Independencia o nada
¿Hasta cuándo esperamos declarar nuestra independencia? ¿No le parece una cosa bien ridícula acuñar moneda, tener pabellón y cucarda nacional y por último hacer la guerra al gobierno de quien en el día se cree dependemos? ¿Qué nos falta, más que decirlo? (…) Está usted seguro que nadie nos auxiliará en tal situación. (…)¡Ánimo! Que para los hombres de coraje se han hecho las empresas. Veamos claro, mi amigo: si no se hace, el Congreso es nulo en todas sus partes, porque reasumiendo éste la soberanía, es una usurpación que se hace al que se cree verdadero soberano, es decir, a Fernandito. (Carta a Godoy Cruz, 12 de mayo de 1816)
Se acerca el momento en que derretidas las nieves de la Cordillera que nos separa de Chile, se presenta el peligro de una invasión del lado del triunfo que me promete vuestro patriotismo. Preparaos a nuevos sacrificios para evitar el riesgo. Yo no he dispensado fatigas ni aun en las horas del descaso para acreditar mis desvelos en obsequio de vuestra conservación. Toca a vosotros triunfar en la lucha y conquistar una paz permanente, en que la agricultura y el comercio tomen un vuelo capaz de reparar las pérdidas indispensables en la guerra. La patria y vosotros nada tiene que temer si la cooperación del pueblo es precedida de un esfuerzo grande de desprendimiento y de unión íntima, condición precisa de la empresa para salir con victoria. Yo me atreví a predecirla contando con vuestro auxilio, bajo la protección del cielo, que mira con horror la causa injusta de los opresores de América. (Proclama al pueblo de Cuyo, primavera de 1816)
La gente pregunta por qué no marcho sobre Lima al momento. Lo podría hacer e instantáneamente lo haría, si así conviniese a mis designios, pero no conviene. No busco gloria militar, no ambiciono el título de Conquistador del Perú: quiero solamente librarlo de la opresión (…) Quiero que todos los hombres piensen como yo, y no dar un paso más allá de la marcha progresiva de la opinión pública (…) He estado, ciertamente, día a día, ganando nuevos aliados en los corazones del pueblo (…) La opinión pública es máquina recién introducida en este país; los españoles, incapaces de dirigirla, han prohibido su uso; pero ahora experimentan su fuerza e importancia. (Palabras al inglés Basil Hall, 25 de junio de 1820)
Antropología social
Cuando deje de existir, usted encontrará entre mis papeles (…) documentos sumamente interesantes y la mayor parte originales; ellos y mis apuntes (…) manifiestan mi conducta pública, y las razones que me asistieron para mi retirada del Perú. Usted me dirá que la opinión pública, y la mía en particular están interesadas en que estos documentos vean la luz en mis días; varias razones me acompañan para no seguir este dictamen, pero sólo le citaré una que para mí es concluyente, a saber: la de que lo general de los hombres juzgan de lo pasado según la verdadera justicia y lo presente según sus intereses. Por lo que respecta a la opinión pública, ¿ignora usted por ventura que de los tres tercios de habitantes de que se compone el mundo dos y medio son necios y el resto pícaros con muy poca excepción de hombres de bien? Sentado este axioma de eterna verdad, usted debe saber que yo no me apresuraré a satisfacer semejante clase de gentes: pues yo estoy seguro que los honrados me harán justicia a que yo me creo merecedor. (Carta a Tomás Guido. 18 de diciembre de 1826)
Separado voluntariamente de todo mando público, el año 23, y retirado a mi chacra de Mendoza; siguiendo por inclinación una vida retirada, creía que este sistema, y más que todo mi vida pública, en el espacio de 10 años me pondría a cubierto con mis compatriotas, de toda idea de ambición a ninguna especie de mando: me equivoqué de cálculo, a los dos meses de mi llegada a Mendoza, el gobierno que en aquella época mandaba en Buenos Aires, no sólo me formó un bloqueo de espías, entre ellos a uno de mis sirvientes, sino que me hizo una guerra poco noble en los papeles públicos de su devoción, tratando al mismo tiempo de hacerme sospechoso a los demás gobiernos de las provincias; por otra parte, los de la oposición, hombres a quienes en general no conocía ni aun de vista, hacían circular la absurda idea que mi regreso del Perú no tenía otro objeto que el de derribar la administración de Buenos Aires, y para comprobar esa idea mostraban (con una impudencia poco común) carta que ellos suponían les escribía. Lo que dejo expuesto me hizo suponer que mi posición era falsa y que, por desgracia mía, no había figurado demasiado en la guerra de la independencia, para esperar gozar en mi patria, por entonces, la tranquilidad que tanto apetecía. En estas circunstancias, resolví venir a Europa, esperando que mi país ofreciese garantías de orden para regresar a él: la época la creí oportuna el año 29, a mi llegada a Buenos Aires me encontré con la guerra civil; preferí un nuevo ostracismo a tomar ninguna parte en sus dimensiones, pero siempre con la esperanza de morir en su seno.
Desde aquella época, seis años antes de males no interrumpidos han deteriorado mi constitución, pero no mi moral ni los deseos de ser útil a nuestra patria; me explicaré: He visto por los papeles públicos de ésta, el bloqueo que el gobierno francés ha establecido contra nuestro país; ignoro los resultados de esta medida; si son los de la guerra, yo sé lo que mi deber me impone como americano; pero en mis circunstancias y la de que no se fuese a creer que me supongo un hombre necesario; hacen , por un exceso de delicadeza que sabrá valorar, si usted me cree de alguna utilidad, que espere sus órdenes; tres días después de haberlas recibido me pondré en marcha para servir a la patria honradamente, en cualquier clase que se me destine. Concluida la guerra, me retiraré a un rincón –esto es si mi país me ofrece seguridad y orden, de lo contrario regresaré a Europa con el sentimiento de no poder dejar mis huesos en la patria que me vio nacer.
He aquí, general, el objeto de esta carta. En cualquiera de los dos casos, es decir, que mis servicios sean o no aceptados, yo tendré siempre una completa satisfacción en que usted me crea sinceramente su apasionado servidor y compatriota, que besa su mano.
José de San Martín
(Carta a Juan Manuel de Rosas. Francia. 5 de agosto 1838)
Fuente: José de San Martín (2002) Textos de ayer para la Argentina de mañana. Cartas, anécdotas y testimonios. Editorial Argentino S.A.
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