Grata fue la sorpresa ayer, en el día del estudiante, cuando cientos de jóvenes recibieron de manos de sus docentes, con distancia social y barbijo, unos presentes, notas motivadoras y palabras de ánimo.
El gesto, que puede parecer simple, se vio potenciado en el contexto de un año de dificultades, impedimentos y soledades varias.
En las fotos que recorren las redes sociales se puede ver a muchos jóvenes que, con gran emoción y asombro, recibían en las puertas de sus casas, entre sonrisas y lágrimas, a sus profesores en lo que puede ser el primer encuentro cercano de los últimos 6 meses del año.
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Este cronista tuvo la gratificación de abrir la puerta cuando uno de ellos golpeó las manos para ser atendido:
-“Hola, esta es la casa de…”
-“Hola. Sí, pero no se encuentra. ¿En qué la puedo ayudar?»
-“Soy Daniela, la vice de la escuela. Le vengo a traer un regalito.”
-“Ah, pero qué sorpresa, muchas gracias. Se lo voy a dar”
– “¿Y cómo está él?”
– “Anda bien. Empezó un test vocacional. Está contento, con ganas de seguir estudiando. También está conforme con los profes. Le dan clases por zoom, le mandan trabajos y le responden sus dudas. Rindió y sacó la que tenía previa también…”
– “Ay, qué bueno, porque algunos chicos con los que hablé estaban un poco deprimidos. Es el último año y toca esta situación. Qué bueno, me pone muy contenta que esté bien. Dejale un beso de parte mía y de toda la escuela…”
La mujer siguió su marcha, caminando, observando una especie de agenda donde se podía calcular que llevaba las direcciones de los demás chicos que integraban su recorrido.
La sonrisa del pibe, cuando volvió a casa y le entregué el presente de parte de la escuela, decía mucho.
Una caricia para el alma en estos tiempos de desencuentro.