Un héroe olvidado

Este héroe, nació en Buenos Aires en el año 1798. Durante su infancia, su familia regresó a España, donde hizo sus primeros estudios, ya orientados a las matemáticas. Junto a su padre, el capitán Francisco Chilavert, viajó en 1812 de regreso a Bs. As., en la fragata inglesa “George Cannig”, junto a otros ilustres viajeros, como San Martín, Alvear, Arellano, Zapiola, Francisco Vera y otros, que “sintiendo” el llamado de su patria, venían a ofrecer sus servicios para intervenir en la gesta libertadora.

En Buenos Aires, prosigue sus estudios, luego se incorpora como cadete del Regimiento de Granaderos de Infantería, donde obtiene el grado de subteniente de artillería. Siempre junto a Alvear, luchó en Cañada de la Cruz y en Pavón, terminó exiliado en Montevideo desde donde regresó a Buenos Aires en 1821, renunciando al ejército para completar sus estudios de ingeniería. Es en ese momento donde conoce a Don Felipe Senillosa, matemático español, fundador de la Academia de Matemáticas, que ese mismo año fue anexada a la universidad de Buenos Aires. En 1824, ya ingeniero, a las órdenes de Senillosa, participa de la fundación de Bahía Blanca y del trazado de la Línea de Frontera.

Como casi no podía ser de otra manera, este hombre, dueño de una importante formación cultural, adhiere al liberalismo, que fundamentalmente pregonaba la libertad individual y todas las libertades esenciales, que le son inherentes al ser humano, por lo tanto, participa de esas ideas y de muchas acciones de los liberales del Rio de la Plata.

En 1826, al comenzar la guerra contra el Imperio de Brasil, se reincorporó al ejército, donde alcanzó el grado de Sargento Mayor de Artillería. Dirigió una batería emplazada en el rio Paraná, peleó en el sur de Brasil y participó en la memorable batalla de Ituzaingó. Peleó en la desembocadura del rio Salado durante una avanzada brasilera y también en las Misiones Orientales junto a las tropas de Fructuoso Rivera, ahí se encontraba cuando lo sorprendió la vergonzosa “paz” firmada por Rivadavia con el imperio de Brasil.  

Al regresar a Bs. As., ya se había producido la revolución de diciembre de 1828, en la que Juan Lavalle derrocó y fusiló a Manuel Dorrego. Políticamente, era un decidido unitario, se unió a las tropas de Lavalle y fue uno de los jefes de artillería cuando la derrota del Puente Márquez. Desde ahí siguió a Lavalle, (a quien consideraba su jefe natural), al destierro en Uruguay. Desde entonces, fue jefe de artillería de los ejércitos de Fructuoso Rivera. Además y dada su cultura, ofició como diplomático en reuniones con los representantes franceses y brasileros. Durante su participación en estas conversaciones, fue tomando conciencia de la enorme dependencia de Lavalle y sus amigos de las potencias extranjeras, esto le trajo continuas discusiones con su propio jefe, pese a lo cual siguió a Lavalle en su invasión a Entre Ríos en julio de 1839 como jefe de estado mayor y de la artillería.  Pero las discusiones con Lavalle se intensificaron y este general, terminó acusándolo de indisciplina. Pasó entonces, a pelear al lado de Rivera, al que sin embargo le escribía: “Hace tiempo que veo que la guerra que Ud. hace no es a Rosas sino a la República Argentina, ya que su lucha es una cadena de coaliciones con el extranjero. De resultas de ello Argentina ha sido ultrajada en su soberanía, favoreciendo esto a Rosas ya que la opinión pública ve amenazada la Patria”

Pero chocaba constantemente con los jefes de la plaza, especialmente, con el general Pacheco y Obes, cuyas medidas de guerra comentaba y censuraba públicamente, su presencia llegó a ser incómoda y difícil y hasta se le atribuyeron propósitos contrarios a la causa; se le puso arresto, pero a los pocos días logró fugarse de la plaza, emigrando al Brasil, de donde expresó su protesta por la forma injusta en que había sido tratado.

