Silvana, de 23 años, tiene un hijo de tres. No tiene pareja y vive con su padre y sus hermanos. “Estoy trabajando pero ahora ya terminé. Trabajaba en la cosecha de arándanos y se terminó hace una semana”, contó. “Yo hice los papeles para ir abrir una boca de pagos pero no me aparece como que estoy cargada así que vengo a averiguar porque no estoy cargada”, aseguró Silvana.
Delante de Silvana se encontraba Constanza, de 18 años, madre de una nena de tres años. Hace media hora que estaba formando cola en el mismo lugar y veía que la fila no avanzaba. Constanza es desocupada. “Estaba trabajando en el arándano pero no hay más”, dijo. Hace un mes que dejó la única actividad laboral formal. Informalmente, se la rebusca recolectando basura. “Andaba en un carro a caballo”, dijo. “Se gana poco”, aseguró. Dependiendo de la cantidad de material reciclable que pueda recoger, puede llegar a los $ 20 en un buen día. “Tenés que andar todo el día cargando ramas o lo que sea que hay”, explicó.
Constanza no tiene esposo y vive con su madre en el barrio San Agustín. Su única expectativa en lo inmediato es poder obtener la asignación universal. “Nos dicen que tenemos que averiguar acá y después nos van a decir en que banco cobramos”, dijo. Pero no había hecho el trámite así que probablemente tendrá que esperar un poco más para percibir los $ 180.
La cola había avanzado unos pasos y con ella venía Rita, de 24 años. Su perfil laboral marcaba que había dejado de trabajar cosechadora de arándano. “Presenté la renuncia porque tengo cuatro chicos chiquitos y no puedo trabajar”, admitió. Además dijo que el arándano -“te da linda plata”, reconoció- sólo representa tres o cuatro meses de trabajo en el año. Vive sola con sus cuatros hijos de 6, 5, 3 y 2 años. Alcanzó a trabajar dos semanas -cuatro días figuraban en el recibo- y eso significó un ingreso de $ 280. No tiene otro sustento. “Anduve atrás de la ley 4035, de madre de hijos soltera y no la pude hacer, no tuve oportunidad. No recibo ni un bonito ni nada por el estilo”, indicó.
Rita vive en el barrio José Hernández. Es la segunda vez que concurría al Anses. La anterior había sido el 12 de noviembre. “Me atendieron bien, entregué todos los papeles y ahora vengo a ver si voy a cobrar o que va a pasar conmigo”, dijo. Si la asignación universal no hubiese sido instituida, debería seguir arreglándoselas haciendo changas. “Lavo ropa, vendo ropa también. Trabajo en casa de familia”, dijo. No obstante, aseguró que haciendo esa tarea no llega a los $ 1500 mensuales que se necesitan para un hogar de cuatro personas. “Lo necesito, no es que vengo por venir”, dijo.
La fila avanzaba lentamente y Joanna se había colocado cerca de las 11 de la mañana. Con 20 años y dos hijos a cargo, ya había hecho los trámites y hoy fue al Banco Nación a averiguar que día tenía que cobrar y se enteró que no figuraba en el padrón. Desocupada por el momento, también había trabajado en la cosecha de arándanos. La tarea duró dos meses y el dinero que obtuvo se lo gastó hace tiempo.
A diferencia de las encuestadas anteriores, Joanna está casada y vive en el barrio “La Colina”. Consultada sobre el sustento de vida de su hogar, admitió que su marido “va en el carro a juntar cosas”. No obstante, reconoció que la actividad no es muy lucrativa. “A veces no tenemos ni para comer”, indicó. Como máximo, puede llegar a ganar $ 50 en un día. Pero ahora no pueden salir en el carro porque: “estamos todos inundados allá abajo”. “No se hace nada porque los cartones, todo eso, se mojaron”, indicó. “Ojalá que salga esto así tenemos algo”, se esperanzó Joanna
La mañana transcurría y más gente se sumaba a la cola. Otra mujer llamada Joanna y ex trabajadora del arándano esperaba su turno para acreditar ser madre de un chico de un año y siete meses. Se había enterado por un pariente hacia pocos días y recién hoy iba a hacer los primeros trámites. “Me vine a ver que pasa”, indicó. Había trabajado dos quincenas en la cosecha del comoditie. “Es poco y nada porque donde estábamos trabajando nosotras nos salían con una cosa y al final era otra. Nos pagaron menos de lo que acordamos”, recalcó.
Joanna también está casada pero su marido, obviamente, no tiene trabajo. En consecuencia, un aporte posible, de no obtener la asignación universal, sería trabajar como empleada doméstica. “Iba cada tanto; cuando me llamaban”, admitió.
Recostada contra la puerta de ingreso de una vivienda ubicada por Roque Sáenz Peña se encuentra Luciana. Tiene 31 años y es madre de cuatro hijos -13 años el mayor y un año y medio el menor- subsiste con el Plan Familias porque no tiene pareja que la ayude en la manutención de sus hijos. El Plan reconoce $ 290 mensuales. “Tengo que pagar el agua y la luz. Vivo en Villa Zorraquín y tengo que pagar el agua sino me la cortan. Pago comida y ropa. No me alcanza para nada porque está todo muy caro”, indicó.
Luciana no tiene expectativas de poder obtener un trabajo porque tiene que cuidar a sus hijos. Vive con su padre que también carece de empleo. “Yo tengo que pagar todas las cuentas. Antes tenía ayuda de él pero ahora no. Me ayudaría mucho”, indicó respecto de poder obtener la Asignación.
La fila nunca se termina. Cada cinco minutos, se extiende un poco más. Silvia se sumó a último momento. Madre de cuatro chicos con 32 años, aseguró que no tiene ninguna labor y se define como ama de casa. Está separada y percibía el Plan Familias. Llegó al Anses para saber si tenía que cambiar la tarjeta de pago. Silvia vive en Benito Legerén. Con el Familias: “tenia que pagar la luz y el agua”, sostuvo. Además recibía una tarjeta por “el bajo peso de la nena”. Si bien intentó trabajar en la cosecha del arándano, aseguró que no la llamaron.