; permitió, por un lado (para mí no impensado), sacar de la invisibilidad la mutación que adquieren las ideas de algunos dirigentes. Por otro, abrir fisuras profundas dentro del sentido común de los justicialistas entrerrianos, permitiendo poner en dudas a los portadores de algunas banderas peronistas que la levantaron por más de un cuarto de siglo.
Hoy, tiempos que muchos imaginamos que tenemos un destino, que tenemos una democracia que se quiere construirse de verdad, que quiere reinventarse y ampliar sus derechos; gracias a la decisión del gobierno de trazar una línea divisoria en la resolución de los intereses respecto a los actores poderosos, como la renta agraria, la distribución del ingreso, la estatización del sistema jubilatorio, la ley de medios audiovisual, la discusión sobre la memoria, la reparación social a través de la Asignación Universal por Hijos. No solo desnuda la posición del ex gobernador Jorge Busti, sino que nos aporta casi a diario conceptos como mendrugo de oportunismo. Nociones como, “gobierno pobre y virtual. Políticas que producen fragmentación en la sociedad. Consolidar la unidad nacional a través del Peronismo Federal. Patria que progrese en paz. Desazón en la gente, pérdida de dignidad social de los trabajadores y otros tantos vocablos.
Confrontando las retóricas de Jorge Busti con la realidad, observamos que no tienen anclaje con lo que describe, solo se trata de impúdicas manifestaciones para mostrar sus resentimientos con Urribarri y Kirchner.
A modo de ejemplo, como le gusta al ex gobernador a la hora de compararse, los presupuesto ejecutados en su última gestión, 2004-2007, en lo que respecta a obras públicas provincial, con recursos del tesoro provincial, fue del 6,45%. Mientras que en el 2008 – 2009 la ejecución presupuestaria fue del 7,01%. Es más, en esta gestión, la actividad industrial explica aproximadamente un 10% del agregado de valor provincial, generando empleo genuino.
Es una época en que no es dominada por la despolitización. Con tensiones y carencias, muestra que absolutamente nada de lo que parecía duradero sigue manteniéndose y, de un modo elocuente, vemos como vuelven a discutirse políticas que tienen que ver con el crecimiento y la igualdad, modificando al modelo de acumulación por un modelo de desarrollo nacional, y por supuesto esto trastoca intereses.
Urribarri que ha satisfecho la primera demanda de cualquier entrerriano, demostrar que puede gobernar y bien, terminó echando por tierra aquellos apotegmas que personajes con cierto atavismo solían producir, como, “imposible que el peronismo llegue al poder y gobierne bien sin el liderazgo de Jorge Busti”.
Esta demanda le ha significado apoyo de la gente y sumado a la incorporación de nuevos valores a la política, lleva a que muchos se entusiasmen a intentar cambiar el paradigma bustista, que caló muy hondo en las conciencias de los peronistas entrerrianos y que se proyectó sobre prácticas y actitudes.
Hay una pregunta que hay que hacerse: ¿Frente a esta política que hay? Frente a esto hay otro proyecto, no cabe dudas es el de centro-derecha que adhieren varios mutantes, que desplaza su ideología de un lado al otro y para así perdurar.
Busti aparecerá constantemente fogoneando recurrentes micro crisis políticas. Seguirá criticando al gobierno no tanto por sus carencias, sino por sus virtudes. Porque no tiene mucho para mostrar en épocas estables y de crecimiento. Lo suyo ha sido, como a él le gusta autodefinirse,“piloto de tormenta”. Oficio superfluo en épocas con proyección al futuro. Seguirá con las predicciones salvadoras, propia de su lenguaje político.