Durante esta, su última etapa de exilio, se enteró de que la flota anglo-francesa había atacado el territorio argentino, generando la célebre batalla de “La Vuelta de Obligado”, (20/11/1845) y aunque seguía siendo opositor al gobierno de Rosas, en abril de 1846 le ofreció sus servicios, "por ser opuesto a mis principios combatir contra mi país unido a fuerzas extranjeras, sea cual fuera la naturaleza del gobierno que lo rige"

El 11 de mayo del año 1846, desde San Lorenzo (Río Grande) Chilavert le escribía al general Oribe, pidiendo el honor de servir a su patria, en los términos siguientes:
“En todas las posiciones en que el destino me ha colocado, el amor a mi país ha sido el sentimiento más enérgico de mi corazón. Su honor y su dignidad me merecen religioso respeto. Considero el más espantoso crimen llevar contra él las armas del extranjero. Vergüenza y oprobio recogerá el que así proceda; y en su conciencia llevará eternamente un acusador implacable que sin cesar le repetirá: traidor! traidor! Traidor!

Totalmente convencido de que el accionar de los unitarios del Rio de la Plata, en complicidad con las fuerzas inglesas y francesas había sido y lo seguía siendo, una total traición a su patria escribe:El cañón de Obligado contestó a tan insolentes provocaciones.” Prosigue su carta con poéticas palabras, pero de exactísimo significado: Su estruendo resonó en mi corazón. Desde ese instante un solo deseo me anima: el de servir a mi patria en esta lucha de justicia y de gloria para ella. Era evidente que ese estruendo, hizo vibrar sus íntimas convicciones y ya no tuvo duda alguna y le escribirá a Oribe: Al ofrecer al gobierno de mi país mis débiles servicios por la benévola mediación de V.E., nada me reservo. Lo único que pido es que se me conceda el más completo y silencioso olvido sobre lo pasado.”

En 1851 comandaba el Regimiento de artillería ligera. En octubre de ese año, con muchos otros jefes, reiteró su adhesión al Gobierno de Rosas, amenazado por el pronunciamiento de Urquiza.

Son más que conocidos los pormenores de la Batalla de Caseros, muy discutidos los “errores” de las fuerzas de Rosas, en esa batalla contra el Ejercito Grande, que incluía importante y poderosa ayuda por parte del Imperio de Brasil. (Hombres, armas, artillería y dinero). La derrota del ejército de Rosas fue contundente. Chilavert peleo hasta el último proyectil, cuando se terminaron estos, cargó sus cañones totalmente recalentados, con piedras recolectadas en ese lugar y en persona, disparó el último cañonazo, luego se sentó a fumar esperando por sus captores, quienes lo llevaron a la presencia de Urquiza. Como este encuentro entre el general vencedor y uno de sus vencidos, no registra testigos, algunos historiadores, han tratado de imaginar los diálogos entrambos, pero nosotros los omitiremos por respecto a la verdad histórica. Su resultado, (obvio por otra parte), fue la decisión de Urquiza de fusilarlo por la espalda. 

Martiniano Chilavert fue un paradigma de héroe, porque a su valor y coraje personal (que en esas épocas era indispensable), también unió a su talento, una preparación profesional, casi científica, que hizo de él, un artillero excepcional, sobre todo en un momento de la historia en que no abundaban tales personajes. Sin embargo, nuestra historia, la “historia oficial”, puso en práctica el remanido y abominable método de borrar de sus anales la memoria de este héroe, (como en otros centenares de casos), porque para ellos Chilavert, defeccionó del partido liberal…y sobre todo, porque tuvo la dignidad de respetar al suelo y a la gente que lo vio nacer… La suficiente para no actuar como un traidor a su Patria…

 

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