Según la Ley Nacional de Educación N°26206, las escuelas, en sus cuatro niveles imparten una educación universal, para todo el territorio nacional.
Pero basta con tener dos personas charlando sobre la escolaridad de sus hijos para comprobar que esto podría no ser así.
Empezando porque hay escuelas públicas, de gestión privadas y particulares; hay confesionales, laicas, bilingües, doble turno y turno extendido, entre otras.
¿Qué lleva a un padre a elegir una escuela? A prima facie, la respuesta será, seguramente, el imaginario social. Es decir, la fama que se ha construido la escuela tal o cual; pero pedagógicamente sabemos que toda institución tiene lo que se denomina “mandato fundacional” es decir la razón por la que una institución se construyó, se abrió y entró en funcionamiento en tal lugar, en tal momento.
Así es como sabemos que: las escuelas públicas primarias se construyeron para “homogeneizar” un país multicultural; que las escuelas Normales, para dotar de docentes “normales” a esas escuelas primarias; que las escuelas comerciales, para proveer de empleados administrativos a la administración pública primero, y privada luego; que las escuelas técnicas se abrieron para formar la mano de obra fabril masculina, en el proceso industrializador; las escuelas confesionales, para asegurar la prosecución del poder eclesiástico. Y ya hacia fines del SXX las escuelas privadas laicas para formar a la supuesta “dirigencia liberal” del nuevo siglo
Ahora bien, estamos en el Siglo XXI, y las demandas sociales son otras, ahora en las escuelas fundadas para “homogeneizar” hay que integrar la diversidad, en las escuelas “normales” hay que aceptar la diferencia, en las escuelas comerciales hay que enseñar a ser creativo, en las técnicas hay que deconstruir la masculinidad, para una sociedad productiva multigénero. El Siglo XXI trajo además escuelas confesionales de otros credos.
Volviendo a la pregunta ¿qué lleva a un padre-madre a elegir una escuela? El estado, en sus varios intentos por asegurar el derecho a la escolaridad, construye escuelas en los barrios, para que la cercanía sea un factor facilitador y de equidad, pero muchos padres-madres, no quieren mandar a sus hijos o hijas a la escuela del barrio. Y muchos otros no quieren mandarles a las escuelas públicas, porque “la privada es mejor” entre otras cosas porque “no hay paros”, a lo que, una respuesta posible, sería que esos estudiantes poco aprenden de la defensa de los derechos laborales, siendo que la gran mayoría de ellos serán en un futuro empleados y/o empleadores.
¡Qué extraño el imaginario social! El mayor porcentaje de los docentes de las escuelas privadas, trabajan también en la pública; la gran mayoría de los docentes de la educación secundaria trabaja al menos en dos o tres escuelas, algunas céntricas e históricas y otras barriales y más jóvenes. ¡Son los mismos docentes en distintas escuelas! El ser humano puede ser muy versátil y comportarse según las circunstancias, lo que no puede es cambiar su cosmovisión, cuando va de escuela en escuela, entre recreo y recreo, (en la secundaria por ejemplo) o del turno mañana y al turno tarde o durante el trayecto del centro al barrio; por lo tanto, difícil será que la “enseñanza” sea mejor entre un lugar y otro, si el docente es el mismo.
El juego que hay en medio de: el mandato fundacional, que atraviesa (a veces dirige), los comportamientos de enseñanza- aprendizaje de les docentes y les estudiantes, por un lado; el imaginario social que construye creencias de padres e hijos o hijas, por otra parte; y la Ley Nacional de Educación, es un péndulo que no termina nunca de estabilizarse.
Según se puede percibir, solo por simple observación, pesan más los mandatos fundacionales, y los imaginarios sociales, que lo que la misma ley determina
La pregunta entonces es: ¿las escuelas, son iguales? Presuponiendo que SÍ, entonces por qué aún se alimenta el imaginario de la diferencia entre mejores y peores, y si la repuesta fuera NO, cómo se puede pensar en una sociedad con igualdad de oportunidades si los mandatos fundacionales y los imaginarios sociales prevalecen ante las políticas públicas.
¿Será que las políticas públicas reflejan nada más que un deber ser pero que la sociedad, realmente desea a la diferencia y la jerarquización? ¿O será que la diferencia y la jerarquización, construida culturalmente, es la garantía para mantener el statu quo? Entendiendo por status quo al sistema liberal-capitalista imperante, que la Ley de Educación pretende contrarrestar.
Lic. Verónica López
Tekoá Cooperativa de trabajo para la Educación