Por Fosforito
A veces hago estas cosas cuando llegó atolondrado, con pocas luces y cansado. Me refiero a esto de arrancar por el título y ver qué sale. No va a ser la primera vez que uno de estos escritos empiezan como un viaje hacia lo desconocido…
Algunos de mis lectores me piden que hable de Caluchito. Me lo piden con insistencia y de distintas maneras -a veces- llegando a usar un lenguaje soez, insultante y premonitorio de las peores desgracias posibles para mi persona. Tanto así que no me animo a publicarlos. Tan solo con leerlos en privado una sola vez me producen el suficiente escozor… Después no puedo dormir.
Qué decir de Caluchito si lo conozco como la mayoría de ustedes.
A excepción de una entrevista por teléfono, el resto es más que nada una percepción construida con mucho de lo que se dice.
Caluchito ha contado que de chiquito se la pasaba peleando por ser el hijo, el nieto, el sobrino de… Los niños se le burlaban. Los niños pueden ser crueles, a veces tanto que te preguntas si es una suerte ser uno de los que puede ir a la escuela y al club, pudiéndote quedar en casa tranquilo… o salir a correr.
Fue un joven atleta de elite, varias veces campeón y galardonado, se recibió de abogado y en 2003 accedió a su primer cargo electivo como diputado provincial. Y así, como en una maratón, luego fue senador provincial, intendente, funcionario nacional, ahora candidato a diputado nacional y próximamente…
Gobernó Concordia con Macri en Nación. El mito dice que entró en la intendencia con la caja pelada y sin un peso para pagar los aguinaldos de los empleados municipales y que había que apretar el esfínter calladito porque….
El hecho es que tomó “el bastón de mariscal” con una inundación tremenda y en el advenimiento de un gobierno nacional que sería peor que la pandemia que sobrevino después, y se las arregló para gobernar y ser reelecto con comodidad.
Se lo podrían haber comido entre dos pancitos, como un pancho, pero no.
Algunos dicen que es una habilidad de girar en el aire para caer parado como un gato.
Los que lo conocen -y lo quieren- dicen que es un flaco que está pensando en todo, pendiente de todo. Que se prepara, estudia y forma. Que pone el ritmo, que no descansa, que le busca la vuelta.
Y la gente que no lo quiere siempre trae los rumores del consumo y la adicción, las supuestas amistades impropias o indecorosas que podrían hasta ser incluso socias en negocios difíciles de explicar, etcétera.
¿Se acuerdan de la rinoscopia pública que se hizo en el hospital San Martín de Paraná, allá por 2015?
Era el impulsor del proyecto de ley que dispone la aplicación de «un examen de aptitud psico-física de funcionarios en los tres poderes del Estado entrerriano”.
Agobiado, tal vez, por todo lo que se decía, apuró el trote y se prestó -para predicar con el ejemplo, así lo explicó- a semejante exposición, coqueteando con el ridículo, casi sin necesidad…
Bueno, sí… por el chisme y la mala leche. Porque hay una familia. Porque es una figura pública. Porque los comentarios, a veces, duelen, hacen daño y viajan.
Pero como aquello no alcanzó tuvo que salir a desmentir los mismos rumores con una carta abierta apenas fue electo intendente la primera vez.
(Acá es buen momento para recordar que repetir ciertas cosas habla peor de uno mismo que del otro)
Saliendo de la cloaca, están quienes coinciden que la portación de apellido no juega a su favor. Que ya está muy desgastado.
Puede ser verdad, ¿pero qué otro hay? ¿Alguno mejor?
O digan nomás cualquiera con tal que sea otro, pero tiene que ser alguien posible, que quiera y tenga ganas. No vengan con “y a mí me gustaría…”
No se ve a esos indignados y a esas mentes brillantes muy interesadas en meter las manos en la parrilla. No se encuentran valientes que se animen por fuera del pataleo y los berrinches en las redes sociales, que estén dispuestos a brindarse 24×7, a exponerse y entregarse de esa manera. Poniendo la cara cerquita de cualquiera.
Están quienes dicen que se animarían sino fuera porque su presencia se erige sobre todo. Que, al igual que el terrible Atila, no crece el pasto bajo su pisada.
Critican que podría haberle dado otra impronta al partido, que tenía la oportunidad, pero que se quedó con el “aparato” como estaba.
“Es que no te dejan”, dicen cuando está visto que con un poco de humo, cinco bolufrases y tres putarió cualquiera se mete en la discusión casi sin salir a la vereda.
La autoproscripción y la autocensura son zonas de confort.
Después tengo conocidos que lo detestan de corazón. Hasta parece algo personal. Ni de cerca lo han visto, pero tienen metejones de repulsión construidos a partir de las cosas que escucharon que se dicen.
Y conozco personas que hablan de él con admiración y adoración.
Deben ser gajes del oficio: El amor y el odio. Arena y cal de dedicarse a la función pública.
-¿Y usted quiere que yo hable de él? ¿Y que diga cosas como qué, estimado?
– Bueno, así que cada quien con su versión del Caluchito. ¿Cuál es la suya Fosforito?
Ah, la entrevista…
Se apasiona, se enoja, retruca. Insiste con sus conceptos y argumentos, no da el brazo a torcer. Conoce, sabe, recuerda y es evidente que no se pasó el tiempo “jugando a la play”.
Tiene la doctrina bien aprendida y te puede sacar a ojo el talle de tu corazoncito peronista.
-Eso lo piensan los gorilas.
-¿Me está diciendo gorila?
-No, le digo que los que tienen esa línea de pensamiento son gorilas
Aquella vez, él llegaba a la ciudad para recorrer los inicios de unas obras, después de haber trajinado toda la semana por medio país, y accedió a una entrevista telefónica de dos horas un sábado al mediodía. Había aceptado la candidatura a diputado nacional. Sabía que los sondeos lo medían 15 puntos, por lo menos, debajo de su oponente.
Todo lo demás son excusas.
Y cosas que se dicen.
