The Wall

El próximo domingo, 8 de octubre, se cumplirán 9 años de la epopeya de los vecinos de los barrios de la zona sur de Concordia, los cuales cansados de las prórrogas burocráticas, decidieron levantar sus propias defensas contra inundaciones.
No fueron necesarios estudios de suelos, exámenes de prefactibilidad o consultoras auscultando las repercusiones sociales de la obra.
Alcanzaron unas pocas palas, dos carretillas y un pequeño grupo de personas donde había niños y hasta mujeres embarazadas.
Los habitantes de la zona sur ya habían perdido la cuenta de las veces que se les había prometido la edificación de un muro que los protegiera del desborde del arroyo Yuquerí Grande, el cual desemboca en el río Uruguay.

“Únicamente una persona que pasó por una inundación sabe lo que se sufre cuando el agua entra a su vivienda”, justifica José González, vecino del barrio Gruta de Lourdes. Uno de los impulsores de aquella empresa que comenzó a las 5 de la mañana del 8 de octubre de 1997.
No estaba solo obviamente, los otros brazos que embolsaban tierra para fabricar los “ladrillos” pertenecían a “Jesús Salazar, mi hija Chani y la señora de Medina (ambas embarazadas), los Miño, Chabela Aguirre con sus hijas, los Fernández y varias familias mas”.
Gonzáles tenía experiencia en la construcción de este tipo de defensas, ya lo había puesto en práctica en la provincia del Chaco, donde fue bombero, fotógrafo y otras profesiones que exigió su espíritu inquieto. Él mismo espíritu que logró convencer a los vecinos para edificar un muro que frenaría una creciente, la cual según los primeros informes que brindaba la Comisión Técnica Mixta de Salto Grande, no superaría los 12,50. El dato alentó a la gente para poner barricadas de tierra, y así, a Gruta de Lourdes se sumaron los barios María Goretti, carretera La Cruz y el Tiro Federal.
Por entonces toda América del Sur padecía las consecuencias de la Corriente del Niño y los pronósticos caían en desuso a cada hora, prueba de ello es que el río superó los 14,20 en aquella inundación.

Tierra y agua

La historia es más o menos conocida: los vecinos de los barrios ingresaron en una competencia donde siempre llevaron una ventaja de pocos centímetros. A más agua, respondían con más tierra en los muros. A través de los medios de comunicación la lucha se hizo carne en una importante parte de la población, los cuales encendían la radio o compraban el diario todas las mañanas para saber si las defensas seguían soportando el desborde del Uruguay y su afluente.
“Los subacuaticos” -como los llegó a calificar despectivamente el director del diario El Heraldo- confiaban plenamente en su obra. Pero igualmente tomaron prevenciones. Así, la mayor parte del barrio había sido evacuada y retiradas las pertenencias. Sólo quedaba un grupo de vecinos que reparaba las filtraciones y custodiaba las viviendas.
La construcción del muro de contención no había estado exenta de un costo político. Era una cachetada y un portazo de dignidad a esa burocracia desinteresada por la obra. Era una cachetada, también, a la limosna que siempre salía en la tapa de los diarios con el funcionario donando colchones, zapatillas, alimentos y chapas. No faltaron vecinos que les recriminaron a los constructores que esa lucha que les impedía hacerse de las dádivas del Estado.
Por entonces, José Gonzáles era presidente de la comisión vecinal y declaraba antes los medios: “tenemos que tener aspiraciones mayores a una chapa de cartón o a una bolsita de alimentos. Aunque lo necesitemos”. Nada para agregar.

Empezar de nuevo

A las tres semanas de iniciada la gesta, la ciudad fue azotada por una gran tormenta que hizo ceder la defensa del barrio Gruta de Lourdes. Ocho manzanas completas se inundaron inmediatamente.
Una parte importante de la población vivió aquella avanzada del río con una profunda tristeza. Tan profunda como el agua que apenas dejaba ver algunas chapas de los techos, después que la improvisada defensa no soportara la gran tormenta.
El 6 de noviembre los vecinos comenzaron con la reconstrucción de la defensa. Pero ahora contaban con el apoyo de varios sectores, públicos y privados: Se donaron bolsas para llenar con tierra, se contó con la ayuda de máquinas retroexcavadoras y además se instalaron bombas mecánicas para extraer el agua y volcarla al otro lado del muro que retoma fuerza.
Tiempo después, Gonzáles se lamentaría porque “hubo gente a la que no conocimos ni por su apellido y nunca pudimos darles las gracias”.
Mientras la defensa era reparada, las bombas desagotaron en cuestión de días las ocho manzanas del barrio. No eras lo ideal, basura, barro, alimañas y suciedad decoraban cada vivienda, pero era una especie de igualdad de condiciones. El agua nuevamente estaba del otro lado del muro.
Recién el 10 de mayo del año siguiente el río descendería a los 12 metros. Las defensas de tierra de los barrios María Goretti, Carretera La Cruz, Tiro Federal y Gruta resistirían algunos embates más, pero ninguno de magnitud.
Por entonces, la mayor parte de los vecinos recién comenzaban a retornar a sus hogares.
Hoy por hoy, la defensa sur es una gran obra de ingeniería que serpentea toda la zona sur, desde la costanera hasta el barrio Ex Aeroclub. “Esta obra la ganó la gente” afirma Gonzáles, “son los laureles que supimos conseguir”.
Tiempo después, el presbítero Andrés Servín, otro de los pilares de aquella lucha, explicaría que “si cada uno piensa en defender su casita, su situación, o (sólo) su familia, no da resultados. La defensa protege a todos o no protege a nadie y no podemos alegar que por estar en una situación de crisis no podemos hacer algo por otro, que esta mas necesitado. Los que están con el agua en los tobillos deben ayudar a los tiene el agua en la cintura y entre los dos, ayudar a quien tiene el agua en el cuello”.
Con el tiempo, los vecinos de la zona sur consiguieron su muro de contención contra las inundaciones. La ciudad toda, por su parte, cuenta con una página que debería llenarla de orgullo.

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