Sapo, que sin duda a esta altura ya es una banda de culto, demostró una vez más sobre el escenario la gran solvencia y altísimo nivel de sus músicos, en un show que duró alrededor de dos horas. Si bien el espectáculo tiene picos altísimos en donde la atención del espectador es completamente absorbida, por momentos la energía se diluye, quizás en función de temas un tanto largos y complejos. No obstante, Sapo suena a la perfección y sigue siendo una de las pocas bandas concordienses que asumen riesgos y, como recompensa, se puede dar el lujo de llenar el Auditórium con su público.