Sin embargo la angustia y la incertidumbre de empresarios y trabajadores no entran aun en la curva decreciente.
Consultado por este cronista, un importante empresario local explicaba que su comercio está cerrado desde que se decretó la cuarentena obligatoria. Su emprendimiento no está en la nómina de los exceptuados, pero esta semana le habían pedido desde el Estado que abriera un canal para la venta mayorista dado que la misma administración pública necesitaba proveerse de insumos para reacondicionar edificios destinados a la atención de los posibles casos de coronavirus. Un salvavidas en medio de la tormenta. El empresario estimó que sus pérdidas ya ascenderían al millón de pesos y que, a comienzos del mes próximo, deberá responder por los sueldos de las 27 familias que dependen de su firma. “Si me preguntas qué va a pasar de seguir esto así, te juro que no lo sé”.
La misma angustia la expresa otro pequeño empresario pyme del sector indumentaria. Si bien se habla de congelamiento de alquileres, suspensión de desalojos, laxitud en los vencimientos de impuestos y servicios, el vendedor de ropas explicaba que tiene cheques que cubrir, proveedores a quienes pagar saldos, dos empleados y una familia de 5 integrantes. “Entiendo la buena voluntad del gobierno, de las autoridades, pero no me alcanza. Tengo que laburar y resulta que si abrís te clausuran… Pero, si te la jugás y abrís, igual no anda gente en la calle. No tengo otro ingreso. No tengo otra cosa para hacer. Vender por Facebook, qué se yo.”
Un proveedor de embutidos y elaborados cárnicos explica que intenta manejarse por teléfono con sus clientes, juntar una cantidad de pedidos que valgan la pena y salir a repartirlos en el transcurso de la mañana. “Se está trabajando muy a cuenta gotas. Te diría que se justifica salir día por medio nomás. Mover un vehículo tiene su costo. Ni te digo cuando te tocan barrios con todas las calles rotas y andas alambrando de no romper nada. Encima está muy tentador para que te roben ahora que no anda nadie.”
Acerca del pago de 10000 pesos para monotributistas categorías A y B, el vendedor de embutidos expresó, de modo elocuente, que “Está muy bueno, es una ayuda. Al menos con eso voy a poder pagar al contador y no atrasarme mucho más con el monotributo.”
¿Cuánto más se puede aguantar este ritmo de desaceleración? ¿Cuál es el punto para que la cura de la enfermedad no se vuelva tan perjudicial como la enfermedad misma? Porque -no seamos ingenuos- la economía suele matar mucho más gente que cualquier enfermedad y es un virus mucho más implacable porque no discrimina entre niños y viejos, entre sanos y enfermos.
¿Hasta dónde el Estado -este Estado diezmado y endeudado externa e internamente- podrá hacer frente a todas las urgencias sin colapsar los recursos ya no sólo de su sistema de salud sino de su funcionamiento general? ¿Hasta cuándo los acreedores de corazón de corcho se mostraran indulgentes?
¿Hasta qué punto el Estado podrá asistir masivamente sin recaudar lo necesario de un enorme sector de la economía generador de riquezas que está estancado?
El economista (UBA) del Centro Cultural de la Cooperación, Ernesto Mattos, explicó ayer por la mañana en el programa Tarea Fina, de Radio Ciudadana, que la cuarentena es vital para que no se produzca un colapso en el sistema de salud nacional, pero es de esperar que la situación económica se resienta aún más y se produzca un cuello de botella en la economía, pero observa que el Estado está activo, tomando día a día las medidas para atender a las distintas problemáticas sobe la base de ejes simples que son promover una transferencia de dinero hacia los sectores de menos recursos, una política monetaria expansiva para que la gente tenga plata, proteger el empleo a través del subsidio y la promoción del seguro de desempleo.
Uno de los desafíos del gobierno, explicó Mattos, será el de contener la suba de precios. DIARIOJUNIO pudo corroborar que, por ejemplo, desde que se recomendó suplantar el ibuprofeno por productos que contengan paracetamol para tratar los síntomas de un posible caso de coronavirus, estos han aumentado de manera sustancial casi en un 55 por ciento. Podríamos citar el conocido Té vick cuyo precio, que oscilaba los 30 pesos el sobrecito, hoy ronda los 50 pesos; o el Tafirol 500 que de rondar los 60 pesos hoy está en torno a los 90 pesos por tableta. El virus, por lo visto, no parece haber hecho efecto todavía sobre el principio de la oferta y la demanda, y las conductas especulativas.
Por ahora, la actitud solidaria de la sociedad viene prevaleciendo sobre la conducta anti social, irresponsable y desaprensiva de muchos otros ciudadanos, que incluso –para sorpresa y desencanto- pertenecen a la franja más vulnerable a los efectos del virus pandémico. Pero debemos preguntarnos qué pasará cuando no haya más lugar para agujeros en el cinturón y el estómago gruña. Preguntas que nos deberíamos estar haciendo sin pruritos.
¿Deberemos, al menos, empezar a pensar en racionar nuestra comida? ¿En conformarnos con sólo comer por un tiempo? ¿En dejar de pensar en el lucro cesante y entender que son las vidas de miles –y la propia- las que están en riesgo? ¿Estamos dispuestos a “perder” en la economía para ganarle al virus? ¿Por cuánto tiempo?
¿Cerrar ciudades y países no podría traer consecuencias sociales y financieras potencialmente tremendas?
Aunque el Estado parezca decidido a desplegar todas sus fuerzas para evitar una situación caótica y desesperante, hoy la sociedad entera se encuentra ante el dilema de barajar y dar de nuevo.
Puede ser una oportunidad.
