El trabajador salió de su casa a las 6 de la mañana, y al llegar a la Escuela Hogar fue reducido por un par de personas que lo seguían en un automóvil. Tras golpearlo y maniatarlo lo cegaron con un líquido.
Luego de un trayecto de varios minutos en el auto, llegaron a un lugar donde la víctima fue encerrada en una habitación tipo calabozo. Vartorelli comentó que el denunciante asegura “haber sido arrojado a una celda con una puerta pesada que sólo dejaba pasar por una rendija un pequeño halo de luz. Estuvo varias horas, y lo ataron de las manos, con un trapo, desde el techo”.
En el lugar, luego de preguntarle sus datos filiatorios, dónde vivía y cómo se componía su grupo familiar, fue sometido a torturas. “Con una vara se lo castigaba por la espalda y otras partes del cuerpo, se lo golpeó en los riñones, y además se le cortó el pelo con un cuchillo”, detalló el letrado, para agregar que en “un determinado momento le quitaron las zapatillas y nuevamente le echaron el líquido para que no pudiera ver. Luego lo maniataron y lo golpearon con otros elementos”.
Los tormentos se incrementaron con el fin de atemorizarlo. “Lo tiraron sobre el piso para pincharlo con algo que él no veía”, narraron.
Con posterioridad supo que lo habían tatuado con un objeto punzante. Le inscribieron en el brazo derecho la palabra “caco”, que es sinónimo de delincuente en la jerga policial.
Tras estar gran parte del día en cautiverio, fue liberado y abandonado en cercanías de Colonia Avellaneda sin recibir mayores explicaciones, desorientado, golpeado y aturdido. Luego de sugerirle “que le sirviera de experiencia” y advertirle que no denunciara la situación, le entregaron la motocicleta, con la cual emprendió el regreso.
Vartorelli dijo que “el hecho tiene características que recuerdan el accionar de los grupos nazis que humillaban a quienes consideraban sus enemigos, como ser los judíos, gitanos u homosexuales”. Además consideró que “es necesario procurar que este gravísimo hecho se esclarezca y evitar que casos similares se repitan en el futuro”.
El abogado indicó que “el juez Toloy ordenó practicarle a la víctima medidas profilácticas, como son la realización de estudios tendientes a corroborar o descartar la eventual transmisión de enfermedades infecto-contagiosas como el sida, ya que en el tatuaje se usó un elemento punzante”.
Por las características del hecho, por los movimientos, y por conocer la vida del albañil, los abogados y la víctima consideran que el “levantamiento” ilegal y el trasladado a un lugar clandestino fue efectuado por hombres ligados con la fuerza policial.
Debido a la edad del involucrado y por la propia investigación, se solicitó no difundir los datos personales, ni publicar su fotografía.