Sin ton ni son, aquellos panfletos digitales, acusaban de “fomentadores de vagancia” a los programas nacionales como la Asignación Universal por Hijo, que ha reducido sensiblemente la deserción escolar y el trabajo infantil en el país; y el plan Argentina Trabaja, que ha acercado a miles de argentinos excluidos del sistema laboral tras años de políticas neoliberales, a la cultura del trabajo, los ha puesto en contacto con las herramientas, y los ha capacitado en los sistemas cooperativos de organización laboral.
Otro de los blancos atacados por el libelo digital, fue el programa Conectar Igualdad, que fue simplificado por los enojadizos opositores como “clientelismo estudiantil”, sin notar siquiera que este plan viene a resolver una demanda claramente dada por los tiempos que corren, en los que no saber escribir en una PC, es lo mismo que no saber escribir, y no todos los chicos tienen el privilegio de que sus padres puedan comprarles una, pero sí, todos deben tener las mismas oportunidades de desenvolverse en el medio social, laboral y competitivo que los espera al finalizar sus estudios.
Y la favorita de todos –a la hora de disparar sus quejas- la asignación de viviendas dignas financiadas por el Estado para familias sin techo, -eso ni siquiera requiere de explicación alguna- oponerse a esta medida es simplemente desear que un niño duerma en la calle, o debajo de algún puente, pero se ve que eso no ha logrado sensibilizar a los que se quejaban, y twetteaban y retwetteaban, o colgaban este libelo en sus muros de Facebook. Dos herramientas que –claro está- no representan todavía a las clases de bajos recursos, al menos no por ahora; aunque tenemos la esperanza de que el programa Conectar Igualdad de sus frutos en los años venideros.
Pero ¿Son acaso los emisarios de este discurso, libres de opinar peyorativamente de aquel que recibe un subsidio del Estado, cuando ellos también recogen a diario y con creces los beneficios de este Estado de Benefactor? ¿No es acaso la educación universitaria publica un servicio que pagamos todos los ciudadanos, incluidos los que nunca podrán acceder a esas altas casas de estudio? ¿No es acaso el subsidio al gas natural, un aporte que hacemos todos los argentinos, y que solo pueden disfrutar aquellos quienes vivan en zonas con acceso a ese servicio, que casualmente no son los barrios marginales de la ciudad?
¿Tendrán idea de cuánto les cuesta a los pobres la garrafa de 15 kg, con la que deben satisfacer todas sus necesidades? ¿Tendrá idea la clase media argentina que, a pesar de consumir mucho más gas, en muchos casos pagan bimestralmente lo mismo que una familia de bajos recurso debe desembolsar quincenalmente solo porque el gas que ellos compran viene envasado y no por tuberías hasta la puerta de su casa?
O el subsidio al servicio de energía eléctrica, ¿Saben la clase media y alta argentina que también lo pagan los pobres? Cuándo cargamos combustible en nuestros automóviles ¿Está también el Estado fomentando la vagancia al subsidiar el costo de la nafta o el gasoil?
Los pobres también pagan impuestos, principalmente el IVA, que es el impuesto mas caro de todos, y con cada compra, de leche, pañales, pan, garrafas de gas, lo que sea, cada excluido está aportando el 21% de sus ingresos a la contribución del Estado, está pagando las escuelas públicas, las universidades, las rutas y avenidas que probablemente no recorrerá en su vida. Y está pagando también el subsidio a los servicios de gas natural domiciliario, electricidad, combustible automotor, etc. que consumen buena parte de la clase media y alta argentina.
Sin embargo, esto parece no estar muy claro para quienes siguen molestos porque el Estado ayude con 250 pesos por hijo a una familia sin ingresos, para asegurarse de que no se comprometa la salud, ni la educación de los infantes; para cumplir con uno de los derechos del niño, aquellos a los que la Argentina hace años había adherido pero que hacía años no cumplía. Para garantizarle a cada argentino una base alimentaria, de salud y educación, que le permita acceder a las mismas oportunidades, o al menos, mejores oportunidades de las que la suerte les tenía preparada, por el solo hecho de haber nacido en barrios marginados, lejos de los servicios, e hijos de padres seguramente desocupados tras la infame década de los noventa.
Se olvidan, los que hoy despotrican del subsidio y estudiaron cinco años en una universidad estatal, que durante ese tiempo le costaron al Estado un promedio de $3500 mensuales, que también los pagaron los pobres, aunque ellos tal vez nunca puedan gozar de ese derecho, porque aún, lamentablemente, sigue siendo escaso el número de estudiantes universitarios que provienen de los barrios marginales; la mayoría tiene otras prioridades, otras obligaciones, deben trabajar para mantener a sus familias, y a menudo sus horas de trabajo valen menos, por la misma razón que los separa de ese derecho, la falta de estudios. Eso es lo que combate con la Asignación Universal por Hijo.
Creo, y veo que somos muchos los que así creemos, que el Estado está para eso, para sanear las diferencias que el mercado dispone, para equilibrar, para dar igualdad y oportunidades; porque hay mucho potencial, mucha materia gris en las villas miseria, y el país también necesita de ellos para salir adelante, pero para que puedan llegar a desarrollar su potencial, necesitamos que coman bien, que crezcan sanos, y que vallan a la escuela.
Aunque sea, si no es por humanidad, háganlo por egoísmo, dense cuenta de que todos nos necesitamos mutuamente, de que no hay clases superiores ni “castas” que saquen solas adelante a un país. Eso no existe, lo que si existe es un país con enormes oportunidades de empezar a producir más, de empezar a industrializarse, pero para eso necesita técnicos y obreros, necesita ciudadanos saludables, bien alimentados y bien educados, para cubrir los puestos de empleo que este nuevo modelo propone, y también hace falta que los que concentran la riqueza la pongan al servicio de este modelo, que les dará más ganancia si la invierten, en vez de tenerla guardada.
Si no lo hacen por amor, al menos háganlo por interés, por lógica. o de lo contrario tarde o temprano la desigualdad también se los va a comer, porque esa es la madre de todos sus temores.
Le temen a los delitos, los robos, los secuestros ¿creen que eso no es producto de la inequidad económica?
Argentina puede seguir creciendo, lo que hace falta es abrir un poco la cabeza, pensar un
poco más en plural, así lo entendieron la mitad más uno de los argentinos, y lo expresaron a través del voto popular -que afortunadamente y como prueba del país igualitario que pretendemos ser- vale igual para cualquiera, sea del estrato social que sea.