El profundo debate instalado en el seno social, la cantidad de veces que los amenazadores debieron dar fe pública de vocación democrática, así como el clima de más democracia que se instaló en la sociedad, ayudaron a diluir el clima destituyente de quienes veían en este estado de cosas, la posibilidad de hacerse del gobierno como en los tiempos del presidente almohada.
A su vez, la actuación de los legisladores en ambas Cámaras, permitió mostrar que no era una verdad revelada que el Senado era la escribanía del Poder Ejecutivo, posibilitó que viéramos que a la Argentina había vuelto la política, con presión, sí, con tensión, sí, con acalorada discusión, sí, con crispación, sí, pero también, con cataratas de argumentos (que, por desgracia, buena parte de los medios se encargaron de ocultar), no con la Banelco, la Banelco es historia, la Banelco perteneció a una forma de hacer política que no es ésta.
El clima que se vive en el país es el de una ciudadanía viva, preocupada por los problemas de todos, es decir del país, un poquito más alejada de la cultura fenicia que inundó nuestros comportamientos desde los 90 hacia aquí. Un poco crispada, sí, intolerante, agresiva y con tendencia a sabelotodo, pero preferible, a ese desinterés exasperante, cómodo y despreocupado de los tiempos en que estaba de moda rociar la pizza con champagne.
Mal que les pese a quienes demonizan, agraden, insultan, ofenden, denostan y pretenden llenar nuestros sentidos, el de todos, con un olor (kk), al que pretenden nauseabundo, las ideas, la política y el debate sobre temas profundos, lo logramos ahora, no con Menem, no con De la Rúa. Las virtudes de este gobierno no son solo en materia de justicia, derechos humanos y respeto por el derecho a la protesta social como ningún otro ha sido capaz, los logros son más y están vinculados a esto, a recuperar la política para la sociedad, a ponerla por encima de la economía, a lograr trabajadores protestando por mejores salarios, no por trabajo. En fin, ahora y como otros latinoamericanos antes (Evo, Chávez, Correa), nos damos por enterados en vivo y en directo que, Francis Fukuyama no tenía razón, definitivamente no tenía razón, las ideologías existen, siguen vivas y listas para que marchemos con ellas a construir mundos mejores, más justos, más solidarios, más humanos.
Mientras esto ocurre, el ideólogo de la era de la nada se esfumó y su ejecutor en la Argentina se dormía anoche sentado en su banca. La política de verdad aburre al decrépito Carlos Saúl, lo atrae mucho más la rosca y la tranza, la farándula, que era más divertida y nos hacía vivir felices (mirando por TV el disfrute de otros), sin tensiones como la de estas hordas montoneras y setentistas. Íbamos al cadalso sí, pero sin darnos cuenta, dopaditos por la alegría del champagne, la fiesta y el dólar barato. Enterrábamos nuestros viejos sueños, eso sí, pero aprendíamos con él a ignorar al pobre, a tratarlo como un estorbo, a tenerlo cortito con la policía a la que le pedíamos que nos cuide de esos indeseables. Aprendimos a que “billetera mata galán”, que todos tienen un precio, que todo se compra y se vende, en fin, Fukuyama en la Argentina del pum para arriba.
Todavía quedan nostálgicos de esa época, claro que sí, pero no son los millones de excluidos que desde hace 5 años comenzaron a ver un horizonte, a sentirse reconocidos, a reconocerse ciudadanos capaces de volver a luchar por un país que no los manda al exterior donde encima no los reciben, ni a la miseria inexorable.
¿Qué aún falta mucho?
Pero y acaso alguien puede creer que los que ven con simpatía a este gobierno son idiotas, que no se dan cuenta de la inmensidad que falta, que no observan todo lo que este gobierno no hace y debiera. Claro que sería de ciegos e imbéciles no darse cuenta de que el tren bala es una extravagancia que no se corresponde al momento, que el INDEC, la falta de reconocimiento a la otra central obrera, la CTA…mil cosas le faltan hacer a este gobierno sí, pero también a nosotros nos falta, ehh. Digo, por aquella ancestral costumbre de ver siempre la paja en el ojo ajeno.
Nos falta esencialmente aprender a no ser tan cínicos y a reconocer que, muchas veces nos amparamos en la crítica y repetimos lugares comunes para no tener que asumir el compromiso de adoptar una posición que nos ubique frente al otro, claramente, decididamente, a favor de un país con más equidad. Aprender que no siempre jugarla de opositor habla bien de nosotros, ser oficialista o mirar con simpatía determinadas políticas no puede ser visto como una rémora si se trata de cosas por las que siempre hemos luchado. O acaso alguien cree que en este conflicto era más sencillo estar del lado del gobierno?, es un cínico, un mentiroso o un ignorante el que sostenga eso, la fácil hoy era hablar de “los pobres gringos del campo”, eso era estar del lado del poder y siempre, el poder es como el sol, calienta lindo, no te sentís a la intemperie. Con mentir un cachito y decir que estabas del lado de los que trabajan de sol a sol, tenías asegurada audiencia y amor eterno, aunque en tu intimidad sospecharas que lo que hacías era una canallada. Atributos en realidad y esta vez, había que tener para pensar y decir que, al sector del campo que produjo este fenomenal movimiento, no lo movilizaba el amor al prójimo, sino las ansias por ganar más y que, para lograrlo, no trepidaban en poner en jaque a un gobierno recién elegido, ni en afectar económica y socialmente a vastos sectores de la sociedad.
Quizás tengan razón aquellos que creen que hicieron bien en poner al país en vilo durante 4 meses, quizá estén sinceramente convencidos que aportaron a la patria, aunque me resisto a creer que alguno se creyera que esta movida era un símil del grito de Alcorta, en verdad,, comparar una cosa con otra me pareció una herejía. Pueden tener razón entonces, pero yo no lo veo así, no creo en esa clase de patriotas a los que les resulta fácil, demasiado fácil, lucir escarapela y sacar pecho patriótico sabiendo que todo es gratis, que no habrá represalias. Mi humilde opinión (que siempre ha jugado en el campo de las minorías), es que hemos retrocedido y lo que es peor, lo hemos hecho felices y contentos.
Sin embargo, debo decir que, perdimos en un sentido pero ganamos en otro. Muchos nos sentimos unidos, muy unidos con todos aquellos que, sinceramente, pedían más institucionalidad y estaban dispuestos a aceptar lo que saliera del Congreso.