SUBEMPLEO: Jefes y Jefas de la pobreza, esclavos del clientelismo y la extorsión

Esta semana llegó a su fin la lucha de un grupo de trabajadores del hospital Masvernat que hace años se desempeña en ese nosocomio sin más rédito que los $150 de un plan social (Planes Jefes y Jefas, Plan de Emergencia Ocupacional)
Su reclamo era ser incorporados al personal del hospital a través de una suplencia extraordinaria, lo cual venían pidiendo de distintos modos hasta que optaron por instalarse en pleno playón del Masvernat, donde permanecieron a lo largo de dos semanas.
Antes de montar el campamento uno de los impulsores de la protesta fue «tentado» por sus superiores con una salida individual a su situación, pero el hombre no aceptó.
Días después, en el transcurso de esas dos semanas, otra de las once personas que comenzaron la protesta, abandonó porque «agarró» la salida individual que le ofrecieron.

Esto que ocupa unos instantes en los medios de comunicación es una realidad muy extendida en nuestra ciudad donde muchos concordienses todavía dependen de estos planes como forma de sustento.
Según detalló el Director de Empleo Municipal, Julio Robertone, en Concordia existen 5.800 planes sociales que desempeñan su contraprestación en distintas dependencias «en su gran mayoría estatales, yo diría en un 80 %», señaló el funcionario, detallando que el resto se reparten en distintas organizaciones intermedias.

«Los planes» de un gobierno sin plan

El punto es que estos planes sociales creados en medio de la vorágine post 2001, si bien sirvieron para echar un manto de alivio sobre aquel caos, hoy sobreviven y son usados de un modo muy maquiavélico por los partidos políticos, especialmente por el oficialismo.
Más arriba dijimos que el grueso de esos «planes» se desempeña en el Estado y, según detalló Robertone, la mayoría lo hacen en el estado provincial.
El funcionario reveló que los dos rubros donde más beneficiarios dan su contraprestación son Educación y Salud, dos áreas claves en la política de cualquier gobierno.
De esta manera, los «huecos» que surgen en escuelas y hospitales son «tapados» por los beneficiarios de planes, en algunos casos haciendo tareas muy específicas para lo cual muchas veces no tienen una formación y por el cual tampoco perciben un salario acorde.
Así podemos ver que, si bien en las escuelas los «planes» suelen hacer tareas de limpieza, en un establecimiento de la zona oeste de Concordia uno de ellos hace la tarea de preceptor.
Otro ejemplo es el de una de las empleadas del Masvernat que se manifestó hasta hace unos días en el playón del nosocomio, quien explicó. «Yo estoy en Bacteriología, es una zona donde se trabajan con muchos bichos, yo tengo que descontaminar material y esterilizarlo, y es bastante jodido porque trabajamos con cosas que tienen SIDA y montones de virus». De más está decir que por su condición de beneficiaria de un plan social la mujer carece de cualquier tipo de cobertura social, seguro, o cosa que se le parezca. «El plan no se hace cargo de lo que nos pase», remarcó la joven.

Empleo extorsivo

Otro punto a destacar es la variada gama de presiones que «un plan» recibe, empezando por la política, que se ejerce a través de los punteros empleados en las distintas reparticiones públicas. «Siempre hay cabecillas acá que están trabajando para algún partido y empiezan hablar a los planes que los acompañen. Los invitan a las reuniones, que si no van… por ahí, si van, consiguen algo como un contrato y muchos caen en eso y los explotan, porque los usan. Tenemos una compañera que hasta a Paraná viajó, tiene los cuatro chiquitos desnutridos y le dieron una patada y no le dieron nada», relató uno de los beneficiarios que sufre este tipo de manejos
Esta no es una novedad, desde la creación de estos programas la discrecionalidad en su forma de distribución fue una forma de presionar a los necesitados. «Cuando trabajaba en la gestión anterior nos llevaban a los barrios y nos largan para hacer política y, en mi caso, nos corrían de todos lados con escobas, nos decían ‘malandras’, pero si le decíamos que no, nos sacaban el plan y ahora es casi lo mismo», relató otro beneficiario que trabaja en una dependencia de la provincia

El estigma social: “los planes”

Es muy común en lugares donde se desempeñan estas personas escuchar decir a sus superiores “tengo un plan trabajando en….”, o “…de eso se ocupan los planes”, también se refieren de esta manera a los beneficiarios sus compañeros de trabajo y, si reflexionamos un poco, veremos que hasta nosotros mismos (incluso en el transcurso de esta nota) aludimos a ellos como “Los planes”.
Esto, que parece una inocente simplificación del lenguaje, tiene, por cierto, una clara connotación de subestimación, cierta anomia que pone a las persona por detrás de “el plan”.
A su vez, en el imaginario social “los planes” sociales son esos “vagos” que “no quieren trabajar” y que “solo tienen que ir a cobrar al banco” y de los cuales muchos “ciudadanos que pagan sus impuestos” se quejan por tener que mantener.
Por contrapartida, en la realidad cotidiana de esta gente, si bien hay casos de beneficiarios que no cumplen con su contraprestación o que no se desempeñan correctamente en sus lugares de trabajo (mucho tampoco se puede pedir por $150 mensuales), la mayoría son personas que hacen trabajos muy por encima de su retribución económica, sin ningún tipo de beneficio social, más la carga extra de la amenaza con ser sacados del Programa de Jefes y Jefas, del cual una vez que se sale no se vuelve a entrar más.

Marionetas del poder político

Esta precariedad laboral y discrecionalidad de quienes manejan los planes, expone a los beneficiarios abiertamente a ser “carne de cañón” para punteros y políticos de turno que usan el plan como forma de “arrear” a los indefensos beneficiarios a reuniones y actos políticos.
Un caso paradigmático es el de las comisiones vecinales donde la realidad es diferente a las de las reparticiones estatales, ya que los presidentes manejan un número determinado de “planes” (alrededor de 10 por comisión) y, si bien algunos beneficiarios desempeñan tareas en los barrios, la mayoría ceden al presidente un porcentaje de sus $150 sin realizar ningún tipo de contraprestación. “Se entrega un dinero al presidente para que le firme la planilla todos los meses”, detalló un puntero político de un barrio del noroeste concordiense.
En estos casos, aparte de la cuota que pagan los beneficiarios, el presidente cobra el “favor” a los beneficiarios en términos de apoyo político “O estás conmigo o te saco el plan”, es la lógica según detalló la fuente, que no dudó al aseverar que los beneficiarios de planes sociales “son el primer eslabón donde se aprieta para ir a actos, reuniones, para acarrear gente”. La modalidad es la siguiente “se lo invita y si no quiere ir se le saca el plan o sino se lo amenaza. En algunos casos ni le avisan, hay gente que no va (a los actos) y cuando va a cobrar el plan ya está dada de baja”.

Universalización o eterno clientelismo

Todos estos factores como el hostigamiento en los lugares de contraprestación, el estigma social, las presiones políticas, la desprotección sanitaria y social vienen a conformar el universo de presiones que pesan sobre los hombros de los habitantes más desprotegidos de la población: “Los planes”, un engranaje clave para que el poder político pueda sostener un esquema clientelar que se rompería en el caso de universalizarse un seguro de desempleo, una iniciativa que por algún motivo se demora y se demora en el tiempo.

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