María del Carmen Quintana, su joven esposa (26) desde hacia muchos años, estaba en el hospital con una familiar que había dado a luz. Las heridas autoinfringidas en el brazo izquierdo y cuello de Silgueira hicieron que se le tuviera que amputar esa extremidad y se le debiera practicar una traqueotomía, a través de la cual hoy puede “hablar”, aunque con ciertas limitaciones. Por estas limitaciones recibió en octubre del año pasado, de parte del Juez de Garantias local, Eduardo Degano, el beneficio de la “prisión domiciliaria”. Al no contar la dependencia policial local con un ambiente adecuado para albergar a una persona en el estado físico del acusado, se le brinda ese derecho.
Tal situación no fue en absoluto bienvenida por su ahora ex mujer y su entorno. Postes y vidrieras de Chajari se vieron inundadas de carteles (que aun se pueden observar) de “Justicia para Camila” (la pequeña de cuatro años). Hoy, el agresor está bajo vigilancia y control diario por parte de un funcionario judicial, además de imponerle custodia policial cuando deba realizar una salida, limitada ésta exclusivamente a la atención de las demandas propias de su estado de salud (en términos mas precisos, un policía al lado cada vez que vaya al hospital o al Juzgado). Los familiares de las víctimas reconocen que es cierto que en estas condiciones no goza de la misma libertad que cualquiera de los que pueden recorrer tranquilamente las calles de cualquier ciudad. Pero es claro que disfruta de muchísimos otros beneficios a los que no accedería estando en un calabozo. Actualmente, al acusado se le están practicando más pericias psicológicas, como parte del proceso judicial previo a la instancia siguiente. Están, además, faltando algunos elementos para sumar a la causa y luego –dentro de no mucho tiempo- ésta será elevada a juicio oral.
La madre, María del Carmen Quintana vive hoy en una casilla que le presta una amiga sobre Avenida 9 de julio. La casa donde ocurrió la tragedia es de ella y la alquila. A un año del terrible suceso, cuenta que luego de luchar por su vida en el Hospital Masvernat de Concordia primero, y de tener que pasar otro tiempo importante en el San Roque de Paraná por una intervención posterior, Matias (10) –su hijo sobreviviente- pudo volver a la escuela en agosto del año pasado, logrando reintegrarse a su grupo y al ritmo escolar. De todas maneras, mientras estuvo convaleciente, la mama siempre se preocupó por no perder el contacto con las maestras e ir manteniéndolo más o menos a tono con el proceso de aprendizaje. Hoy, el pequeño está bajo tratamiento psicológico y tiene la necesidad de consumir cierta medicación para problemas respiratorios que, si bien ya tenía, se acrecentaron en virtud de las heridas que recibió en su cuello. De todas formas, es un chico normal que puede realizar cualquier tipo de actividad. Actualmente asiste a la Escuela Nº 41 San Martín, del Barrio Salto, lo que no es un dato menor, ya que en ese barrio está actualmente cumpliendo el arresto domiciliario su padre.
El año pasado lo quisieron sacar del establecimiento por eso, pero fue su escuela desde pequeño y no querían cambiarlo. Además, al volver al aula, el trato para con él fue muy bueno.
“Yo también estoy bajo tratamiento psicológico y es lo que mas me ayuda, porque ahí mas me desahogo. Yo con mi familia no voy a hablar, no soy de hablar con nadie. Es que ellos, al igual que yo, estamos todos iguales.”, dice Quintana, quien asegura que nunca hubo ningún indicio –ni el mas mínimo- que la llevara a pensar que algo, aunque sea pequeño, podía llegar a pasar. “Nunca. Nunca por como él era. Porque mas allá de un problema de pareja que teníamos, él con los hijos nunca tenia nada en contra. Nunca se me cruzó nada, ni por casualidad”, dice. Ella, desde las horas previas a los sucesos, no volvió a verlo mas. Dice que tiene “hasta el día de hoy, eso de querer saber por que. Por que hizo eso con los chicos, por que, por que…. Al principio necesite mucho saber…ahora ya no se si me interesa hablar con él. ni con él, ni con la familia de él, por como actuaron”, cuenta, para luego despacharse por la falta de apoyo de ellos (familiares de Silgueira). “Y con Matías ellos cortaron la relación, perdieron contacto con él. y él se dio cuenta de eso. Y se dio cuenta de como actuó la familia de él (de Silgueira) contra mi.
Ahora, desde hace algún tiempo, las cosas están tranquilas. Pero se cumple un año y….no se”, evoca con cierta decepción. “Nosotros esperamos que haya justicia, que haya una condena y sea justa. Pero tengo miedo de cómo va a ser la cosa (si sale una condena) contra mi o contra mi hijo por parte de la familia de el. Pero bueno…estamos esperando una condena justa, aunque la verdad que ya mucha fe no tenemos. Esto otro (que la Justicia le concedió el arresto domiciliario) es como que ya nos tiró abajo y nos dejó sin muchas esperanzas. Porque yo no lo tomo como que esté detenido. Está ahí con su familia, sus hermanos…mientras la otra parte estamos sufriendo, estamos dolidos. Es como que la ayuda se la dieron mas a él. El alla está contenido. Yo y mi familia esperamos que no salga nunca más. Lo primero que espero es que está tras las rejas. No detenido en una casa. Quiero que vaya a una cárcel.”, remarca.
