“En la faz civil es un método más, no es el único, no es un método inviolable, pero es un método más de seguridad que, junto con el botón antipánico, pueden proveer mayor seguridad”, indicó el funcionario judicial.
Hace un año se aprobaron en la Legislatura dos proyectos que apuntan dar herramientas para dar protección a las víctimas de violencia de género mediante botones antipánico y pulseras magneticas. La “pulsera magnética” es considerada una opción incluso superadora al botón anti pánico: se puede utilizar en forma complementaria para dar aviso y alarma ante la presencia del golpeador, cuando se produzca una violación del espacio de restricción ordenado al agresor, ya que la señal de la pulsera dará de inmediato notificación a las autoridades de aplicación, con independencia de la actitud o actividad de la víctima.
Pero en la faz penal aún no se ha implementado. Giorgio remarcó que sería una muy buena medida para aplicarse en Tribunales para imputados de delitos que no son graves. En ese sentido, mencionó que la posibilidad de poder contar con ese método para dejar en prisión domiciliaria con ese dispositivo los favorece en varios aspectos.
El primero de ellos es el familiar porque el imputado mantiene la convivencia con sus seres queridos. Más aún si tiene hijos chicos. En segundo lugar, se favorece en el plano laboral dado que no pierde el trabajo mientras se desarrolla la investigación. Máxime si al final del proceso judicial no corresponde una pena de cumplimiento efectivo.
Y, en tercer lugar, la provincia se beneficia en el aspecto económico. Giorgio sostuvo que se puede ahorrar mucho dinero. A la provincia cada interno le cuesta alrededor de $ 30.000 mensuales. En cambio, el costo de adquisición de una pulsera es de $ 3.000. Y el costo de mantenimiento podría rondar los $ 1.000 mensuales. En 12 meses, si se otorgase prisión domiciliaria a 100 imputados, la Provincia se ahorraría $ 35 millones. Esos recursos se podrían invertir en construir nuevos establecimientos penitenciarios o mejorar las cárceles existentes. “Es n método muy factible, muy económico. No entiendo porque todavía no se ha implementado”, dijo.
A ello hay que añadir que comenzaría a descomprimirse la sobrepoblacion carcelaria de la provincia, una situacion que se abordó la semana pasada en DIARIOJUNIO (http://www.diariojunio.com.ar/noticia.php?noticia=84632).
En la parte operativa, el defensor dijo que se trata de un sistema muy seguro dado que se imponen lugares por donde la persona puede recorrer para ir de su casa al trabajo y un camino alternativo en caso de estar bloqueado el primer corredor. Si se desvía, se activa una alarma que deja registrado la violación de la prisión domiciliaria. En ese momento, la prisión domiciliaria se transforma en prisión efectiva.
Al respecto, dijo que se están terminando de confeccionar los primeros proyectos para luego comenzar con las pruebas. Todo se estructura en base al sistema gps como los que tiene cualquier celular. Se establece una zona perimetral en la casa y si la persona que porta la pulsera se mueve por fuera de la misma suena una alarma. “Además se establece que a tal hora sale para ir a tal lado, tiene que ir por tal lado, tiene que llegar y volver y si el gps no sale, no viene, se desvía o se escapa del destino, salta un mensaje de alarma. Y si se corta, salta también el mensaje”, indicó. Si se cae el sistema, suena la alarma de igual modo y la policía debe concurrir al domicilio para corroborar que el imputado este allí. De hecho, los controles se deben realizar igual, recalcó Giorgio.
¿Cuál es la duda? Dejar en libertad a personas que luego puedan aprovechar el sistema para cometer un delito. En la sociedad está fresco el caso de Micaela García, la joven de 21 años que fue hallada sin vida en una estancia en Gualeguay en abril pasado luego de ser violada y asesinada por Sebastián Wagner. Wagner estaba condenado a nueve años de prisión por dos violaciones pero en libertad al momento del crimen de Micaela por el beneficio otorgado por el juez de Ejecución Penal, Carlos Rossi.
Giorgio dijo que es imposible asegurar que, con una tobillera electrónica, no hubiese sucedido el hecho. No es un dispositivo infalible. Pero hubiese sido una barrera más tendiente a que eso no suceda. En el momento en que Wagner se sacado el dispositivo, hubiera sonado una alarma y la policía tendría que comenzar a buscarlo desde ese mismo instante. En caso de que no se hubiera forzado la pulsera, también hubiese sonado un alerta dando cuenta de que estaba en un lugar alejado de donde debería. “Es un método más. No es inviolable”, aclaró.