Mi apellido retumbaba en la potente voz del Director mientras se acercaba dibujando en el aire, con sus enormes dedos, una V, que no era precisamente la de la victoria. Por el contrario, era una > acostada, caída, derrotada. Simbolizaba, sin más, una tijera y su movimiento de corte. El panóptico advertía que el cabello rozando el cuello de la camisa, había sido descubierto. Ordenaba su corrección y recordaba, en el mismo acto, pura economía de tiempo, que esa soga al cuello que graciosamente llamaba corbata, debía estar sujeta de tal forma que mantuviera el último botón de la camisa en permanente estado de sumisión, tensamente abrochado. Era mi primer año de secundario. Era el año 1981 y no era el uniforme y sus modos de uso producto de códigos de convivencia, sino de obediencia debida, de vidas. Puro Foucault práctico, aprendíamos de ese modo que el Poder se ejerce a través del control de los cuerpos. Y de la uniformidad, de la masificación de los sujetos. Que el Poder constituye la subjetividad a través de reproducción de las relaciones que lo estructuran. A través de la obediencia, de la sumisión, la repetición memorística de su Verdad. Del acatamiento automático al saber de la “autoridad”. De la censura del pensamiento crítico. De la represión de las singularidades.
DEJAR SENTADO
“…no quiero estar sin poder crecer, aprendiendo las lecciones para ser” (1)
Este viernes pasado, jóvenes alumnos de la Escuela Normal, aquella que borró de sus muros perimetrales imágenes de la Memoria que, entre otras cosas, recordaban a los desaparecidos de nuestra ciudad, esos alumnos, realizaron una sentada pacífica para manifestar su disconformidad por algunos aspectos del “Código de convivencia” pautado entre sus “delegados” y las autoridades, es decir, los directivos del colegio. Una movida original y sorpresiva a través de la que expresaron sus posicionamientos. Piden, entre otras importantes cosas, libertad a sus cabellos, sus vestimentas y cuerpos en el uso de adornos. Además dijeron, con mucha firmeza, que quieren ser respetados y escuchados. Emociona y esperanza este acto democrático y “desobediente” que tiene una larga tradición en la historia humana, que la ha utilizado en contra de la opresión, el autoritarismo, la violencia, la segregación y la discriminación. Un extraordinario ejercicio de “contrapoder”.
Si, como dice Foucault, las escuelas, las cárceles, los manicomios y las fábricas, son instituciones disciplinarias creadas por la modernidad capitalista para reproducir un sistema de sometimiento, de adaptación acrítica y naturalizada a a las relaciones de poder y obediencia, entonces, toda forma de cuestionamiento a esa función, será bienvenida.
Ilusiona ver a los jóvenes, siempre estigmatizados por representar el cuestionamiento, el cambio del statu quo, ejercer nuevamente esos actos de rebeldía y de compromiso tan maravillosos.
A TRABAJAR, CON LLUVIA O SIN LLUVIA, HAY QUE IR
“En cuerpo y mente joven, siempre que acates decisiones, en un buen rol podrás actuar…” (2)
Los directivos refirieron su sorpresa por la medida de los chicos, que no les parece “el modo, porque no hay manera de dialogar así”. Creo, por el contrario, que la “sentada”, lejos de cerrar el diálogo, lo posibilita. Es un modo de expresar una mirada, un punto de vista, un desacuerdo. Pero de ninguna manera obtura la comunicación, por el contrario, reclama una escucha. Desde ya es alentadora la actitud de diálogo y de consenso entre las partes.
Las autoridades escolares recorrieron, en una nota periodística, los distintos temas en discusión y señalaron que “nosotros formamos parte de una institución en donde hay normas que tenemos que cumplir, vamos a acompañarlos y somos referentes, pero tratamos de prepararlos para el mundo laboral o el mundo académico… Queremos hacerles entender que, cuando les toque trabajar, con lluvia o sin lluvia (uno de los temas de discusión, el computo de inasistencias los días de lluvia), van a tener que ir igual”.
