Por: Fosforito
¡Sí, ganamos!… Sin embargo el paladar sabe amargo y la garganta se siente carrasposa. Ganamos, pero el tamaño del opositor – y todo lo que representa- nos da comezón.
Algunos teníamos la ingenua ilusión de que se podía enterrar al neoliberalismo en estas elecciones. El partido de la derecha neoliberal fue derrotado y quedó tambaleante en medio de una crisis interna típica de los que pierden, pero con un capital electoral y una maquinaria económica y mediática a fin a los mismos sentires e intereses que nos deja cierta inquietud hacia el futuro. La amenaza sigue en pie a pesar de retirarse dejando una de las mayores catástrofes económicas y sociales que se recuerde.
A pesar de todo el desastre 4 de 10 argentinos los avala.
- Pero supo pedir perdón, Fósforito. Dijo que los había escuchado. Le habrán creído.
- Tal vez necesitaban creerle… confirmar sus prejuicios.
Los que votaron al partido neoliberal, lo sepan o no, lo quieran o no, apoyaron un proyecto de país que iba encaminado al modelo chileno que, ayer nomás, era considerado el paraíso neoliberal de américa latina.
El grano purulento les reventó en la cara a días de las elecciones y no produjo escarmiento alguno en dirigentes ni seguidores. El modelo chileno tan elogiado hasta el hartazgo y propuesto como ejemplo a seguir: Cuatro familias y cuatro multinacionales dueñas de casi todo. En que el 1 por ciento acumula casi un 30 por ciento de la riqueza del país. Gobernado por un presidente cuya fortuna roza los 3000 millones de dólares. Una plutocracia, un gobierno de ricos bajo la custodia de un poder militar con enormes privilegios que hace de sheriff del status quo. Para el resto de la gente sólo penurias y deudas. Chile es uno de los países con la tasa de endeudamiento familiar más alta del mundo.
Las elecciones en nuestro país dejaron a la vista a una nueva mayoría, oscilante, pero definida. Mezcla de brutos e ignorantes, de frívolos e indolentes, de cínicos y racistas. Una mayoría cuyo voto responde a ciertos anhelos y proyecciones de sí mismos mayormente contradictorias a la clase socioeconómica a la que pertenece. Su voto tiene que ver con el pedacito de mundo que ven y, sobre todo, con la confirmación de los prejuicios sobre las verdades constatables. Con cuestiones intangibles que escapan a la ideología de los pesos y centavos.
Nosotros volvimos cuando nos daban por muertos. Ganamos una elección cuando hasta hace seis meses ni candidato teníamos. Obtuvimos una victoria nítida, transparente, inapelable. Cruzamos el disco superando al oponente por varias cabezas después de que nuestra extraordinaria yegua atropellara desde atrás llevando un jinete inesperado, pero oportuno (otra vez el efecto sorpresa metiéndose en la historia argentina como Néstor en 2003)
Volvimos porque la mayoría de nuestros compatriotas no comen vidrio, ni asfalto.
Ellos son 4 de cada 10. El bipartidismo volvió a la Argentina. El partido neoliberal ha demostrado saber cómo jugar el juego político, armar la rosca, bajar al llano y, sobre todo, no tener puritos para desplegar artillería de la peor calaña para intentar borrar del mapa a sus opositores. Ellos no se van a quedar cruzados de brazos. Ellos también intentaran volver.
Volver para ser mejores no deberá ser sólo un buen slogan. Deberá ser una cuestión de supervivencia.
