Con un discurso estudiado y político, volvió Rovira con sus tradicionales mentiras enfundado en su piel de cordero, a señalar con el dedo, sintiéndose dueño de la moral pública.
Es el mismo Rovira de siempre, el perseguidor de peronistas y de mi persona. El que inventaba causas judiciales sin pruebas, el que denunciaba en la prensa y después en sede judicial –no todas las veces-. El que primero, viendo que el gobierno radical se caía, abandonó el barco como una rata, como basura humana y denunció algunos hechos que los peronistas hacía tiempo habíamos denunciado.
Es el mismo Rovira complaciente que no advirtió cuando se compró el Mayorazgo; cuando las amas de casa no cobraban; cuando se crearon los nefastos bonos federales; cuando se compró un avión que nunca voló; cuando en los hospitales no había remedios; cuando se creó una Universidad que engañaba a nuestros jóvenes entrerrianos con títulos sin validez; cuando a los maestros no se les pagó durante tres meses y le quitaron los adicionales que eran una conquista sindical y que nosotros se los devolvimos; cuando la Policía, totalmente politizada, vigilaba a los políticos de la oposición y no a los delincuentes; cuando se instruía a la Fuerza Policial para reprimir a los trabajadores y asesinar a Eloísa, Romina y José Daniel; cuando se contrató a la empresa de seguridad norteamericana Kroll para que nos investigue, nos persiga y nos saque fotos.
Usted Rovira ahora quiere tomar distancia, pero fue cómplice con su silencio y su presencia en el gobierno de Montiel, y eso el pueblo no olvida.
Es el mismo Rovira, consejero de monseñor Tortolo y funcionario amanuense de las dictaduras de turno, el que se alegró con la desaparición de su cuñado Alberto Noalle porque militaba en el comunismo y pudiendo hacer algo por su búsqueda, nada hizo. El que le cerró la puerta en la cara a mi señora embarazada cuando me hicieron desaparecer y después nos enteraríamos que fue él quien me denunció al Ejército. El que negaba tener una casa en Punta del Este para no pagar los impuestos. El que se oponía a pagar peajes mientras era funcionario porque lo consideraba inconstitucional, mientras que el resto de los entrerrianos sí lo pagábamos. El que juró por las bases de un proceso asesino, negando la Constitución Nacional, juzgando en tiempo de masacre, corrupción institucional de mafias económicas que robaban y entregaban el patrimonio nacional.
El mismo Rovira, al que si le diéramos la investigación de secuestros, escondería pruebas, perseguiría a los familiares de las víctimas y haría desaparecer a los abogados defensores. Porque son las formas de investigación que él siempre avaló, en pos del sistema occidental: “Derecho y Humano”.
Felizmente y por la salud y vigencia de la democracia, Rovira no tendrá jamás cabida en partidos populares.
Por suerte, Rovira no existe.