Antes de seguir, expreso que estoy en desacuerdo en un todo con estos tipos de historias contadas de una forma novelesca, románticas y queriendo darlas como un ejemplo a imitar. El niño debe estudiar y jugar y si esto no es así la culpa es de nosotros los mayores de edad.
No solo eso, que es una inmoralidad que un niño trabaje, sino que es un delito penal que se encuentra regulado en la Ley 26.390. Pero estas líneas no intentan ser un decálogo o un estudio exegético de la ley sino de una reflexión, porque de última las conductas y comportamientos sociales son los que recepta toda norma jurídica.
No vaya a ser cosas que este mundo, que se ha deshumanizado y girado hacia derecha, cambie la norma y el trabajo infantil sea contemplado en el derecho positivo.
Es más, al parecer esa conducta ha sido aceptada por los órganos municipales, provinciales y nacionales que se dedican a proteger al niño por que no hubo ningún abordaje en ese sentido, o por lo menos no se ha publicitado. Y la justicia menos aún, que se encuentra abocado, sin cesar, a perseguir a los “caras de expedientes”.
La Comisión Nacional para la erradicación del Trabajo Infantil (CONAETI) define el trabajo infantil como toda actividad económica y/o estrategia de supervivencia, remunerada o no, realizada por niños y niñas, por debajo de la edad mínima de admisión al empleo o trabajo, o que no han finalizado la escolaridad obligatoria o que no ha cumplido los 18 años si se trata de trabajo peligroso. Puede haber excepciones para que laboren los menores de 18, pero estas son mínimas y de ninguna manera un menor de 14 años puede trabajar.
Me animo a afirmar que el trabajo de los niños/as y adolescentes crea escenarios que quebrantan el derecho a la salud, la educación, la crianza, al juego, la inocencia y la normal socialización de los niños, reproduciendo condiciones de desigualdad social en los procesos de inclusión social y en las oportunidades de bienestar inmediatas y futuras.
Esta problemática social se da por un cóctel de múltiples factores de orden económico, políticos y culturales.
El factor económico es el elemento sobresaliente que conduce a que en una sociedad exista el trabajo infantil. La escasez de empleo, la precarización laboral, la falta de competitividad, la ausencia de un derecho laboral global, la primarización laboral, Concordia paladín del trabajo sin valor agregado, la apertura irrestricta a los mercados internacionales, el intercambio comercial irrestricto con sociedades de diferentes culturas y la distribución inequitativa de los ingresos y la riqueza ha desembocado ineludiblemente en que un parte significativa de la población argentina viva en la pobreza. Esto inexcusablemente obliga a los grupos familiares a recurrir a estrategias de subsistencias y entre ellas a la utilización de los niños/as como fuente de ingresos económicos el grupo familiar.
Factores Políticos, la inestabilidad y la insuficiencia de las políticas públicas efectivas para revertir los procesos de pauperización, no solo priva a los niños de sus derechos, sino que hace proseguir un círculo vicioso de la pobreza para esos sectores. Un apropiado control de los lugares de trabajo y de la mano del cumplimiento de la normativa imperante, programas de becas, incentivos, traslados, subsidios escolares son algunas de las medidas de gobierno que van en la dirección de terminar con el trabajo infantil. Esto no es otra cosa que un estado presente, también en este tema. Es dable advertir que la palabra o frase “un estado presente” no es solo un eslogan, sino que tiene un alto significado en esta problemática. Como así tampoco debemos tenerle miedo a esta frase, si reparamos que vivimos en un sistema democrático y de alternancias de nuestros gobernantes.
En este sentido se expresó el pensador materialista Hobbes (siglo XVII) “el hombre lobo del hombre” y es por ello que un estado presente o fuerte viene a atemperar las mezquindades del individuo en favor del conjunto de la sociedad y por consiguientes de los niños y niñas.
El estado presente requiere, sin lugar a duda, de personal capacitado y compenetrado en esta problemática, elaborando políticas públicas que vayan en esa dirección. Pero si los mismos funcionarios apoyan o ven con buenos ojos el trabajo infantil, la erradicación de este flagelo se vuelve materialmente imposible.
Factores Culturales: Creo que este es uno de los factores más importante a vencer para la erradicación de este problema, los cuales legitiman socialmente esta conducta del trabajo infantil. Es más, en gran parte de la sociedad está visto positivamente el trabajo de los niños, considerándolas como parte de un proceso de socialización. Se llega al extremo de crear falsas antinomias como “es preferible que trabaje a que robe” “es preferible que aprenda un oficio antes que este en una esquina o robando” etc. etc. atc.
Si bien, hace unas décadas no se percibía con magnitud la problemática del trabajo infantil, los avances que se desarrollaron en estos últimos años han permitido construir una mirada integral sobre un problema de suma complejidad. Estos variados abordajes orientaron sus objetivos a la definición y fortalecimiento de las políticas públicas. Es innegable que el viraje de la mirada hacia esos sectores de la población, como se dice en la actualidad “la visibilizarían de la pobreza” se debió al giro político de los gobiernos de América Latina que hubo años atrás, donde ha cobrado un valor preponderante el individuo como centro de derechos.
Con tristeza debo decir, que los estos últimos cinco años hemos retrocedido en este aspecto, teniendo en cuenta publicaciones mostrando como plausibles al trabajo infantil o expresiones como lo fue la del actual Senador por Entre Ríos Alfredo De Angeli, a favor del trabajo infantil en el ámbito del campo “porque las escuelas secundarias les quedan lejos los niños deben trabajar pero una legislación se los impide”, como si el problema fuera de los niños y no del Estado y de la sociedad en su conjunto (https://www.youtube.com/watch?v=JWD2sfYQiP0)
Según datos oficiales relevados por un estudio de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), el Instituto Nacional de Estadística y Censos, y el Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social (INDEC), en la Argentina trabajan más de 450 mil niños, niñas y adolescentes menores de 17 años.
Por lo que percibo, es sumamente necesario que los miembros de la sociedad, seamos conscientes de que el trabajo infantil viola los derechos humanos fundamentales de la infancia y es más que sabido que una sociedad que no cuida y protege a sus niños y niñas está descuidando su presente y su futuro.