“Mi papá trabajaba en el Banco Nacional de Desarrollo, el primero que privatizó Menem. A los 47 años, con tres hijos, se quedó sin trabajo. Murió a los 54 años de dos infartos, hundido en deudas, después de que el banco nos rematara la casa y el auto. Eso es el menemismo para mí.”
El tuit pertenece al periodista entrerriano, nacido en Diamante, ex redactor de la revista Análisis de Paraná, y actualmente copresentador y editor en El Hilo, también editor de proyectos especiales en El País América. Budasoff fue además director editorial para The New York Times en Español y editor de Etiqueta Negra. También es profesor en la maestría en Periodismo en Políticas Públicas en el CIDE, en Ciudad de México.
La desgracia familiar de este brillante periodista entrerriano es una de las tantas que se pueden contar de «la tragedia menemista» y vuelve a poner luz sobre la desaparecida institución bancaria de capitales nacionales, un ejemplo de las más acertadas decisiones políticas y económicas del país, que fue creada mediante decreto 8537/44 del 3 de abril de ese año, llamándose Banco de Crédito Industrial.
Respondía esta iniciativa a las urgentes necesidades de financiamiento de la industria del país. Pero como sucedió sistemáticamente en la historia de los países en desarrollo, la búsqueda de una autonomía industrial, financiera, encontró fuerte resistencia en los países capitalistas centrales que veían con preocupación la posible competencia de socios menores. A estos países en desarrollo, proveedores de materias primas y alimentos se les aceptó su participación en el comercio mundial como tales, pero nunca como competidores industriales. Por tanto, no fue un accidente el que llevó al BANADE a su cierre definitivo durante la presidencia de Menem y el ministerio de Domingo Cavallo, ya que este objetivo fue una constante en la política de los organismos internacionales como son el Banco Mundial y el FMI.
“Crónica de una entrega”
Antes de esta “derrota” del estado y del país que tuvo colaboradores internos que nunca faltan, hubo una historia de defensa del BANADE por parte de su personal.
La estrategia de los partidarios del achique y cierre de los bancos públicos era avanzar con cautela, pero sin pausa, para instalar en la población la idea de un sistema financiero público ineficiente, que requería su “reestructuración”. De esta forma también preparaban a los políticos, dirigentes gremiales y personal de los bancos para aceptar el tema sin que pareciera un hecho extraño o singular.
El 2 de septiembre de 1986 el diario Clarín informaba en su artículo “Estudian incrementar los negocios de la banca privada”, que el BCRA tiene un paquete de medidas para reducir la presencia de la banca nacional en el sistema financiero, asignando al BANADE una función de fomento del comercio exterior.
El 8 de mayo de 1987 el mismo diario informaba en su artículo “Un crédito externo implicaría liquidar…”, que una misión del Banco Mundial –en el marco del plan Baker– otorgaría un préstamo de U$S 450 millones condicionado a que las autoridades argentinas avancen en un “ajuste estructural” de la banca nacional, eufemismo que se nutría con términos y conceptos como “reestructuración”, “eficiencia”, “saneamiento”, “especialización”, etc.
El 21 de julio de 1987, también Clarín informaba en el artículo “Cada banco con su tema”, la inminente reestructuración de la banca pública y la modificación de la carta orgánica del BANADE.
Aquí ya se avanzaba en un proceso privatizador, de transferencia de funciones y fondos públicos a la banca privada comercial. El artículo señala “Una propuesta que tiende a la privatización de la economía y puede abrir franjas para el sector financiero privado es la intención de transferir cartera de las entidades en liquidación a los bancos”.
El mismo día, el diario La Razón daba cuenta de la conferencia de prensa del ministro de economía del gobierno de Raul Alfonsín, Juan Sourrouille. Allí se exponían “un conjunto de medidas que apuntan a eficientizar la economía…”, entre ellas la necesaria transformación del BANADE en banca mayorista, de manera que sus fondos pasaran a ser administrados por la banca privada.
Los rectores de la economía argentina no quedaron en enunciaciones, sino que procedieron a firmar convenios con los bancos privados, para permitir según sus argumentos, un aprovechamiento geográfico del mayor número de sucursales de bancos privados en todo el país, para “llegar” y asistir con apoyo financiero a todas las pequeñas industrias, aún aquellas ubicadas en los lugares más remotos.
De esta manera el BANADE comenzó a compartir sus fondos con bancos privados ¡y a competir con ellos mismos en la captación de clientes! Por instrucciones superiores, la institución pública Banco Nacional de Desarrollo, cedía gentilmente al sector privado sus recursos, propiciando así su destrucción. Esta realidad superaba holgadamente lo que podrían haber deseado enemigos foráneos.
