Esta nueva toma del pulso de lo que siente el país -que este jueves conmemorará el decimotercero aniversario de los ataques del 11-S- llega cuando el presidente ultima su plan de ataque para aniquilar al EI, estrategia que anunciará este miércoles a la nación en horario de máxima audiencia televisiva, las nueve de la noche. En esa alocución al país, Barack Obama deberá concretar cómo piensa “degradar y finalmente destruir” al grupo extremista suní que ya controla un amplio territorio de Siria y el norte de Irak.
El discurso que el presidente dará este miércoles llega exactamente un año después de que el 10 de septiembre de 2013, en quizá uno de los episodios más vergonzosos de su presidencia, Obama diera marcha atrás y anunciara a la nación desde el Congreso que relegaba sus planes militares de atacar el régimen sirio de Bachar Al Asad, entre otras razones porque existía un alto riesgo de rechazo en el Capitolio y porque la opinión pública se mostraba contraria a otra aventura militar en Oriente Próximo.
Doce meses después, Obama se dispone desde la Casa Blanca a explicar a los ciudadanos por qué son necesarios ataques aéreos contra los yihadistas del EI en Siria y cómo pretende llevarlos a cabo sin que estos beneficien al dictador Bachar Al Assad, también asediado por los milicianos determinados a crear un califato de terror.
Dentro de la búsqueda del apoyo del Congreso, el presidente se reunía ayer martes en la Casa Blanca con los líderes de ambas cámaras. Para ultimar su estrategia, Obama mantuvo en la noche del lunes una cena de más de tres horas con nueve expertos en política exterior. Por el momento, el mandatario no ha aclarado si buscará la autorización del Congreso para su estrategia militar –estrategia que también cuenta con elementos políticos, económicos y diplomáticos-. Pero la proximidad de las elecciones legislativas el próximo noviembre hacen que un voto en el Capitolio no sea lo más deseado por nadie. Tanto los líderes demócratas en el Senado como los republicanos en la Cámara prefieren obviar un voto que autorice el uso de la fuerza ya que las consecuencias de cara al electorado pueden ser perjudiciales en noviembre.
Sin votar y si la estrategia de la Casa Blanca sale bien, todos pueden sumarse a la victoria. Si el plan del presidente resultara fallido, pagarán con su escaño quienes le hubieran dado su apoyo.