Es verdad que, en una sociedad de mercado, la escuela “debe” formar sujetos que se incorporarán al llamado “mundo laboral”. No es ni por mucho, a mi criterio, de las funciones más significativas de una institución que tiene la delicada función de formar sujetos libres, críticos, creativos, éticos, solidarios. Aun así, el “mundo del trabajo”, no es un campo armónico donde hay reglas que aceptar y acatar y relaciones justas entre las partes a la que los chicos “del futuro” deberán adaptarse, llueva o truene. El campo del trabajo, de las relaciones económicas, sociales y laborales, es un territorio conflictivo y complejo. Es un territorio en disputa. De lucha. De lucha de clases, en el que es necesario posicionarse. Sobre todo en Concordia, una ciudad que sigue rankeada entre las más pobres del país. En rigor de verdad, de las más injustas y desiguales. De mayor concentración de la riqueza. Una ciudad en la que el “mundo del trabajo” se caracteriza por el negreo y la explotación, resultando que, aun trabajando a destajo, no se llegue a la canasta básica de alimentos, a superar la línea de la pobreza.
El “mundo del trabajo” al que los jóvenes accederán es un terreno en conflicto, de tal modo que es un tema que constituye un eje decisivo en la partición de ideologías que por un lado buscan con denuedo imponer la precarización laboral y otras que luchan por la protección de los trabajadores.
¿En qué dirección prepararemos a los jóvenes para el mundo laboral?
Creo que celebrar este acto de “desobediencia” pacífica de los chicos, estas formas de aprender a manifestar sus disensos, a dejar sentados la defensa de sus derechos. Los docentes debieran estar orgullosos ya que se lo enseñan, con sus nobles actos de lucha por conseguir la dignidad de sus trabajos.
SOBRE LA DESOBEDIENCIA
“Prefiero estar encadenado a esta roca, antes de ser el siervo obediente de los dioses” (3)
En este caso no importa tanto quien tenga razón. Importan los actos de desobediencia a aquellos preceptos que se consideren injustos, caprichosos, autoritarios. Apostando a la lucha pacífica, al diálogo para resolverlos con justicia.
Hay un libro extraordinario de Erich Fromm del que me acordé inmediatamente cuando vi la sentada de los chicos. Se llama así: “SOBRE LA DESOBZDIENCIA”. Considera esa conducta como una actitud virtuosa.
“Una persona puede llegar a ser libre mediante actos de desobediencia, aprendiendo a decir NO al poder. Pero no solo la capacidad de desobediencia es la condición de la libertad; la libertad es también la condición de la desobediencia. Si temo a la libertad, no puedo atreverme a decir “NO”, no puedo tener el coraje de ser desobediente. En verdad la libertad y la capacidad de desobediencia son inseparables, de ahí que cualquier sistema social, político y religioso que proclame la libertad, pero reprima la desobediencia, no puede ser sincero” (4). Dice además que la obediencia, que se impone por la fuerza, ha sido la condición de que unos pocos se apropiaran de los bienes y que los muchos lo sirvieran.
Es propicia la reflexión sobre la desobediencia como acto creativo, de pensamiento crítico (podemos decir que pensar es desobedecer) de insumisión al Poder, cuando hace unos días dejó físicamente este mundo Miguel Ángel Estrella. Un artista talentoso pero sobre todo un ser humano genial que luchó y desobedeció de tal modo a los poderosos que fue brutalmente torturado por la Dictadura Uruguaya. Quiso distribuir el goce de la música como el de la riqueza, apropiadas de igual manera por una clase minoritaria pero poderosa. Llevó esa música de elite que solo sonaba en los salones de los ricos, a los pueblos originarios, a las villas, a los obreros, a las cárceles. En la sala de tortura los genocidas le recriminaban tocar su maravillosa música para los” negros”, tocar Beethoven para la “negrada”. Esa y su vida de lucha, era la desobediencia que a fuerza de coraje y valentía construyó este hombre maravillosa al que damos un pequeño homenaje y al que sin dudas, vamos a extrañar.
(*) Psicólogo. MP 243
1) Aprendizaje (Sui Géneris)
2)“Che pibe, vení, votá (Raúl Porchetto)
3) Prometeo