Pero en el Senado la situación es mucho más adversa para el oficialismo, que cuenta apenas con un interbloque de 15 miembros. Apenas seis de ellos son del Pro. Es una diferencia indescontable que pone al oficialismo a expensas de los humores de la bancada que conduce Miguel Angel Pichetto. Y de momento, más allá de las diferencias internas que subsisten en el seno del bloque PJ-FpV, no se advierten resquicios que le permitan a Cambiemos albergar esperanzas de que vaya a suceder allí lo que pasó en Diputados, donde Héctor Recalde no pudo frenar la salida de una parte de los miembros de su bancada.
Así las cosas, el Gobierno negocia con los gobernadores peronistas, cuando de asegurar la emisión de leyes se trata. Ese será el método al que tendrá que apelar por un buen tiempo. ¿Cuánto?, es la pregunta que subsiste. Años, es la respuesta inexorable.
Pues si bien todos los ojos están puestos anticipadamente en 2017, elecciones de medio tiempo que serán claves para el destino del proyecto Cambiemos, el sistema de recambio legislativo no ofrece posibilidades matemáticas para el oficialismo en la Cámara alta.
Tampoco en Diputados, donde el oficialismo renovará, en 2017, 46 bancas; no tantas, si se quiere, pero deberá esmerarse, pues tendrá que superar los resultados de 2015, si pretende mejorar su posicionamiento en ese Cuerpo. Esto es, sumando el mismo número que en la última elección, seguiría penando como hasta ahora. Pero tampoco un resultado triunfador lo acercaría a las puertas del quórum. Ejemplo: ganando 60 diputados, una cantidad equivalente a lo que solía conseguir el Frente para la Victoria en sus triunfos, Cambiemos apenas llegaría en la próxima elección al centenar de legisladores.
Ergo, para vivir tranquilo en Diputados necesitará al menos dos elecciones victoriosas consecutivas.
Por lo pronto, tengamos en cuenta que en 2017 renovará 46 escaños, producto de una elección en la que el kirchnerismo salió derrotado, como fue la de 2013. El que más arriesga es el radicalismo, que expone a 19 miembros; el Pro pone en juego 14 diputados, y la Coalición Cívica -socio minoritario de Cambiemos-, solo dos, sus principales espadas: Elisa Carrió y Fernando Sánchez.
Además, el radicalismo expone a dos de su versión catamarqueña, el Frente Cívico, y se van dos aliados como son la demoprogresista santafesina Ana Copes y el misionero Alex Ziegler.
Pero dejemos de lado la Cámara baja y aboquémonos al tema del Senado, que es donde más problemas tiene hoy el actual oficialismo. Como decíamos, el interbloque Cambiemos cuenta con 15 miembros, a razón de ocho radicales, Julio Cobos, Silvia Elías de Pérez, Silvia del Rosario Giacoppo, Juan Carlos Marino, Alfredo Martínez, Luis Petcoff Naidenoff, Angel Rozas y Pamela Verasay, el catamarqueño Oscar Castillo, y los seis de Unión Pro: Néstor Braillard Poccard, Alfredo De Angeli, Ernesto Martínez Carignano, Federico Pinedo, Laura Rodríguez Machado y Marta Varela.
Amén de ellos, cuenta con aliados como el santafesino Carlos Alberto Reutemann, que renovó su banca desde las boletas de Cambiemos, y el sanjuanino Roberto Basualdo, quien hasta ahora ha mostrado una gran sintonía con el oficialismo.
La buena noticia para Cambiemos es que tan bajo es el número de miembros con que cuenta en el Senado, que tiene todo por ganar, para revertir en un futuro su adversidad cuantitativa. Las provincias que renuevan sus senadores el próximo año son Buenos Aires, Formosa, Jujuy, La Rioja, Misiones, San Juan, San Luis y Santa Cruz.
De esos ocho distritos, solo dos son hoy oficialistas (Buenos Aires y Jujuy), y otras tantos han sabido mostrarse impermeables a las victorias de otro signo (Formosa y San Luis). En cambio en La Rioja y Santa Cruz el radicalismo ha ganado las últimas dos elecciones de medio término.
En San Juan el peronismo se hizo fuerte en los últimos años, desplazando a los partidos provinciales que solían ganar allí. Mientras que en Misiones, el radicalismo supo ganar en las primeras elecciones a partir de 1983; hoy la conformación del Frente Cívico de la Concordia, que reúne a peronistas y radicales, es poco menos que inexpugnable.
Por lo pronto, tengamos en cuenta que en esas ocho provincias donde se eligen senadores, Cambiemos solo expone a tres: uno en Formosa (Luis Naidenoff), otra en Jujuy (Silvia del Rosario Giacoppo) y el restante en Santa Cruz (Alfredo Martínez). Queda claro que en cuanto a la Cámara alta, la renovación corresponde a una abrumadora victoria kirchnerista, como fue la de 2011.
