¡Salud periodistas de Concordia!

Para ser periodista en Concordia hay que ser además muy valiente, muy corajudo, bastante tozudo, muy inteligente, muy lúcido; hay que ser arquero de buenos reflejos y goleador, aguerrido siempre; y hacer un curso de carrera con obstáculos sin salirse de la pista, claro, porque dedicar la vida a otra cosa puede ser una puerta obligada para comer, pero de ninguna manera una solución al bien común. Además, un plus de esperanza y utopías y amor al prójimo, porque no se trata de resistir días sino años.
El poder político partidocrático y conservador, de proverbial chatura y edificado sobre la compra de conciencia, más algún que otro empresario crecido al calor de la fiesta/connivencia con el poder político de ayer y hoy, todo eso ha construido en Concordia un dique tipo Salto Grande y me quedo corto, que cierra todos los caminos posibles. Si los resquicios para el periodismo son pocos en el país y menos en la provincia, en Concordia hay que convertirse prácticamente en un guerrero para cumplir el oficio y abrir picadas. Tampoco en Paraná hay conciencia social del desquicio en que nos desenvolvemos, pero hoy me quiero referior al esfuerzo inigualable de nuestros colegas concordienses.
Concordia está plagada de medios tradicionales que son serviles a un estado de cosas deplorable, plagada de censuras y autocensuras y de operadores politiqueros en la dirección de medios. Algún día deberemos hacerles el merecido monumento a la genuflexión, empezando por el “oficial medieval que anuncia decretos” según la acepción del diccionario que mejor le cuadra, y siguiendo por el que nunca termina de asomar. ¡Dios guarde a los colegas que, dentro de esos medios, no han naturalizado la mudez, y tratan infructuosamente de meter un bocadito en homenaje a la verdad aunque sea con tensiones íntimas! ¡Dios y el pueblo los ayuden en la futura «traición»!
Es Concordia una de las más ricas en recursos culturales, naturales, económicos; de las más productivas con sus industrias, sus maderas, sus frutas, su energía, su belleza; y tiene una historia apasionante muy nuestra, muy digna, orgullo de los entrerrianos, pero a la par de todos estos tesoros el poder enquistado la fue convirtiendo en la mejor fábrica de indigentes y mendigos. Concordia se debate entre cachetes y cachetazos. En ese marco, esa entrañable y dolorosa Concordia de poetas ilustres, gestó una raza de periodistas, pocos y buenos, cuyo compromiso y cuya capacidad de resistencia nos marca el camino al resto de los entrerrianos, nos obliga.

Nuestros colegas son sometidos allí a una presión/agresión/tentación permanentes, y muchos honorables tuvieron que salirse, dedicarse a otra cosa, y conservar por ahí algún programa en una FM, en donde en verdad no pueden llegar a las masas, que se alimentan día tras día con “pescado podrido”, como llamamos en nuestra jerga a las noticias tergiversadas, infladas, amañadas.
¿Quién puede pensar que la opinión pública se forme allí con algún grado de libertad, si la materia prima con la que se alimenta a diario está viciada?
Imposible imaginar allí una democracia. Sin embargo, la valentía y el ánimo y de algunos periodistas está plantando mojones y eso garantiza que la autocracia no es para siempre. No han logrado quebrar aún el estado de cosas, están lejos de vencer la estructura que es una cadena de dependencias y favores y pagos de facturas y chantajes y pretendidas cegueras que en verdad son guiños; en una comunidad permeable por ahora y demasiado callada por agobiada. Pero están en camino y eso es lo que cuenta. Esos colegas tienen, incluso, diferencias ideológicas y políticas entre sí, no son un bloque, se nota en ellos una diversidad de criterios que también es edificante; y tienen en común las armas de la honestidad intelectual y el compromiso que tarde o temprano confluirán en la victoria. ¿En qué consistirá esa victoria? En que Concordia pueda algún día gozar de un periodismo plural y responsable, como un derecho, sin que para ello deba uno hacerse guerrero y héroe y mártir.
Donde todo está encaminado a entorpecer, es cierto que no siempre los colegas aciertan, por supuesto, en el modo de afrontar estas circunstancias y de sostenerse en la profesión. Momentos de flaquezas tiene todo ser humano.
¡Salud pues periodistas de Concordia! ¡Salud amigos! ¡Salud maestros!
Una página digital, unos programas de FM, un diario nuevo, y pequeñas semillitas de resistencia son algunos de los testimonios que el poder político no ha podido seducir sacudiendo en el aire los billetes que ni siquiera son propios, son del pueblo. No se espere de estos colegas condescendencia con el poder corrupto y manipulador.
Pocas instituciones y menos empresarios toman nota del valor de la multiplicidad de medios y de la libertad de expresión para salir del chiquero. Se hacen los distraídos, prefieren publicitar en medios de afuera, les da lo mismo Juan que José. Con sólo sacar los avisos de los medios ya comprados por el poderoso darían una batallita elemental, pero ni eso. “Vos a mí qué me mirás”, dicen. Cuando sus hijos les pregunten che papi, vos qué hiciste, entonces empezarán a buscar justificativos. Empobrecer al periodista local es una buena manera, entre mil, de censurarlo. El poder no quiere que el periodista tenga tiempo, no quiere que piense, no quiere que viaje, que investigue, que forme equipos, que saque fotocopias, que tenga una computadora y un archivo ágiles; no quiere que tenga una cámara mejor, que vuelva sobre los temas complejos y urticantes. Este poder no quiere periodistas.
Llegará el día en que la comunidad pueda gozar del periodismo, este derecho pisoteado allá y acá. ¡Oh, por favor, ese gran día en que el sacrificio de estos hermanos y una nueva conciencia ciudadana acaben con las preguntuchas lisonjeras que el poder corrupto recompensa con mi propia plata!

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