En el mes de agosto de 1987 se realiza en el BANADE de la ciudad de Tucumán, un curso con la finalidad de instruir al personal técnico y jerárquico de las provincias de Salta, Tucumán, Santiago del Estero, Catamarca, La Rioja y Jujuy sobre aspectos técnicos para hacer partícipe ala banca privada de fondos públicos en los créditos a la industria.
A tal punto llegó la discusión entre los asistentes, que el curso que debía ocuparse de cuestiones operativas y técnicas, terminó con una declaración de todos los presentes de apoyo al BANADE, pidiendo una explicación a las autoridades del banco sobre el nuevo rumbo encarado y solicitando de manera urgente una reunión de delegados con el directorio del banco.
Un estudio realizado en la ciudad de Salta acerca del resultado de compartir los fondos del BANADE con la banca privada para financiar a la industria, se plasmó en un documento que arrojó valiosísima información que confirmó que ninguno de los objetivos que sirvieron de excusa para la firma del convenio privatizador, fue alcanzado.
- La banca privada no se ocupó de atender a la pequeña industria alejada de los centros urbanos y en cambio concentró su cartera en pocos y grandes clientes de las ciudades, privilegiando por tanto un concepto de rentabilidad bancaria en detrimento de la pequeña y mediana industria. Fue BANADE quién continuó apoyando a estos clientes.
- La banca privada no captó nuevos clientes ni diversificó las ramas industriales ya apoyadas por el BANADE, sencillamente procedió a quitarle clientes a partir de exigir a los solicitantes menos información y otorgar créditos en tiempo récord con fondos ajenos que no le generaban riesgo pero sí jugosas comisiones.
- Solicitudes de crédito rechazadas por el BANADE meses antes de la existencia del convenio por no cumplir con las pautas para su otorgamiento, eran aceptadas sin más trámite por la banca privada.
- No se procedió a realizar las auditorías de la banca privada a cargo del BANADE, para evaluar el cumplimiento de los convenios privados.
El resultado del trabajo fue un catalizador para la realización de una asamblea nacional de delegados del BANADE en la ciudad de Buenos Aires, para discutir el desarrollo de hechos que presagiaban un futuro sombrío para la institución, para su personal y para la industria en general.
Conjuntamente con estas medidas, el personal del banco procedía a elaborar aportes y sugerencias a las autoridades para mejorar el desempeño de la institución y exigían cambiar el rumbo que le habían impuesto los funcionarios del ministerio de economía.
En febrero del año 1990 los delegados de bancos oficiales envían carta documento a la Asociación Bancaria, requiriendo la convocatoria inmediata de un congreso del gremio en el que participen todos los delegados de los bancos oficiales del país, para defender a la banca nacional y al BANADE en particular.
El gobierno peronista de Carlos Menem continuó con más éxito que su antecesor radical la tarea de desgaste de la institución bancaria, logrando que el banco dejara de operar ya en el año 1992.
Para destruir al BANADE y privatizar al resto de las empresas públicas, se aplicaron las normativas previstas en los manuales de los think tank del FMI, Banco Mundial y corporaciones de países centrales, aprovechando una coyuntura favorable:
- Ejemplarizador golpe económico al gobierno saliente para marcar el camino al gobierno que asumía la conducción.
- Existencia de un gobierno peronista débil y pusilánime asistido por tecnócratas dispuestos a la entrega de patrimonio nacional.
- La participación activa de los medios de difusión instalando la posibilidad de reestructuración y cierre de entidades financieras oficiales.
- La existencia de lobbies nacionales y extranjeros organizando debates, conferencias, simposios; todos promoviendo el bienestar del país si se privatizaban las empresas y los bancos nacionales.
- Un movimiento sindical fragmentado y quebrado moralmente, dispuesto a entregar lo que debía defender, a cambio de algunos beneficios económicos, recolocaciones, nombramientos, etc.
- El empleo de mecanismos para amedrentar, extorsionar, descalificar a aquellos que se oponían al rumbo fijado por las autoridades.
- Debilitamiento de la institución a través de convenios como el citado de compartir fondos con el sector privado.
Conocemos el final del BANADE, pero nos quedan los antecedentes, la memoria y lucidez, para entender que se debe volver a crear la institución como respuesta a la necesidad de industrialización del país y también como ejemplo de lucha y defensa del patrimonio de todos los argentinos.
Información extraida de “Crónica de una entrega” de Ricardo J. Fornés. Contador (Universidad Nacional de Córdoba). Secretario de LICECOR (Licenciados en Cs. Es. de Córdoba). Auditor externo y evaluador del BANADE de 1983 a 1992. Expositor por el BANADE en el noroeste del país de cursos para el personal jerárquico y administrativo. Ex integrante de la comisión técnica del Consejo de Cs. Económicas de Salta.