El caso no puede menos que ser preocupante para cualquiera que conozca la historia de nuestro país, pues hablar sobre la muerte de Mujica sin hablar de su conflictiva relación con López Rega y de los crímenes cometidos por la Alianza Anticomunista Argentina, es cómo contar el cuento de caperucita roja, sin mencionar la existencia del lobo, y solo decir que antes de aparecer muerta, la abuela había reprendido a caperucita por andar vestida de rojo.
Pero es aún más preocupante, que el periodista lo haga bajo el manto de la supuesta objetividad que predica, en lugar de reconocer que lo hace desde su subjetividad que está arto demostrada y se imprime ya desde el titulo de la nota: “Carlos Mugica, la inseguridad, el Che, Mao y Jesucristo” donde Bodean, descontextualiza a Mujica para opinar sin que se note.
Esta vez, usó al fallecido Carlos Mujica, para decir lo que él piensa con frases recortadas que obtuvo de distintas pasajes de un libro, y que no contextualizó con la información suficiente que le permitiera al lector hacer su propia lectura o al menos darse cuenta que se trataba de una opinión solapada.
No es la primera vez que lo hace; ya anteriormente, Bodean había “entrevistado” a un feto que estaba dentro de la panza de su mamá, una nena de 12 años, victima de una violación, a la que no le permitieron practicarse un aborto no punible. El periodista se imaginó un diálogo donde el no-nato le decía que estaba en contra del aborto y que había gente que estaba confundiendo a su mami para que se decidiera de él… y lo publicó como una entrevista.
Como Dice Jean Paul Sastre, “No hablar también es hablar, callarse es gritar”
* Bodean, Es profesor titular de las cátedras de Técnicas de la Comunicación I y Derechos Humanos, en el Instituto de Profesorado Concordia
Debate abierto
No se trata en absoluto de discutir nombres ni apellidos, no es costumbre ni práctica de este medio hacer periodismo de periodistas. De lo que se trata es de discutir ideas, y las editoriales y notas de opinión son eso, ideas, posturas, opiniones, y forman opinión. Es en ese ejercicio ciudadano y sano para la democracia, que considero que no sería justo, sabiendo que esa columna induce a la confusión y que el padre Mujica no puede pedir derecho a réplica, no mostrar la parte de la historia que está faltando. Eso es lo que motiva estas líneas, pero en este caso en particular, la firma del autor nos remite a otro tema de profundo interés social, pues, quien la suscribe, es profesor de la carrera de periodismo, que en nuestra ciudad, solo se dicta en el profesorado del Obispado de Concordia.
Es entonces, una cuestión de todos nosotros, pues es esa matriz, la que se imprime en esa casa de estudios, donde se están formando las próximas generaciones de comunicadores sociales de nuestra ciudad, comunicadores que producen un contenido del que los consumidores finales somos todos nosotros y los que vendrán.
Como lector, me siento menospreciado por un periodismo que hace escuela sosteniendo desde su práctica que es posible contar la historia sin decir que hubo un lobo que se comió a la abuela y también a caperucita. Y me preocupa, que para incidir en la opinión publica a favor de determinados intereses, se menoscabe tan noble oficio, utilizando las mismas prácticas que usaron los medios que ocultaron la represión, los desaparecidos y la tortura durante la dictadura. Lo hacen, ocultando una parte de la historia y lo hacen, desde el lugar de aquel que va venir a contar la verdad.
Aunque en su pluma el periodista intenta parecer desinteresado, objetivo, imparcial, como todos los periodistas de los principales medios ligados a interese corporativos, todo lo que oculta, todo lo que recorta, toda la parte que falta, habla a los gritos…
El tema en cuestión, es que solo los que conocen lo que falta, pueden advertirlo.
En la nota, el periodista señala la frase “Ni Mao ni el Che me llenan el apetito de divinidad”
Es una frase del padre Mujica, si, pero sacada de contexto. Por supuesto que no llenaran su apetito de divinidad dos simples mortales que han luchado por los derechos de la clase trabajadora, porque no son divinos, son solo humanos que hacen, que transforman la realidad, que logran conquistas sociales para sus pueblos, que aportan a la felicidad de miles en la tierra, sin entrar en el debate de los cielos.
