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Trasplantes: qué pasa con las donaciones y las operaciones en la pandemia

Mientras la pandemia sigue su curso y las rutinas cotidianas se mecen al ritmo de números de contagio que deciden encierros o reaperturas, en Argentina hay 7163 personas para quienes el tiempo pasa distinto. Son pacientes, están a la espera de un órgano que les permita seguir, desde un lugar diferente, con sus vidas. A esa lista, en la que hay mujeres y varones de todo el país, de todas las edades, se la puede leer como contraparte de otro registro, el de quienes en pleno aislamiento social, preventivo y obligatorio, finalmente accedieron al trasplante.

Desde el 20 de marzo, se realizaron “128 procesos de donación de órganos y tejidos” en 17 jurisdicciones de todo el país, detalló el Incucai ante una consulta de este diario. Esos números se traducen en que a 300 pacientes les cambió la vida porque pudieron acceder al órgano que necesitaban y que otras personas les legaron, gracias al marco legal actual –en el que rige la ley de donante presunto–, pero también a que oportunamente habían contado a sus familiares y amigos que esa, la de donar, era su voluntad.

Los especialistas aseguran que el contexto sanitario no impidió la.realización de trasplantes ni modificó el ritmo de donaciones de órganos, aunque sí alteró levemente el de intervenciones, por las disposiciones tomadas respecto de los quirófanos y cirugías programadas. La clave para sostener las ablaciones y los trasplantes, detallaron fuentes del organismo, fue que la covid-19 impactó primero en Europa: eso permitió a las autoridades sanitarias locales prever “medidas para que la Argentina pudiera adaptar el sistema y así mantener la actividad de procuración y trasplante”, en momentos de cierre de fronteras. Para que nada cambie y las esperas sean lo más breves posible, sí debieron cambiar algunos recaudos en cuestiones de transporte y logística, a lo que se sumaron protocolos específicos elaborados en coordinación con sociedades científicas, como la Sociedad Argentina de Infectología (SADI) y la Sociedad Argentina de Trasplantes (SAT).

Que el tiempo pase

Cerca, sobre una mesa baja, armó un pequeño altar. “Es un altar pagano, que más que con una cuestión ritual religiosa tiene que ver con una cuestión amistosa: cada objeto es un deseo de quien me lo mandó para que este momento pase. Está en una mesita, y le hice una especie de retablo”, describe el periodista Diego Rojas desde la casa de sus padres, a la que a sus 43 años convirtió en refugio de la espera cuando el médico le notificó que precisa un trasplante. Con Rojas, esperan veinte objetos, como “ovejitas negras y una oveja blanca, a lo que se pone en las puertas de hogares judíos; una mezuzá de las que se adhieren en el umbral de las puertas de quienes profesan el judaísmo; una libretita; un chanchito; unas piedras; una vela robada de Notre Dame antes del incendio”. También hay “un muñequito de superhéroe, que lo desconozco, pero sé que es muy fuerte, porque me lo mandó el hijo de un amigo y dijo que me entregaba a su superhéroe más fuerte para que me ayudara en la espera”.

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