En la oportunidad se pintará un paisaje de la historia de la vid, el vino y de la producción como también se hablará del buen momento por el que vive hoy Argentina, país reconocido a nivel mundial como un gran productor de vinos de calidad. Para comenzar vale decir que en la cata se «bebe de a traguitos» con la idea de «encontrar la intimidad del vino». Por medio de planillas específicas se evalúa su calidad.
Algunos lo hacen por medio de la suma de puntos y otros analizan primero los defectos, razón por la cual el vino que tiene menos puntaje es «el más perfecto». Para esto se da intervención a todos los sentidos: desde la vista hasta el olfato y el oído (en el momento en que se destapa una botella).
En cada uno de esos pasos hay análisis, en principio, no muy exactos, pero a medida en que entra en esta disciplina la persona puede llegar a convertirse en una «excelente catadora».
Desde el Centro se postula que el momento de la cata es igual al instante en que se va a un concierto. Todas las catas se realizan «a ciegas» (al promediar las 11 y las 19); es decir que se no sabe qué tipo de vino es ni la bodega de procedencia. Se requiere de un silencio oportuno y un espacio con luminosidad para hacer las observaciones que permitan recabar la mayor cantidad de información. De este modo se graban en la memoria los referentes varietales de cada variedad, cada una con sus virtudes y defectos.