-¿Qué lectura tiene sobre la controversia por la instalación de las dos plantas de celulosas en Fray Bentos?
-Es un lío bárbaro. Estoy esperando que pase el tiempo electoral en Argentina para dimensionar el tema. Nosotros, heredamos una ley de promoción de la forestación, que habría que llamarla del monocultivo del eucalipto para producir pulpa de celulosas. Porque la causa original está en su majestad la computadora, que rompió el equilibrio del consumo de papel en el mundo y como en esta parte del mundo la tierra está barata, ingeniosamente el mundo rico decidió financiar y presionar para que se crearan nuevas cuencas productoras de celulosas. El Banco Mundial se puso generoso y se ofrecieron varios lugares. Y como siempre, los latinoamericanos faltos de plata, ni lentos ni perezosos -porque los gobiernos son de corto plazo-, en Uruguay descubrieron que los árboles tenían una posibilidad de corte más acelerada que en otras partes por la conformación del suelo y que la tierra estaba barata y bastante despoblada. Así empieza el Uruguay forestal, que en realidad está mal denominarlo forestal.
-¿Por qué sostiene que Uruguay no es forestal?
-Porque nunca ví que la naturaleza haga el mamarracho de hacer un bosque con una sola especie. Eso es un invento del hombre, para la ecuación de la rentabilidad. La Naturaleza hace las cosas mucho más complicadas. Crea sotobosques con diversidad de especies y todas esas particularidades que tiene el monte nativo. La Naturaleza cree en la diversidad y en los equilibrios permanentes y el hombre rompe con eso.
-¿Cómo se entiende que un gobierno «progresista» como el suyo, hoy se encuentra ejecutando un anuncio del neoliberalismo?
-Creo que las pilas están muy cargadas, pero no he visto ninguna manifestación popular que sostenga que se renuncia al uso del papel. No he visto levantar en el planeta la consigna «Arriba los dedos, abajo el papel». Todos vamos a seguir usando papel y en algún lado hay que producirlo. Entonces compro papel, pero que se haga en otro lado, donde los que se embroman sean otros, me parece que no es defendible como argumento. Si considero que la producción de pasta de papel es tan negativa que no se tiene que solventar, no debemos consumir papel.
-Pero, de lo que se trata es que se produzca sin afectar al medio ambiente.
-Tecnológicamente eso es posible, porque en Finlandia el problema está resuelto. Las inversiones para corregir son caras, y ese es el problema.
-¿Quiere decir que el gobierno seguirá adelante con estos emprendimientos, pero está preparado para cerrarlos en caso de contaminación?
-Si, por supuesto que sí. El gobierno las tiene que eliminar si generan el menor problema al medioambiente. Esto está hablado al máximo nivel de gabinete. Lo que deberíamos exigirnos entre todos, es crear un tribunal técnico del Mercosur. En la cuenca de los grandes ríos tenemos que crear un organismo que sea eminentemente técnico y que tenga la preocupación de que se cuiden todas las aguas. Hay una parte de las manifestaciones de Argentina que me cae muy bien y es la parte que nos obliga a no perder el tiempo en el tema de los controles. No nos podemos permitir hacer macanas. Algún día los finlandeses y los gallegos se van a ir, y los pueblos y el río seguirán en el mismo lugar. En todas partes de la tierra hemos trabajado mal con la Naturaleza y es hora de cambiar.
-El pasado siempre dice cosas que interesan al futuro. Teniendo en cuenta los antecedentes de estas empresas, tampoco hay demasiadas garantías de que vayan a cumplir con el precepto de no contaminar.
-Los finlandeses son prolijos. En el pasado papelero de España hay cosas lamentables y las sabemos. Si estas tecnologías no cuidan el medioambiente se tendrán que ir. Esto es como en la industria del cemento. Hay que gastar en los filtros para no dañar el aire, sino se invierten en filtros, se ahorrarán mucha plata, pero no se podrá vivir en el pueblo. Ya nos pasó. Por eso, el Estado tiene que tener una actitud francamente policial y de controles sistemáticos. Con la presión regional y la importancia del agua, y la opinión pública tanto de Argentina como de Uruguay -que también está preocupada por esto-, no hay margen para el más mínimo error.