miércoles 15 de octubre de 2025

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Triunfo continental

A pocas horas de la trascendental elección, decía en mi nota “Batallas Sudamericanas”: “El 7 de octubre son las elecciones presidenciales en Venezuela. ……No sólo está en juego la suerte de Venezuela, sino también una parte sustancial del proyecto latinoamericano. Nadie como Chávez tiene conciencia de la necesidad de concretar el proyecto de la unidad latinoamericana, el más revolucionario del siglo XIX y que es fundamental en el siglo XXI. Con una oposición unida y con el establishment económico detrás, con los medios hegemónicos de todo el continente movilizados en su contra y con EE.UU tratando de recuperar un espacio fundamental para su abastecimiento, Chávez lucha contra ese conglomerado y contra su cáncer.

Contra ese poderoso contubernio se levantan los enormes avances concretados en estos años. Cuenta Ignacio Ramonet: “La gran fuerza del presidente Chávez es que su acción concierne ante todo a lo social (salud, alimentación, educación, vivienda), lo que más interesa a los venezolanos humildes (75% de la población). Consagra el 42,5% del presupuesto del Estado a las inversiones sociales. Ha dividido por la mitad la tasa de mortalidad infantil. Erradicado el analfabetismo. Ha multiplicado por cinco el número de maestros en las escuelas públicas (de 65.000 a 350.000). Venezuela es hoy el segundo país en la región con mayor número de estudiantes matriculados en educación superior (83% detrás de Cuba pero delante de la Argentina, Uruguay y Chile, y es quinto a escala mundial, superando a Estados Unidos, Japón, China, Reino Unido, Francia y España). El gobierno bolivariano ha generado la sanidad y la educación gratuitas, ha multiplicado la construcción de viviendas, ha elevado el salario mínimo…, ha mejorado las infraestructuras de los hospitales, ofrece a las familias modestas alimentos mediante el sistema Mercal, un 60 % más baratos que en los supermercados privados, ha limitado el latifundio, ha duplicado la producción de alimentos…, ha reducido la desigualdad, ha disminuido la deuda externa.”
Ante todos estos avances, hay debilidades que se manifiestan en una inflación, inseguridad y corrupción elevada, limitaciones poco justificables en materia de soberanía alimentaria, ineficiencias burocráticas y un proceso que depende vitalmente de la presencia de Chávez. Pero será difícil que alguien que fue atendido por un médico por primera vez en su vida, que accedió a una consulta odontológica, obtuvo su primer par de anteojos, todo en forma gratuita, accedió a una vivienda digna, totalmente equipada, lo olvide al entrar al cuarto oscuro, donde los humildes, los postergados, los explotados, los excluidos, no son ingratos.”

Los veedores internacionales, la oposición interna, habían proclamado en las horas previas al escrutinio que la elección había sido impecable. Tal vez pensando en su victoria, situación similar a la enarbolada por la Unión Democrática en la Argentina en las históricas elecciones del 24 de febrero de 1946, que concluyeron con el triunfo de Perón.
Hoy herederos de aquella entente reaccionaria como Eduardo Amadeo, Federico Pinedo, Patricia Bullrich, Gabriela Michetti, concurrieron a Venezuela con la esperanza que la derrota de Chávez fortificara la unidad de de la oposición dispersa, mantenida en terapia intensiva por los medios dominantes y precipitara el fin anticipado del gobierno de Cristina Fernández.

Anoche seguramente Simón Bolívar, desde su gloria eterna, celebró que dos siglos después, él no había “arado en el mar”. Le hace en la excelsa compañía de San Martín, de O`Higgins, de Belgrano, de Sucre, de Artigas, de Mariano Moreno, de Morazan, de Solano López, de Felipe Varela, del Chacho Peñaloza, de Sandino, de Bernardo de Monteagudo, de Manuel Ugarte, de Perón, de J.A Ramos, de Velazco Alvarado, de Salvador Allende, de J.E Spilimbergo, de Emiliano Zapata, de tantos otros patriotas que lucharon por los Estados Unidos de Méjico hasta Tierra del Fuego. Los que fueron algunos asesinados, casi todos exiliados e inexorablemente denostados.

Una batalla ganada de una lucha inacabada. Con avances y retrocesos. Con millones de latinoamericanos que celebramos con un llanto contenido que se derrama por los ojos. Y con el recuerdo de las memorables palabras de Salvador Allende a minutos de suicidarse: “…no se detienen los procesos sociales ni con el crimen ni con la fuerza. La historia es nuestra y la hacen los pueblos… mi voz será acallada y su metal tranquilo ya no llegará a ustedes. No importa. La seguirán oyendo. Siempre estaré junto a ustedes. Por lo menos mi recuerdo será el de un hombre digno que fue leal con la Patria….. Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor.”

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