DIARIOJUNIO: El presidente argentino, además de un grupo de infectólogos que lo asesora en cuestiones de la pandemia, tiene también un equipo de asesores compuesto por psiquiatras, psicólogos, cientistas sociales. ¿Ese dato estaría dando cuenta que la situación produce un sufrimiento psíquico al que hay que atender?
Sergio Brodsky: Totalmente, hay un un sufrimiento psíquico en distintos niveles desde que comenzó la pandemia hasta ahora. La forma en que las personas van percibiendo y respondiendo a los distintos aspectos de la pandemia son fundamentales.Tanto la percepción que las personas tienen respecto de las medidas que se van adoptando como formas de protección, de cuidado de la población y los efectos que eso produce, así como los efectos mismos de esas medidas y de la pandemia en la salud mental que es inescindible de la salud física. Es una sola y misma cosa. En este caso, la salud mental que se le ha dado siempre menos relevancia es como que salió un poco más a la superficie.
DJ: Supongo que en este tipo de asesoramiento juega mucho en cómo se comunican las medidas y qué se le dice a la población.
SB: Eso lo ha señalado la ONU, si mal no recuerdo: La forma de informar y la forma de comunicar por parte de los medios de comunicación, la manera en que han tratado la pandemia ha tenido efectos decisivos en cómo las personas fueron viviendo y percibiendo la situación. La percepción y las medidas que se han tomado son tan fundamentales para la salud mental como la propia amenaza de la enfermedad del coronavirus. En el primer período de la pandemia, por allá en marzo y abril del año pasado, se hablaba también de “Infodemia”; es decir, cómo los medios de comunicación narraban en una primera etapa una situación de terror, todo el tiempo un mensaje apocalíptico que generó una angustia desbordante en muchas personas en un momento donde había mucha más incertidumbre que ahora. Hay algo que Freud llamaba “el sentimiento de lo siniestro”, aquello que debería estar oculto pero sale a la superficie. Y lo que trajo el coronavirus fue la conexión con la muerte. El ser humano para vivir suele negar la idea de la muerte, de su finitud. Lo que pasó es que la muerte, que tendría que estar negada y ocultada a la superficie, empezó a ocupar todos los espacios y los tiempos de la cotidianeidad.
DJ: También apareció ese sentimiento de responsabilidad y culpa de poder ocasionar la muerte del otro. Que un infectado que no sea paciente de riesgo pudiera contagiar a otra persona más vulnerable.
SB: Tal cual, apareció la angustia de la muerte propia y la muerte del otro, con el agregado ya no simbólico sino real de que uno pudiera ser el ocasionante de un desenlace fatal para un tercero que puede ser un desconocido o un ser del entorno afectivo. Ese fue uno de los miedos más profundos que se observó durante la primera etapa de la pandemia.
DJ:: ¿Aumentaron las consultas con los profesionales de la salud en Concordia? ¿Cuáles son los problemas o las dolencias que manifestaron con más recurrencia los pacientes?
SB: No tengo datos objetivos, pero a partir de mi experiencia y el diálogo con colegas, sí te puedo decir que hubo una mayor demanda ligada a esta temática, a los efectos y secuelas de esta pandemia. Personas a las que la angustia las ha desbordado en manifestaciones físicas, por ejemplo: ataques de pánico, sobre todo en la primera etapa. Hubo muchas consultas donde esa angustia y ese estrés de la pandemia se manifestó en ataques de pánico, en dificultades para el sueño, disfunciones sexuales e hipertensión, por ejemplo. Hay una diferenciación importante entre lo que el psicoanálisis llama “la angustia automática” y “la angustia señal”. La Angustia Automática es un tipo de angustia de la que uno no puede defenderse y en la forma irrumpe como un trauma. El desarrollo de esa angustia se da a través de situaciones físicas. Después hay una angustia que es importante para la conservación de la vida y la salud que es la Angustia Señal que se desarrolla como modo de preservación ante un peligro inminente. Esa angustia es lo que le permitió a las personas tomar medidas de protección. Es la angustia que nos moviliza a hacer algo para preservarnos y adaptarnos a la situación. Creo que han habido tres tipos de reacciones básicas en este contexto. Una de ellas ha sido la más sana a mi criterio que es la cuestión de no entrar en pánico, de no sentirse desbordado. Cuando ha predominado la pulsión de vida, la conducta más sana ha sido la del cuidado de la protección propia y del otro, que es lo mismo en definitiva. Lo que ha sido muy difícil porque implica un alejamiento en el vínculo con el otro. La idea de que cuidar al otro es alejarse de las formas clásicas del cuidado del otro que es el abrazo, la contención, el contacto físico. Se ha generado toda una paradoja en el interior de las personas. Tuvimos que incorporar la idea de que cuidar al otro es todo lo contrario. Después hubo una reacción de negación como ha pasado en el otro extremo. El negacionismo es sostener que el virus no existe, que están cercenando mi libertad, las teorías conspirativas, decir que acá tenemos que funcionar porque todo es mentira etc .La tercera reacción, que está dentro de ese esquema de la negación, es lo que se llama la re negación, aceptar que existe un problema pero a su vez actuar como si no existiera. Que es un mecanismo de disociación que está muy ligado a la locura y la perversión.
