SUEÑOS DE LIBERTAD (PARTE FINAL): La Historia de Ingeniero Sajaroff

Las aguas remotas de las que emerge, entre quimeras y pesadillas, el sentido de la  existencia. Los relatos de mi padre que  remitían su  origen a un lejano y pequeño pueblo,  Pervomaisk a orillas del río Bug, aquel que según las nostálgicas voces de sus padres, se cubría  con un manto blanco, cuando el invierno se internaba, impetuoso, en sus aguas.

Secretos apremios decidieron al Zeyde, la bove y  otros judíos a sufrir un destierro,  trepar  un  vapor de ultramar y remontar los océanos, en busca de paz. 

Esos exilios que amalgaman tristezas, miedos, silencios y olvidos fueron tejiendo un escenario familiar suturado, en sus agujeros ,con anécdotas hondas, dramáticas y graciosas, con los sabores agridulces del borsh,  con la animada  alegría del “Hava Nagila” en las inolvidables fiestas y casamientos, en las que esas historias parecían revelarse en  mudas , entusiastas y felices coreografías.

En esas crónicas aparecía siempre  un quiebre inesperado, donde  los helados recuerdos de Rusia eran reemplazados, repentinamente,  por pesados  arados tirados por bueyes, granos y resignada pobreza. Villa Clara, Colonia San Vicente, sitios donde se construyó, como la de miles de inmigrantes,  mi identidad.

Por ahí andaba con mi imaginación y mi memoria, en ese breve descanso en la charla en el  Salón de convenciones  de Villaguay,  cuando un blanco  guardapolvo me aborda: “En Ingeniero Sajaroff, donde doy clases, me dice, hubo tres suicidios en un mes. “¿No podrá usted dar esta charla allí?”. Como en Villa Clara, en Sajaroff,  otro tiempo convive con el actual y lo transfigura en sus inalterados edificios, al borde del derrumbe, en la Sinagoga, en los cementerios. El pretérito es, allí,  un pliegue del presente.

A la siesta, entre las dos charlas convenidas, la amable enfermera  del Centro de salud, me invita a caminar el soleado pueblo. Ese desquicio de la temporalidad anida también su relato. Conviven en él los chicos de hoy, amasando vicios en la plaza por la ausencia de horizontes, esa dimensión del futuro incierto, con  una increíble narración casi mítica: “¿Sabe que acá vinieron esclavos negros, afrobrasileños que escaparon de Santa Catarina?, todavía viven sus bisnietos, “¿quiere hablar con ellos? Les llaman “Los Manecos”.

Yo solo conocía un poco la historia de la Colonización judía en esas tierras, porque era la mía, pero no la asombrosa epopeya de esos negros que escaparon con más éxito que aquellos entrampados por las redes de Lazarus Morell, descriptos con ácida ironía por Borges en la “historia universal de la infamia”.

Me pareció notable que esas tierras, penetradas por la belleza del paisaje rural, haya sido el remanso de fugitivos de la selva y de ultramar.  Maravilloso oasis de quienes huían del horror, del desprecio y la persecución. Impresionante experiencia antropológica, impactante encuentro cultural en esa tierra que asimiló, no sin conflictos, nativos, indios, gauchos, criollos, inmigrantes alemanes, suizos,  a los afros y judíos. Choque imposible de culturas, idioma, religión, idiosincrasia.

Cómicas anécdotas familiares, brotan  de la memoria de esa babel imposible. Menos graciosas son las experiencias de Alberto Gerchunoff al respecto. Estos confusos desencuentros del idioma y la cultura costaron la vida de su padre, en la daga de un gaucho matrero. Gerchu recaló cerquita de Sajaroff, en Domínguez, luego del trágico asesinato de su padre. Había salido también de esa Rusia que les dolía y los quemaba: “Lo que no me olvido es el momento en que pasamos la frontera, en el límite de Graieff. Mi padre me indicó al Cosaco que cuidaba la última casilla del territorio ruso y me dijo con júbilo: “Míralo bien, no verás Cosacos en la Argentina, niño mío, es un país libre, es una República, es decir, donde todos los hombres son iguales”.

Con delirante elocuencia, transfigurado por una alegría profunda, exaltó el beneficio supremo de la libertad” (1). Paradoja trágica la de Abraham.  

En fin,  inmigración de los judíos de Europa del este, de Rusia, Ucrania, Bielorrusia y Lituania, a la Argentina,  está increíblemente anudada a tres acontecimientos casi simultáneos: los Progroms zaristas que sufrían los judíos, el proyecto liberal del naciente Estado Argentino que promovía la inmigración blanca y europea y  simultáneamente  el deseo  del rico filántropo Baron Hirsh y su esposa Clara,  de ayudar a los Judíos que sufrían persecuciones y linchamientos en Rusia, hechos que se habían intensificado con el asesinato del Zar Alejandro II en 1891. De esas coincidencias, pergeñadas por la “Astucia de la Razón”, surgió el proyecto de Colonización agrícola en Argentina, al que  partió el Vapor Pampa hacia las tierras de América en búsqueda de pan, paz y libertad.

