Una multitud despidió los restos del fallecido ex presidente Raúl Alfonsín, quien fue sepultado en el cementerio de la Recoleta junto los líderes radicales Hipólito Yrigoyen y Leandro Alem, mientras desde muchos lugares del mundo se seguía elogiando su figura como restaurador de la democracia en Argentina.
En Londres, donde participó de la cumbre del G20, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, quien mantenía una amistad con el líder radical, evocó su figura y recordó que compartieron el «último acto público» de Alfonsín, en la Casa de Gobierno, cuando decidió colocar su busto de ex presidente.
Cristina dijo que sabía que de esa forma «cumplía con algo que todos los argentinos sentíamos en el fondo, la idea indisoluble» de que Alfonsín simbolizaba «el advenimiento de la democracia en Argentina».
El líder radical, de 82 años y que gobernó al país entre 1983 -año en que volvió el país a la democracia- hasta 1989, recibió innumerables de muestras de afecto de miles de personas que se acercaron al Congreso durante más de 25 horas de velatorio.
También fue conmocionante, por la gran cantidad de público, el recorrido que hizo la cureña transportando sus restos mortales hacia el cementerio, y su funeral, en el que sus ocho oradores coincidieron en forma unánime en que se estaba ante el último adiós a un «gran demócrata».
Alfonsín, quien murió el martes a las 20.30 víctima de un cáncer en su domicilio personal, fue despedido «con todos los honores como corresponde a un ex mandatario», por decisión de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, y el Ministerio de Educación de la Nación dispuso que mañana su figura sea recordada en todas las escuelas.
Ni siquiera la pertinaz lluvia que caía sobre Buenos Aires durante las últimas horas del velatorio en el salón Azul del Senado de la Nación, impidió que la gente se acercara a darle su despedida.
Su familia -entre ellos Ricardo Alfonsín, el único de sus hijos que lo siguió en la política- lo acompañó en todo momento. Y recibió, constantemente, innumerables pésames de parientes, amigos, dirigentes, funcionarios y hasta de miles de desconocidos que se acercaron a la capilla ardiente.
El titular del Senado brasileño y quien fuera presidente del país vecino durante parte del mandato de Alfonsín, José Sarney, dijo, al despedirlo en el Congreso: «»Estoy aquí en carácter de representante del presidente Lula da Silva, como jefe de la delegación de Brasil, con el corazón herido de un amigo, uno de los hombres públicos más importantes de América».
«El coraje, la visión de estadista de Alfonsín abrieron caminos para los cambios que marcaron profundamente no solo a la Argentina sino a toda la América Latina», expuso Sarney, y recordó que en su primera conversación con el líder radical en Misiones coincidieron en que era «un error histórico la competencia entre Brasil y Argentina» y en que había que «cambiar el rumbo de la historia de nuestros continentes».
«Esos fueron los acuerdos básicos que sirvieron a la construcción política de hoy», enfatizó el parlamentario brasileño, en lo que finalmente fue el embrión de la creación del Mercado Común del Sur (Mercosur). Víctor Martínez, el vicepresidente durante su gobierno, expresó que con su muerte «se ha abierto el libro de un legado imperecedero».