En este fatídico 2020, a veces da ganas de escribir sobre otras cosas que alejen, al menos por algunos días, de lo que nos mantiene alerta cotidianamente.
Parece que el mundo pudo apartarse de la inquietud planetaria. El miércoles 25 de noviembre, emociona la noticia de la muerte de un ídolo reconocido mundialmente. Radio, televisión y redes sociales ocuparon sus tiempos en este otro tema, que alteró al mundo. El fenómeno Maradona nos atraviesa y permite apartarnos un poco de la coyuntura de un presente absolutamente inhóspito. Hasta eso ha logrado el “más humano de los dioses”, al decir de Galeano y también unirnos por un rato en el dolor colectivo.
Hablar o escribir de otra cosa, en este momento, es pensar en la estrella indiscutible del juego más popular del mundo. Un personaje público idolatrado y a la vez criticado, en una mezcla de valores que permiten realizar apreciaciones plagadas de matices.
Aunque se tengan mínimos conocimientos futboleros e incluso para quienes solo importa, cada cuatro años, lo que une como nación, la repercusión del deceso del astro mundialmente reconocido, impresionó. Las tapas de los diarios del mundo hicieron, admirablemente, eco del suceso. La movilización desatada estremeció, las condolencias sorprendieron y las anécdotas y frases dichas mostraron facetas de la personalidad de la figura estrella.
Maradona fue un ejemplo de la no indiferencia a temas que, en general, personas en su posición no muestran o no importan. Un hombre con la pesada carga de la fama, pero que siempre marcó su lugar no solo en la cancha. Consciente de sus orígenes, eligió de qué lado ponerse en América toda.
La existencia humana dispone de espacios comunes y, como tales, objetivos y de espacios subjetivos, válidos para el sujeto. Toda cultura es un sistema de vida, de caminos centrales y otros laterales, y en el medio está el hombre, que ejerce su libertad de elegir. Maradona eligió jugarse, comprometerse y posiblemente, entre sus maravillosas habilidades, esa sea una de las tantas explicaciones de su repercusión popular.
Un yo siempre adelante, defendió su independencia encarnizadamente. No aceptó nada de nadie que le imponga normas a las que otros, en su posición, eligen acatar o callar.
¿Por qué? ¿cómo puede ser? –son preguntas desde la ignorancia futbolera, pero que no desconoce significados de su presencia en otros espacios en defensa de causas populares en que se conecta con sentimientos de tanto amor con la gente.
Maradona ya es historia y memoria para adoradores y detractores.
Se dice que…
“Maradona es pueblo. Por eso no puede ser comparado con otros jugadores de fútbol, que eran -o son- solo grandes y eximios jugadores de fútbol. Si no, ¿cómo explicar que la mayoría de las personas que se acercaran a despedirlo ni siquiera lo vieron jugar el mundial que la Argentina ganó en México en 1986, hace 34 años. No lo vieron jugar, pero una de las canciones que más cantaban mientras esperaban ingresar en la Casa Rosada y saludarlo por última vez les recordaba a los ingleses los dos famosos goles de 1986, cuatro años después de la guerra de Malvinas de 1982, cuando todavía no habían cicatrizado las heridas de una guerra entre una potencia colonial y un país dependiente. La alegría de ese triunfo/revancha permitió un cierto alivio en una población que pocos años atrás había sufrido una tremenda dictadura militar que -además- se despidió con una guerra…”[1]
Maradona es héroe.
Luchó a su manera, en la vida y en la cancha. En estos días no hay gambeta que esquive la tristeza de perder a un ídolo y, cuando un pueblo llora, no hay más nada que agregar.
Tekoá. Cooperativa de Trabajo para la Educación
[1] https://www.nodal.am/2020/11/la-columna-de-pedro-brieger-es-maradona-un-jugador-de-futbol/