El rico filántropo Baron Hirsh, llamado «el Moisés de las Américas»

Hirsh  compró tierras en el centro de Entre Ríos para materializar el proceso de trabajo agrícola. De ese modo llegaron en 1892 cien familias judías que se establecieron entre otras chacras de la “Colonia Clara”, en “La capilla”, para sembrar y cosechar los campos y recuperar la libertad.

A partir de 1968 el pueblo fue re bautizado como “Ingeniero Sajaroff”, en homenaje al pionero del cooperativismo agrario Entrerriano. Creador del “Fondo comunal” que nucleaba la producción de la  cooperativa agrícola y la comercialización de granos en la Capilla y Villa Domínguez. Acompañado de su esposa, Miguel Sajaroff,  vivía muy modestamente, elevado por sobre toda clase de vanidades y ostentaciones. Su lema era servicio, ayuda y entendimiento mutuo, no dominar a nadie, enseñar, educar, no con palabras, sino con hechos. La cooperación libre era sinónimo de educación, su función era disciplinar al hombre, enseñarle a pensar, a guiarse independientemente para formar así una sociedad libre, generosa y honesta. “Disciplina sin libertad, es dictadura, libertad sin disciplina es anarquía” decía. “la cooperación voluntaria trae la unión de disciplina y voluntad dentro de un espíritu de nobleza”.

Miguel Sajaroff, un gaucho judío, que se convirtió en pionero del cooperativismo

La extraordinaria experiencia de la colonización judía en Entre Ríos, inmortalizada en la genial obra,  “Los gauchos judíos”, fue declinando hacia la década del 40. Por múltiples motivos (2), hijos y nietos de los colonos fueron migrando a las grandes ciudades. El atractivo por la ciudad, dentro de un proceso de urbanización e industrialización que generó migraciones desde el campo, el anhelo de realizar estudios universitarios como forma de ascenso social y cumplimiento de los sueños de “sembrar la tierra y cosechar doctores”, la subdivisión de los campos heredados que los hacían improductivos, los cambios tecnológicos en la producción agrícola que no necesita mucho menos  mano de obra, etc. fueron las razones  de los despoblamientos, al punto que en Sajaroff existen hoy pocas familias judías. Queda toda su historia plasmada en Sinagogas remodeladas como museos, cementerios con muertos ilustres, el almacén de ramos generales de Roisman,  en el mismo lugar en que funcionó el viejo fondo comunal de la cooperativa agrícola, son el registro de una vida y una experiencia, de una riqueza incalculable, de la inmigración judía en Entre Ríos.

Hoy ingeniero Sajaroff, o Capilla, como es aún más conocido, vuelve a levantarse al haber pasado de Junta de Gobierno a Comuna. Con un Jefe Comunal inquieto y entusiasta, como Jaime Vélez, con el empuje y aporte  del Gobierno provincial, se dinamiza hacia nuevos destinos, económicos, sociales y culturales. Al asfaltado de su entrada, se suma la  recuperación del circuito de colonización Judía, instalando cartelería, el ripio de sus  caminos, la reparación de  las sinagogas, del cementerio “El Carmel”, el desentierro de  la historia de “Los manecos” al revalorizar a sus descendientes, des-ocultar  sus vidas silenciadas, al poner  en valor el histórico y original  cementerio de los esclavos negros, junto a la construcción- en curso- de un centro de “interpretación histórico”, expresan su intención de  atraer visitantes para que puedan nutrirse de la abundancia y profusión de experiencias  que guardan sus memorias, sus crónicas, sus leyendas.

En la visita que volví a realizar para elaborar estas notas, contaba a Jaime mi visita anterior, motivada por algunas penosas autodeterminaciones  y mi  impresión de la relación de esos hechos con la realidad de un pueblo con poco futuro, sin trabajo, con  jóvenes ociosos anestesiando sus angustias en la plaza, sin proyectos. Claro que hoy las cosas han mejorado notablemente. Los fondos renovados de la  Comuna, permiten emplear personas para diversas actividades dentro de los proyectos diseñados, convocan emprendimientos privados que toman trabajadores, la población desocupada ha disminuido de modo considerable  y con eso los malestares sociales y sus emergentes, dando al pueblo aires renovados y un espíritu de esperanza. No hay que lamentar entonces, esas víctimas del deterioro social.  Muy feliz al encontrar ese promisorio panorama, vuelvo a agradecer a Jaime Vélez y a Ricardo Moreyra la recepción afectuosa  que me brindaron,  para contar a los lectores de este diario, la inigualable historia de Ingeniero  Sajaroff, e invitarlos a visitar esa reliquia histórica que ha parido gran parte de nuestra compleja  identidad entrerriana y Argentina.

 

  • Alberto Gerchunoff “Autobiografía”
  • Iván Cherjovsky “Todo lo que usted quiso saber sobre la Colonización Judía” Clases virtuales.

(*)Psicólogo. MP243

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