Dios en cambio, es el rey de los cielos, el dueño del más allá, y la iglesia católica, pretende ser su embajada en la tierra. Incluso, hay parcelas que se le pueden comprar al Obispado para estar un poquito más cerca Dios cuando llegue la hora de la muerte. Uno puede ir y abonar una cuota para tener asegurado un guiño de San Pedro.
El poder de los medios ha sido siempre el mismo, desde la Biblia a nuestros días, incluso desde antes de la Biblia. Lo que cambian son los medios, pero la practica es la misma.
La Biblia también es un medio de comunicación, y durante siglos la iglesia se encargó de que permaneciera escrita en latín, para que el pueblo no pudiera entenderla; no fue sino hasta la reforma luterana, que obligó al Vaticano a formular una contrarreforma, porque Martín Lutero estaba traduciendo la Biblia al Holandés y otros idiomas.
Es de lo que se trata, de tener un auditorio con fe ciega en lo que una casta dice que es la verdad. Antes los sacerdotes, hoy, tras el avance de la ciencia y los medios, los periodistas.
Es por eso, que las aguas están bien divididas en cuanto a vertientes de pensamiento sobre el periodismo, están los que dicen la verdad y están los que cuentan lo que ven, cómo lo ven y desde donde lo ven. En rigor, todos lo hacen, solo que los primeros, nos hacen creer que hablaron con Dios antes de sentarse a escribir o que son como Dios, capaces de estar en varios lugares al mismo tiempo y poder escapar a sus propias debilidades.
Pues bien, no sé si Dios existe como ser superior sobre todos nosotros, pero también fui a misa y también hice la catequesis, y desde ese lugar, puedo advertir que ocultar la verdad que se conoce, también es mentir, si la parcialidad que se cuenta endilga responsabilidades de unos y deja impunes y sin discusión a los otros. Y eso también es violencia, como lo es tergiversar los dichos de un muerto que no puede pedir derecho a réplica.
Conviene peguntarse ahora, si en su editorial, el profesor de periodismo defiende la fe en Dios contra las ideologías políticas que pudieran confundir el camino de los jóvenes según su visión de las cosas, o si lo que está defendiendo es el poder de la jerarquía eclesiástica a la que responde. Que es además el poder que hace de su visión una verdad revelada.
Conviene preguntarse además, si no nos merecemos los concordienses, un espacio, donde podamos estudiar periodismo con el derecho de pensar distinto, con honestidad ideológica y con debates donde los alumnos puedan participar de los contenidos que están recibiendo, para que el periodismo, que alguna vez García Márquez llamó “el mejor oficio del mundo”, no se termine transformando en una mera técnica y conjunto de habilidades que se vendan como fuerza de trabajo sin derechos de autor ni libertad de expresión, ni libertad de pensar y de hacerse preguntas.
Preguntitas sobre la verdad
Para empezar, aquí van algunas: ¿Que es la verdad? ¿Que es la realidad? ¿Que es la objetividad? Tras el amplio debate de la Ley de Medios Audiovisuales, que duró cuatro años y sigue haciendo ruido, estas tres preguntas ya no tienen inexorablemente la misma respuesta.
El debate, más aún que la ley, hizo pensar y repensar al pueblo argentino y a Latinoamérica, acerca de estos conceptos que durante décadas, sino siglos, tuvieron el poder de los dogmas; es decir, eran indiscutibles. Y es que, para ser el dueño de la verdad, hace falta mucho más que tener razón, hace falta poder. Y el poder, no se concede ni se regala ni se reconoce.
Pero ¿donde está “el poder”? ¿Cual es el poder que imprime en nuestras cabecitas la estampa sagrada de lo que debemos recordar y de lo que debemos olvidar? ¿Quien tiene tamaña responsabilidad y quien podría llevar a cabo semejante tarea sin sentir remordimiento alguno, como para no advertirnos de lo que nos está haciendo? O como para no decirnos que tenemos derecho a dudar de lo que nos está diciendo ¿Cuál es la verdad? ¿La que yo te estoy contando? ¿Porqué la mía es la verdad y no la que cuenta el otro? Como siempre ocurre en lo que a medios respecta, el mayor poder consiste en lo que no se conoce, porque siempre habrá nuevas noticias frescas para ocupar nuestra atención, a fin de que no nos hagamos estas y otras preguntas. El poder está oculto a la vista de todos, porque es información lo que necesitamos para descubrirlo y son los periodistas los que asumimos la responsabilidad de contar aquello que el poder quiere ocultar.