Alberto Fernández logra así correr la grieta del centro de la escena. Dejando fuera de juego, gritando a solas y con la cabeza dentro de un balde a un grupo de figuras políticas, empresarios y periodistas a los que la grieta les fue provechosa para obtener réditos políticos y económicos. Referentes tóxicos para la salud mental del país, que sin grieta se quedan sin nada a qué aferrarse; porque miopes y obtusos siempre se han definido por la negativa y no por lo que proponen; que no es más que el desvelo inconfesable de sus avaricias e intereses de clase.
Para no caer en ingenuidades se puede suponer que tanto Fernández como Rodríguez Larreta se necesitan mutuamente. Que la buena vibra nace del espanto y no del amor que se puedan profesar. Pero así como Alberto demuestra ser más concesivo que Cristina, Horacio Rodríguez Larreta ha demostrado ser el dirigente del Pro más asertivo e inteligente, menos brutal y cero extremista, comparado con sus viejos conocidos Patricia Bullrich, Marcos Peña y el propio ex presidente Mauricio Macri. Todos ellos, por ahora, confinados a hacer política desde las soledades de sus cuarentenas, en los 280 caracteres que permite Twitter.
Rodríguez Larreta sabe que su gestión en CABA necesita de oxígeno y no de recortes en el presupuesto porque – en sintonía con el Gobierno Nacional anterior y la gestión de la ex gobernadora de provincia de Buenos Aires, María Eugenia Vidal- su gestión también supo emitir -sin pudores – papeles varias veces millonarios de deuda en dólares: La fiesta de Cambiemos que deberemos pagar todos los argentinos.
Por su parte, el presidente Fernández necesita mostrar fortaleza, unidad y consenso, para negociar con los acreedores del frente externo. Algo que logró mostrar en esa foto sentado en el medio de la grieta y el apoyo por el 99 por ciento de los gobernadores de la Argentina – con la reticencia del Alberto de San Luis. Un afecto, tal vez por cosas de familia, a declarar abiertamente el default.
Con la Corte Suprema Argentina demostrando de nuevo su medianía y cobardía política cuando se trata de los grandes temas nacionales, guardando silencio ante el requerimiento para que se expida acerca de la legalidad de sesionar de manera remota, a distancia, para no incumplir las restricciones de la cuarentena, al presidente Fernández no le quedaba demasiada opción que reunir al arco político completo y lanzar una oferta a los acreedores externos en el momento ideal en que el sistema financiero internacional está tambaleante –permitan la metáfora pugilística- y se dirime entre ir a la definición por tarjetas o jugársela y, tal vez, recibir de contra un golpe de knock out.
El mensaje de estar sentados juntos, oficialismo y oposición, no era sólo para nosotros. El mensaje también era para los acreedores. Una forma de validar el compromiso de la deuda y su pago como Estado Nación.
Más allá de la jugada política del Gobierno Nacional en busca del bien mayor, no se debe confundir a los aliados ocasionales con los “creyentes de que la lucha es una sola”. Sería una ingenuidad pretender que estas gestiones en conjunto, con quienes – ayer nomás- eran enemigos políticos, puedan subsanar las divisiones históricas que arrastra la Argentina desde tiempos fundacionales; cuando ya nuestros próceres no se ponían de acuerdo acerca de qué tipo de país querían construir.
Cerrar la grieta será un trabajo mucho más arduo, largo, que requerirá de un cambio profundo en nuestras mentes y corazones. Deberá ir de la mano de un proceso de justicia social, reconciliación y resiliencia social, para lo que se necesitará conseguir una mejor democracia, una ciudadanía solidaria y responsable, una definición de quiénes somos y hacia dónde vamos; y una Justicia a la altura de las circunstancias.
Mientras tanto, no debemos perder de vista quién es quién en esta historia reciente. Quiénes son los responsables necesarios de la fragilidad de nuestra independencia, de nuestra soberanía económica y política, a causa de la toma de una deuda brutal e irresponsable que el propio ex presidente confesó en una tertulia de amigos. Quiénes fueron los que hasta diciembre pasado practicaron sobre este país un neoliberalismo descarnado y salvaje, repartiendo sonrisas cínicas e insensibilidades varias.
Larreta sentado en esa mesa, a 3 metros de Cristina, es supervivencia política, es de hombre que entiende su actual posición y la rosca política. Es Cambiemos apoyando el pago de la estafa de su gobierno.
Saber quién es quién es necesario para evitar caer en una nueva trampa ingeniosa de algún otro Durán Barba: Como esa astucia que les hizo creer al 51 por ciento del país que un Macri sin bigotes se transformaba en otra persona llamada Mauricio.