Según el diario Uno, el lunes, cuando el médico procesado en la causa por robo de bebés durante la dictadura fue trasladado de urgencia al hospital San Martín, los primeros datos indicaban que había dejado una carta dirigida a la familia, en la que supuestamente plasmaba palabras de despedida o expresaba las razones de su decisión de quitarse la vida.
Sin embargo, según se informó, lo que encontró la jueza Federal Myriam Galizzi fue un cuaderno donde Zaccaría iba escribiendo que extrañaba a su familia o que esperaba que no lo olvidaran. Estas anotaciones, en una suerte de diario, podrían interpretarse como solamente un producto de la depresión generada por el encierro; por lo que no representan una prueba fehaciente de la hipótesis del intento de suicidio.
Quien fuera jefe del servicio de Terapia Intensiva del hospital Militar de Paraná durante la última dictadura continúa internado en el San Martín –con guardia policial– y su evolución sería favorable. Hay versiones de que recuperó la posibilidad de comunicarse y le expresó a sus allegados que no intentó matarse. En ese sentido, trascendió que una abogada local asumiría hoy la representación de la familia para pedir en la Justicia federal que se investigue la posibilidad de un intento de asesinato.
Zaccaría era médico militar –con el grado de teniente coronel– y está procesado por ser “prima facie” autor mediato de los delitos de “sustracción y retención de menores de 10 años y sustitución de identidad de menores de 10 años”. En su rol de jefe de Terapia Intensiva se le atribuye haber aportado al robo de los bebés mellizos de Raquel Negro, una detenida-desaparecida que entre febrero y marzo de 1978 fue llevada a dar a luz al hospital Militar desde un centro clandestino de detención de Rosario. Está comprobado en la causa que estos bebés estuvieron internados en el servicio a cargo de Zaccaría.
La escena
Por otra parte, la jueza secuestró el cinturón que le provocó el ahorcamiento al acusado. Las primeras estimaciones son que estaba sujetado a un parante de la cucheta y que se desenroscó del cuello porque se cortó la hebilla al no soportar el peso del cuerpo.
Las marcas en el cuello avalan que hubo estrangulamiento y las de la rodilla serían el resultado del golpe contra el piso al cortarse el cinturón. Aparentemente, el hombre estuvo colgado, pero no se sabe todavía si lo hizo voluntariamente o no.
Cuando lo encontraron otros internos de la UP1, caído en su celda, ya no tendría nada enroscado y el cinturón habría quedado colgando de la cucheta. El primer diagnóstico que hizo personal médico de la cárcel fue que sufrió un ataque de hiperglucemia con posible accidente cerebro vascular. Cuando ingresó al hospital San Martín le detectaron los signos de ahorcamiento e informaron a la Justicia.