La Justicia manejó ciertas líneas investigativas, pero eran poco sólidas. El hombre de 66 años, era vendedor ambulante y alquilaba una habitación en calles 25 de Mayo y Tratado del Pilar, hace ya casi dos décadas. Su domicilio legal era el de Paso de Los Libres. Fue visto por última vez ese lunes 6 de setiembre a eso de las 19:00 horas, mientras se desplazaba en su bicicleta color rojo. Después, nada mas se supo.
Ceferino Ortiz, es hijo de Sebastian, y vive en Paso de Los Libres. En declaraciones recogidas por DIARIO JUNIO, Ortiz señaló que “en la familia seguimos con la misma incertidumbre de siempre. No perdimos contacto con la gente de San Jaime o la policía de Entre Ríos, todavía no tenemos nada. Estamos igual o sabemos tanto que lo que sabe la investigación.”
“Nosotros con la familia (de “pocho”) Morales tenemos contacto. Por ahí ellos pueden tener razón en que si todo fue tan parecido, un caso tan idéntico a otro, como puede ser que no se haya encontrado nada a pesar de una cantidad de testimonios o rastrillajes”, dijo. “Si nada se pudo saber, indudablemente, desde mi punto de vista, puede marcar que la policía está involucrada, porque no hay otro. Pero tampoco puedo involucrar a toda la policía. San Jaime es una localidad de 5 mil habitantes. Como puede ser que nadie haya visto nada. Los testimonios que están lo son de la gente que debería declarar o no se tomó declaración realmente como se debió tomar” argumentó, al tiempo que remarcó que “hay lugares en Argentina donde se pierde gente y la encuentran, ciudades mucho mas grande que la ciudad donde estaba mi papa, y no puedo creer que nadie haya visto nada.
Sebastián viajaba permanentemente a Paso de los Libres para comprar diversos elementos (paraguas, encendedores, etc.) que luego revendía en San Jaime. En su momento, llamó poderosamente la atención de los investigadores, que la habitación alquilada por Ortiz cobijaba todas las pertenencias personales, solo faltaba el documento personal y la bicicleta con la que solía moverse en San Jaime; de caño reforzado color roja. La puerta estaba sin llave, como dejando entrever que su salida no sería por mucho tiempo. Una jovencita de esa localidad lo vio esa noche a bordo de la bicicleta. Pero a partir de ahí, el misterio total. Las diligencias hechas en pos de dar con su paradero llevaron a efectivos policiales a visitar la provincia de Misiones por una información de una persona de Entre Ríos, probablemente de San Jaime, que pudo haberlo visto en la ciudad de 2 de Mayo, ya que a Ortiz le gustaban los gallos de riña y podría haber tenido algún contacto de gente de ese ámbito.
Se realizaron tareas investigativas y aparentemente, Ortiz habría estado en la casa de un ex policía de Misiones -allegado a la actividad de los gallos de riña-, pero esto (que se tratara del hombre buscado) no se pudo confirmar porque este hombre no supo decir si realmente era o no, solamente dio características que podrían ser similares. El encuentro se produjo a seis o siete días de la desaparición y el ex policía no conocía de antes a Sebastián Ortiz como para poder aportar mejores datos.
Al hombre lo han buscado en San Jaime, en los alrededores de la ciudad, en zonas rurales, en Curuzú Cuatiá, en Paso de Los Libres, en bañados, en arroyos o en el río Mocoretá, se ha entrevistado a la madre del sujeto en la provincia de Buenos Aires y no se ha dado con ningún elemento que pueda echar un poco de luz sobre su actual ubicación. “Se ha buscado en cada pozo negro de San Jaime”, dijeron en su momento desde la Policía. Y los familiares han llegado a utilizar los servicios de tres videntes. Dos de ellos/ellas –una joven de Federación y una mujer de Paraná-, coincidieron, sin conocerse entre si, en tener una misma “visión” del paradero del sujeto, que no era, justamente, la mas alentadora. De hecho, la joven federaense habría sido llevada hasta San Jaime para que indicara el lugar donde ella lo veía a Ortiz “enterrado”. El resultado habría sido negativo, ya que aparentemente la chica no pudo encontrar en la ciudad el lugar que la mostraban sus visiones. En ese sentido, el hijo del desaparecido mencionó que “hoy, ya realmente no creo en lo que paso en ese momento, pero en aquellos dias, nosotros creíamos en todas las alternativas que aparecían”
Vale destacar que desde la Justicia se determinó, además, que prácticamente no tiene la suficiente solidez la pista del conflicto por unos terrenos de los que Ortiz sería heredero en Curuzú Cuatiá y que estaban usurpados. En algún momento, el otrora Jefe de la Departamental, Comisario Sergio Mendoza, había reconocido que existía un testimonio de un amigo de Ortiz que señaló que el hombre “estaba amenazado de muerte” por parte de una familia de Curuzú Cuatiá. La cuestión pasaba porque esa familia está afincada con su vivienda (junto a otras casas) en un terreno del cual Ortiz sería el heredero. El desaparecido los habría intimado a abandonar el lugar, pero estos se resistían. De acuerdo a Mendoza, la policía correntina realizó una visita a la familia, de apellido Villalba, pero sin lograr un avance importante en el caso, más allá de que los presuntos usurpadores (en realidad hace casi dos décadas que ocupan el lugar) reconocieron el problema existente y admitieron su intención de no abandonar el lugar.
Los familiares directos de Ortiz “no sabían nada de una amenaza de muerte” y es preciso aclarar que el hombre debía viajar a Curuzú el martes 7 de septiembre, donde estaba citado para ser notificado de todas las diligencias judiciales relacionadas con el litigio por el terreno. Su desaparición se registra, justamente, el día anterior y aun no han podido establecer si efectivamente viajó hacia la localidad correntina mencionada o no. De todas formas, como se dijo, esta línea investigativa tuvo el peso necesario dentro de las prioridades y casi que fue descartada. “Ortiz era muy programado en su rutina. Antes de retirarse de la habitación que alquilaba pagaba y se retiraba siempre a la misma hora”, contó a DIARIOJUNIO en su momento el funcionario policial mencionado. “Llama la atención que ese día no pagó la habitación y dejó todas sus cosas. “Presumimos que algo pasó en el camino cuando –creemos- fue a sacar el pasaje para ir a Curuzu. Pero no tenemos una línea certera de investigación”, agregó Mendoza a este sitio por aquellos días. El trabajo investigativo continuó, pero antes que orientado al rastrillaje, direccionado hacia la obtención de testimonios que puedan brindar algún dato –aunque mínimo o en apariencia insignificante- para dar con Ortiz.
Las coincidencias entre uno y otro caso son rayanas a lo macabro: ambos de 66 años, ambos con la calle como su lugar de trabajo, ambos con una bicicleta roja como medio de transporte, ambos fueron vistos por ultima vez mas o menos en el mismo sector de la ciudad y casi a la misma hora. Y el mismo panorama: nadie vio nada, nadie sabe nada.