El escrito del abogado, enviado mientras la ejecución estaba en marcha, dice así: "La Ejecución de Joseph Rudolph Wood III comenzó a la 1:52 de la tarde [hora local, nueve horas más en la España peninsular]. A la 1:57, el Sr. Wood fue declarado sedado. A las 2:03 su boca se movió. El Sr. Wood ha continuado respirando desde ese momento. Ha estado jadeando y resoplando durante más de una hora. A las 3:02, el personal volvió a comprobar la sedación. Todavía está vivo. Esta ejecución ha violado el derecho de la Octava Enmienda del Sr. Wood a ser ejecutado sin crueldad. Respetuosamente, solicitamos que se utilice el protocolo de salvamento".
El recurso de emergencia fue rechazado y el procedimiento continuó. El fiscal general de Arizona informó de la muerte de Wood a las 15:49, dos horas después de tumbarse en la camilla. Una ejecución por inyección letal debe durar unos 10 minutos.
"He visto muchas ejecuciones antes y nunca había visto nada como esto", dijo Dale Baich, uno de los abogados de Wood, al diario The Washington Post. "Tampoco había visto nunca una ejecución tan larga".
Un reportero de la agencia Associated Press que presenció la ejecución aseguró que Wood boqueó más de 600 veces antes de morir. Familiares de las víctimas, citados por la misma agencia, dijeron que no tenían ningún problema con la forma en que se había llevado a cabo la ejecución.
Wood recibió dos condenas a muerte en 1991 por sendos asesinatos. El 7 de agosto de 1989, mató a tiros a su novia, Debra Dietz, y al padre de esta, Eugene, en la tienda en la que trabajaban en Tucson. Fue detenido tras un tiroteo con la policía.
La ejecución de Wood fue programada en abril y las autoridades de Arizona comunicaron que se haría utilizando los sedantes Midalozan e Hydromorphone. Esta es la misma combinación de medicamentos utilizada en la ejecución de Dennis McGuire el pasado enero en Ohio, que tardó media hora de agonía en morir. Es la ejecución más larga de la historia de Ohio. Tras aquello, el sistema de ejecuciones en el Estado se encuentra en revisión y las ejecuciones suspendidas al menos hasta agosto.
Este mismo sedante fue el primero de los tres medicamentos administrados a Clayton Lockett el pasado mayo en Oklahoma. El reo tardó tres cuartos de hora en morir en medio de una agonía espantosa que el director de prisiones del Estado puso por escrito. La prisión aceptó parar el procedimiento ante lo que estaba pasando, pero Lockett murió de un ataque al corazón. El sistema se encuentra en revisión y las ejecuciónes suspendidas al menos hasta noviembre.
En un escueto comunicado, la gobernadora de Arizona, Jan Brewer, aseguró que estaba "preocupada por la tardanza del protocolo de fármacos en completar la ejecución legal del condenado por doble asesinato Joseph Wood". "Hoy se ha hecho justicia, pero he ordenado una revisión completa del proceso", añade. El comunicado finaliza diciendo: "Una cosa es cierta, sin embargo, el reo Wood murió de forma legal y según testigos y los registros médicos no sufrió. Esto es, en comparación con el espantoso y despiadado sufrimiento que infligió a sus dos víctimas y el sufrimiento de por vida causado a sus familias".
La defensa de Wood trató de frenar la ejecución pidiendo más información sobre el procedimiento de la inyección letal, como la cualificación de los verdugos o el nombre del fabricante de los fármacos. Una Corte de Apelaciones aceptó el recurso y pidió más información a Arizona. El martes, la Corte Suprema de EE UU rechazó revisar el caso y permitió a Arizona seguir adelante con la ejecución.
El argumento de la transparencia está siendo utilizado por muchos reos, especialmente tras la desastrosa ejecución de Lockett en Oklahoma. En mayo, los abogados de Robert Campbell, condenado a muerte en Texas, trataron de frenar la ejecución con este argumento, en un recurso en el que pedían este tipo de información para asegurar el derecho de su cliente a no sufrir una agonía como la de Lockett. La Corte de Apelaciones corespondiente rechazó el recurso, que de haber prosperado podía haber sido una poderosa herramienta legal para revisar el sistema de ejecuciones en Texas.
La última vez que un preso tardó dos horas en morir fue en mayo de 2007 en Ohio, pero por razones muy diferentes. El reo, Christopher Newton, pesaba 120 kilos. Los practicantes tuvieron que pincharle 10 veces hasta que consiguieron administrarle los fármacos letales. Durante ese tiempo, estuvo hablando y bromeando con los guardias. En un momento dado, se le permitió ir al baño en mitad de su propia ejecución.