Con ese panorama podemos prever varios escenarios, pero en ninguno de ellos el Gobierno nacional vería cambiar favorablemente la actual tendencia de la Cámara de Senadores.
Escenario 1: Cambiemos gana en todos lados
Es la alternativa más improbable, pero sirve para demostrar que la cuesta que el oficialismo tiene por delante es muy empinada. Si en el hipotético caso que radicales y macristas se impusieran en todas las provincias donde eligen senadores, sumaría 16 miembros, a los que hay que restar los tres que renuevan. Serían entonces 13 senadores para sumar a los actuales, con lo que la bancada oficialista pasaría a ser de 28 miembros. Casi el doble de lo que tiene en la actualidad, pero a nueve del quórum.
Lo que habría que tener en cuenta en este -repetimos- hipotético caso, es lo que disminuiría en el mayoritario PJ-FpV. Pasaría a tener 30 senadores, lo que mostraría una paridad inesperada con el oficialismo, que cambiaría todo el mapa legislativo.
Pero con los pies en la tierra, eso es totalmente improbable.
Escenario 2: victorias razonables de Cambiemos
Un escenario lógico sería suponer que el próximo año Cambiemos gane donde ya lo ha conseguido. En La Rioja, donde como dijimos la UCR viene imponiéndose en las elecciones de medio término (legislativas) y pierde para gobernador; en Santa Cruz, donde el panorama es el mismo que con los riojanos; y en Buenos Aires, provincia en la que en 2015 dio el gran batacazo electoral y hoy es Gobierno y por lo tanto favorito. En este último distrito, el PJ-Frente para la Victoria podría quedarse sin nada, si tercia el Frente Renovador como viene haciendo en las últimas elecciones.
En Jujuy, la UCR ganó el año pasado no solo la gobernación. Desdobladas las elecciones, también ganó las legislativas, lo que muestra el poderío que le garantizaría alzarse el año que viene con las dos senadurías por la mayoría.
En Misiones, Cambiemos tendría que aspirar a quedarse con la banca de la minoría, hoy en manos de Juan Manuel Irrazábal, del PJ-FpV, y separar al Frente Cívico de la Concordia del bloque que conduce Miguel Pichetto, cosa que por goteo ya se está produciendo en la Cámara baja.
En San Luis, la aspiración de máxima sería quedarse con la banca por la minoría, hoy en manos de un kirchnerista, mientras que en San Juan, en caso de repetir ese esquema cambiaría un legislador propio por un aliado como Basualdo.
En Formosa, inútil ilusionarse más que con conservar la banca por la minoría.
Según este esquema, Cambiemos obtendría 12 bancas; restando las tres que renueva, completaría un interbloque de 24 miembros. Y como siempre hay que tener en cuenta la incidencia en el poderoso PJ-FpV, esa bancada quedaría con 32 miembros. Bastante más que el oficialismo, pero ya sin las llaves del quórum.
Escenario 3: paridad
Si el resultado que se diera a nivel Senado fuera más o menos el que ha venido dándose históricamente, pero teniendo en cuenta la tendencia de las elecciones siguientes, tendríamos que Cambiemos retendría su banca en Formosa, ganaría en Jujuy, La Rioja y Buenos Aires, la madre de todas las batallas. Supongamos que no pudiera revertir la historia en Santa Cruz, y que en San Juan la banca por la minoría siguiera en manos de un aliado, pero no las de Cambiemos. Y que ni en San Luis, ni en Misiones lograra incorporar un senador.
Ese panorama ofrecería como resultado a Cambiemos una suma de ocho senadores, cinco más que los que renueva, pero pocos para las aspiraciones del Gobierno nacional. En ese caso, llegaría a sumar una veintena de miembros en la Cámara alta, y el PJ-FpV retrocedería a 35.
Lejos del mejor de los mundos
Todos los cálculos que acabamos de hacer permiten inferir que a un Gobierno de Cambiemos que se prolongue en el tiempo le será muy difícil mejorar su panorama en el Senado, su punto débil. En rigor, el punto débil de todos los gobiernos no peronistas que llegaron al poder desde 1983. Ni los radicales de Raúl Alfonsín, ni en el breve lapso de la Alianza, el Senado dejó de ser peronista. Aunque, hay que decirlo, pocas veces como ahora se notó la disparidad.
Con todo, lo aquí expuesto permite determinar que Cambiemos deberá esmerarse al máximo para revertir tendencias muy enraizadas en ciertas regiones donde se le hace cuesta arriba a los partidos no peronistas. Se entiende así la especial atención que se le brinda al Plan Belgrano, destinado a las provincias del norte del país, tradicionalmente peronistas.
Una tendencia adversa para los partidos no peronistas que la reforma constitucional que en 1994, a instancias de Alfonsín, instituyó la figura del tercer senador, no hizo más que potenciar, al arreglárselas los sucesivos oficialismos peronistas para quedarse en muchos casos con los tres senadores en disputa.