Seres opacos

Por Fosforito

El universo tiene astros que brillan con luz propia y otros que son opacos como todos los planetas y sus satélites que giran alrededor del sol en nuestro sistema solar.

El mundo también tiene seres que persiguen la luz. Gente que les toca ser polillas. Que revolotean alrededor, queriendo sorber un poco de esas vidas que encienden brasas en el corazón.

Esas vidas que representan nuestros sueños y deseos y las que, muchas veces, sus miserias y tragedias son las pesadillas que preferiríamos no vivir, ser sólo espectadores. 

Quién no soñó alguna vez con ser especial. Con levitar sobre las cabezas de la medianía. Un punto luminoso en un inmenso planeta de cuerpecitos grises. Un elegido. Un tocado por la varita.

No todos nacen rozados por el ala de Dios.

A la mayoría les toca una existencia común. Vidas vulgares y ordinarias que ni el dinero ni los grandes gastos pueden disimular. Que ni todo el glamour, ni la extravagancia, ni la felicidad posada para las fotos pueden hacerlas singular.

Porque esa luz sale de adentro, ya viene de fábrica con el muñeco.

De todas maneras, la vida se trata de intentar ser feliz igual, con lo que se puede, con lo que se tiene, con los que nos toca, con lo que hay. Procurando no renunciar a los sueños, ir cumpliendo objetivos, querer y ser querido. Que la paz llegue por las noches y la esperanza renazca con cada día.

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Esta fue una muerte que se arrebata parte de uno, que se lleva algo de lo que tanto entregó. Una muerte que siempre será un fantasma que camina al lado nuestro. 

Esta fue una muerte de esas a la escala del infinito. Esta duele, sí que duele. 

Y este dolor nos hermana, aunque seamos tan distintos. 

Incluso vos, miserable y jodido. Vos también te sentiste quedar huérfano de algo. 

Vos que saliste a compartir memes y reflexiones rebuscadas, a hacerte el civilizado primermundista, el moralista, el educadito y sobrio ante una muestra de amor popular que te corre desde la garganta hasta las entrañas como un trago de  aguarrás.

Que te hizo poner el grito en el cielo porque de golpe viste aparecer de nuevo un “aluvión zoológico” movilizado por el amor, que te arrebató el mérito de mandar al carajo esa cuarentena y la pandemia por la que tanto militaste en contra con consignas estúpidas.

No querés, o no podés, entender que esa demostración de amor, de locura y pasión iba a ser inevitable por más pandemia que haya en las calles. Inevitable aunque aviones pintados con la leyenda “Cristo Vence” hubieran estado bombardeando de nuevo la Casa Rosada y la plaza de Mayo como en el ‘55.

Y me di cuenta que no odias al “negro” Maradona por sus excesos y desatinos sino por esa osadía que te recuerda también a la “cabaretera” Evita. 

Otro abanderado de los humildes del mundo. Un símbolo de lucha de los postergados que no se resignan. Un error sobrenatural, un aborto de la naturaleza salido del populacho que desprecias. Un pobre que no se amolda ni rinde pleitesía. Que te obliga a levantar la mirada para verlo. Un animal bello y fiero que no se deja acariciar por cualquiera. 

Y vos revolviendo el dolor con tu cuchara de miserias, queriendo hacer de la vida de Maradona la metáfora perfecta de la virtud y, sobre todo, de los infortunios de este país que desprecias. 

Él era su majestad por derecho divino y también por elección popular.

Y vos apenas un simple «Salieri», ignorado y adolorido, retorciendote como un gusano bajo la luz cegadora de ese “negro” tan hermoso y radiante que no se destiñó jamás. 

Si te fijas, los muertos no desaparecen de las redes sociales. Debe ser un trámite engorroso por el que ningún heredero se molesta. Deberías pensar que esas publicaciones hirientes que compartís con tanta liviandad podrían ser tu testamento para la posteridad, el largo epitafio de tu muerte para una vida llena de odio y desprecio. Y alguno que pase por tu tumba podrá decir “pero qué gente horrible”.

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