DJ: ¿Es muy arriesgado hablar de una epidemia de enfermedades mentales a causa de la pandemia y sus consecuencias?
SB: Sí, es arriesgado. No hay estudios objetivos ni empíricos para afirmar tal cosa. He escuchado decir que 6 de cada 10 jóvenes padece depresión por la pandemia. Datos dudosos que no sé a qué estudio y a qué criterio de investigación responden. Pero sobre todo falso porque la depresión como condición clínica es muy distinta a los sentimientos de tristeza, de angustia, de frustración, de privación que pueden ser adaptativos e incluso absolutamente normales como reacciones ante una situación totalmente atípica respecto a los hábitos de vida normales, por decirlo de alguna manera. Pero eso no constituye una depresión ni otro tipo de enfermedad mental. La depresión es una condición clínica muy definida y otra cosa son las reacciones normales frente a una situación de crisis social o individual. Otra cosa es pensar que, obviamente, ante todas las situaciones que se han generado a partir de la pandemia y a partir de las medidas que se tomaron, las condiciones que están en el origen de muchas enfermedades mentales se pueden haber visto fortalecidas: Hay gente que ha perdido el trabajo, hay gente que se ha hundido en situaciones de pobreza, que ha perdido algún ser querido, la misma situación del confinamiento, el miedo a la muerte, la imposibilidad de velar a los seres queridos que han muerto, etc. De ahí a plantear una epidemia de enfermedades mentales es otra cosa.
DJ: Está la cuestión que no se sabe hasta cuándo durará esta situación…
SB: Hay una expectativa muy fuerte con la vacuna que entra en contradicción con toda esta cuestión de la “segunda ola”, las mutaciones del virus, y nuevas restricciones.
DJ: La ciudad pasó primero por un confinamiento estricto -como todo el país- a principios de la pandemia (con todo lo que eso significó en diferentes materias: trabajo, escuela, etc). Luego arrancó una etapa de flexibilizaciones paulatinas y un retorno a cierta “normalidad” bajo protocolos sanitarios. Después casi como que se fue dejando mucho librado a la responsabilidad individual de cada ciudadano, a la par que se otorgaron mayores libertades, permitiendo actividades con más gente reunida y extendiendo los horarios de circulación. En verano casi que se llegó a una situación de total relajamiento (ya se veía gente sin barbijo, compartiendo mates, aglomeraciones en bares y en espacios públicos, proliferaron las reuniones sociales y fiesta multitudinarias no permitidas, se dejó de respetar eso de la burbuja, etc.) Entonces, después de esa “reconquista del relajamiento social y la libertad”, la pregunta sería ¿cómo cree que afectaría emocionalmente a las personas volver de nuevo a restricciones más severas y al confinamiento?
SB: A mi me parece que ha habido una evolución de la pandemia que va hacia un relajamiento. En primer caso, producido por la necesidad de retomar la actividad económica. En otros casos ha habido desde los medios de comunicación un mensaje en ese sentido. También la gente ha perdido un poco el temor y la angustia inicial. También creo que las restricciones llegaron a una cierta situación de saturación. Se han juntado un montón de circunstancias, más allá del uso ideológico que se le ha dado a este dilema irresoluble entre la economía y la salud. Cuestiones que están tan entrelazadas que tomar una medida a favor de una perjudica a la otra y viceversa. Por eso toda medida a favor de una es tan criticada porque siempre va a estar en falta con la otra.
DJ: ¿Cree que se pueda volver a contar con el acompañamiento de la gente sólo a través de mensajes persuasivos o habrá que recurrir a la coerción, a la disciplina, por medio de sanciones más severas y un control más activo de las fuerzas de seguridad?
SB: Yo siempre he estado en contra de cualquier medida prohibitiva. Lo ideal es que la gente pueda tomar conciencia de la gravedad de la situación y la necesidad de los cuidados. No me parece que la sociedad tenga que funcionar en base a las prohibiciones y también dudo de su eficacia. De hecho, las prohibiciones hicieron proliferar las fiestas clandestinas. Yo creo que, lamentablemente, lo que funcionó en la primera etapa fue el miedo al virus, el miedo a la muerte, a contagiar a otros… Fue lo que operó como cuestión fundamental a construir un discurso cohesivo de quedémonos en casa para salvarnos entre todos. Basado en el miedo se construyó una idea de salvación colectiva. Eso tuvo mucho que ver además de la conciencia que se podía tener del daño que podía producir el virus. Lamentablemente fue el miedo lo que mejor funcionó como herramienta de concientización.
DJ: En esta etapa donde el miedo al covid parece estar más asimilado y en una sociedad que está dividida no solo en sus ideas sino en sus conductas ante la pandemia, ¿cómo se lidia?
SB: Es más difícil porque ya pasó la primera etapa de confinamiento. Creo que hay menos margen en cuanto a la posibilidad de soportar psicológica, personal y económicamente una nueva situación de este tipo. Y hay menos margen porque también hay una relajación acompañada por un sector con un discurso negacionista del virus. La segunda ola nos pone en una encrucijada incómoda entre vida, economía y el poco margen que tiene la sociedad para más restricciones.
DJ: Se estará ante un dilema incómodo si la situación sanitaria empeora…
SB: Sin duda…El de cómo se efectivizan las prohibiciones.