Tarea para hacer en familia: Malvinas ¿Porqué está triste la Argentina?

Argentina está triste por Malvinas porque muchos jóvenes murieron en esas islas en una guerra injusta y absurda. Fue la irresponsable decisión del gobierno ilegitimo de la última dictadura militar, la que llevo a esos soldaditos a la muerte y a muchos de ellos que lograron sobrevivir, a una experiencia tormentosa que nunca más pudieron olvidar. En Malvinas, muchos soldaditos fueron torturados por sus propios jefes militares. Hay quienes recuerdan que fueron mejor tratados por los ingleses (cuando fueron prisioneros) que por sus mandos superiores del Ejército Argentino, quienes los estaqueaban, y maltrataban. La guerra no debería ser una opción, y Argentina aprendió de esa experiencia. Hoy nuestro país reclama la soberanía de las islas por la vía pacífica, y tiene el apoyo de toda Latinoamérica, y el reconocimiento de la ONU en nuestro legitimo derecho de discutir la cuestión con Inglaterra. La potencia que mantiene ilegítimamente la posesión de las Malvinas y se niega a dialogar con nuestro país.

El dolor por Malvinas, es en realidad el dolor por lo que sufrieron nuestros soldaditos, y no toda la culpa es de los ingleses. Ese dolor en realidad, aunque cueste reconocerlo, expresa también el dolor interno de reconocer quizá inconscientemente, que el pueblo argentino fue el que le dio la espalda a esos soldaditos, cuando regresaron heridos, traumados, golpeados por la guerra, y no recibieron reconocimiento alguno, ni el calor de su pueblo. Nos duele hoy Malvinas, más por el dolor de la guerra que por el territorio ocupado.

No es culpa del pueblo claro está, eran tiempos de terrorismo de Estado, eran tiempos de mucho temor; donde no había democracia y no había posibilidad de elegir a nuestros gobernantes ni decir lo que pensábamos.
Pero ese es nuestro dolor, nos duele Malvinas, como duelen a todos los pueblos del mundo las terribles pérdidas que las guerras generan, y peor aún es el dolor en los pueblos derrotados.

Sin embargo, en cuanto al territorio de las islas, en la política actual de nuestro país, y los intentos por recuperar el territorio por la vía diplomática, es otro el sentimiento que nos abarca. Es un sentimiento de soberanía, de independencia, de reconocer que esas islas son una base militar de la OTAN enclavada a 200 millas marinas de nuestra patria grande. Y los pueblos de América Latina no tienen porqué permitir semejante atropello, en un territorio legítimamente argentino, por normas geográficas y mandatos históricos.

Es quizá más estratégico y preventivo el sentimiento por las islas hablando estrictamente de territorio. Pero la guerra existió, cientos de argentinos murieron por ese pedazo de Argentina, regaron con su sangre el frió y árido suelo suratlántico, y hoy nos duelen, más que antes de la guerra. Nos duelen porque tienen una carga sentimental que representa a los muertos, a los que sufrieron, los que aún siguen recordando escenas de esa guerra injusta, y los familiares que lloran aún las pérdidas insuficientemente reconocidas. Malvinas es en algún punto también, un reflejo de nuestras miserias como pueblo, porque abandonamos por mucho tiempo a nuestros héroes.
Quizá por esa particularidad exitista que tenemos los argentinos, Particularidad que con el nuevo paradigma social de nuestra patria comienza a ser revertido, al menos en torno a la cuestión Malvinas.
Hoy estamos comenzando a reconocer con hechos concretos a nuestros soldaditos, ya padres y abuelos. Y estamos marcando en el mundo una posición diplomática y pacifista, sin por ello renunciar a nuestro derecho. El gobierno Ingles, ante esta clara y madura decisión Argentina, no ha sabido responder, y solo atinó a llenar de armamento las islas, sin aceptar la invitación de dialogar.

Argentina aprendió de la mala experiencia. No volveremos a declarar ninguna guerra. Y hoy es nuestra tarea reconocer a los que dieron la vida, a los que la arriesgaron, a los que sufrieron en Malvinas, y a los que sufrieron la amarga sensación de no saber si su hijo regresaría. Ese dolor, puede ser reconfortado en parte recuperando las islas. Pero mucho más importante es dar el merecido reconocimiento que estos patriotas no tuvieron en su momento, y que los niños de nuestra nación, lejos de enrolarse en el facilismo de: «el que no salta es un Ingles» comprendan que fue tan cruel nuestro pueblo como el enemigo. Porque la guerra hace a las personas crueles, porque hace a los pueblos enemigos. Que fue tan dolorosa la bala que destrozó un brazo del soldado argentino, como la indiferencia de su pueblo, que destrozó su corazón cuando bajó del barco o del avión tras haber sufrido todo tipo de penas y haber visto tantas escenas terribles.
Es esa herida, la que hoy debemos curar, sin dejar por supuesto de reclamar la restitución de nuestra soberanía sobre Gran Malvina, Soledad, Georgias y Sándwich del Sur.

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