Enviado especial a Nueva York – La Asamblea General de la ONU comienza hoy formalmente en medio de una histeria general ante la amenaza terrorista como se vio pocas veces en Nueva York. Al operativo de seguridad habitual para el desplazamiento de cientos de presidentes, reyes, príncipes, jefes de Gobierno y ministros que se da cada año para esta época en la ciudad, esta vez se sumó el pánico creado por la bomba que estalló el sábado a la noche en Chelsea.
El ataque se produjo en la calle 23, entre las avenidas Sexta y Séptima, cuando mucha gente poblaba las calles. Aunque Chelsea queda también en Manhattan, se trata de una zona alejada tanto del edificio de las Naciones Unidas como de los hoteles que normalmente ocupan los dignatarios extranjeros.
Un segundo artefacto, encontrado en la calle 27, no llegó a estallar pero fue suficiente para incrementar el temor. Se trató una bomba casera (una "IED", "improvisational explosive device", en la jerga de la seguridad local), armada con una olla a presión como la que detonó en abril de 2013 en el maratón de Boston, dejando tres muertos y más de 280 heridos.
Al cierre de esta edición, al menos tres hombres sospechosos fueron identificados por la Policía gracias a los videos a los que accedieron en el marco de la investigación, informaron anoche las emisoras CNN y NBC.
Imágenes muestran a la misma persona en dos lugares de Nueva York donde la Policía encontró los artefactos explosivos. En otra de las filmaciones se ve a otro sospechoso que deja caer algo dentro o cerca del contenedor de basura que explotó. Una tercera grabación del lugar donde se halló la olla a presión, se ve a un individuo que deja detrás de si un maletín antes de que otras dos personas aparezcan, extrayendo el artefacto.
Según algunos medios de prensa local, un trozo de papel escrito parcialmente en árabe fue hallado cerca al segundo dispositivo. De acuerdo con las mismas fuentes, un hombre árabe fue visto en actitud sospechosa cerca del área.
Además, también estalló una tercera bomba en Nueva Jersey, justo antes de que comenzara una carrera a beneficio organizada por el cuerpo de Marines, sin dejar víctimas. Y para completar el escenario, un hombre armado con un cuchillo hirió a nueve personas en un centro comercial de Minnesota (ver página 18).
La suma de todos esos hechos, aún bajo investigación, disparó la histeria no tanto de los neoyorquinos, que pasaron ayer un domingo relativamente tranquilo en otras áreas de la ciudad, sino en la seguridad de esta isla.
En realidad, el atentado en Chelsea tardó en ser procesado más que otros hechos violentos. Mientras la zona era acordonada y se cerraban las calles en el midtown y la zona alta de Manhattan, los neoyorquinos no sintieron ni las sirenas de las ambulancias que acudían a socorrer a los 29 heridos. Esa lejanía le quitó presión inicialmente al miedo, pero éste apareció con las horas.
Así, las autoridades reforzaron todas las disposiciones de seguridad, y el alcalde demócrata, Bill de Blasio, prometió "una presencia sustancial" de efectivos. El Gobierno del estado de Nueva York, en tanto, ordenó el despliegue de un millar de policías más que los inicialmente asignados y trasladó a la Guardia Nacional a las terminales de micros, aeropuertos y estaciones del de tren y del metro.
Hasta anoche, todas las hipótesis sobre la autoría de los atentados en Nueva York y Nueva Jersey permanecían abiertas: desde la permanente sospecha sobre el islamismo radical hasta la acción de algún perturbado, pasando por algún "lobo solitario" admirador del Estado Islámico o un extremista local de ultraderecha.
De Blasio, por lo pronto, habló del caso de Chelsea como de un "acto intencional, violento y criminal", pero sin usar la palabra "terrorismo". Diferente fue el discurso del gobernador Andrew Cuomo, que no se privó de utilizar el término tan temido.
Hay un hecho obvio en toda cumbre de la ONU y es que los despliegues de seguridad son para proteger a los visitantes, pero especialmente uno: el presidente de EE.UU. Barack Obama llegará hoy a la ciudad y ése es el sentido central de un despliegue que, en cierta medida, parece algo sobreactuado.
Ayer por la tarde, el Servicio Secreto -el encargado de custodiar a los mandatarios- junto con la Policía de Nueva York y el FBI ya habían cerrado todo el perímetro del hotel Waldorf Astoria, donde se aloja siempre el presidente cuando visita Manhattan, así como las avenidas Lexinton y parte de Park Avenue.
Cuando comiencen hoy las deliberaciones del Foro sobre Refugiados que convocó el secretario general Ban Ki-moon, también estarán cerradas las avenidas 1 y 2, por lo que todo el midtown de Nueva York entrará en una parálisis prácticamente total por unas 48 horas.
La llegada ayer de Mauricio Macri a la ciudad dio también una prueba del estado de máxima alerta que vive Nueva York. El arribo al hotel The Mark estuvo precedido por un helicóptero que prácticamente se estacionó sobrevolando la manzana hasta que el argentino ingresó rodeado del equipo del servicio secreto, más nutrido que lo habitual para un mandatario sudamericano.