
“Imaginemos que estamos en el Siglo XIX, en 1889 y se empieza a construir una cárcel a pocos años de haberse sancionado la Constitución Nacional, en 1853. Los conceptos, las ideas de aquella Argentina eran otros acerca de cómo tenía que ser el cumplimiento de la pena. A pesar de que el artículo 18° de la Constitución dice que ‘las cárceles de la Nación serán sanas y limpias, para seguridad y no para castigo de los reos detenidos en ellas’ hay ideas con mucho peso en la sociedad de esta noción de castigo”, dijo Romero.
“El paradigma era de encierro y subyacía, pese al texto constitucional, el sentido del castigo. Se hacían trabajos, pero trabajos duros. Los trabajos más duros lo hacían los internos. En esa cárcel se hacían adoquines. La educación se fue incorporando después”, dijo Romero.
No obstante, en el Siglo XX, después de las dos guerras mundiales, hubo una consulta de derechos, la ministra sostuvo que la humanidad comenzó a mirar diferente esa situación. “¿Que se pensó? Que, si un interno tiene una pena de ocho años, tiene que haber una gradualidad en el cumplimiento de esa pena”, indicó. Los internos van conquistando derechos a medida que van pasando los años como las salidas socio laborales. “Las penas ya no se conciben como en el Siglo XIX como de un en cierro permanente sino como una conquista gradual. Mucho tiene que ver con la conducta, con la capacitación laboral, con la educación de adentro. Con como asimilar determinados conceptos para no salir a delinquir nuevamente”, indicó.
Más adelante, Romero destacó que ‘El Potrero’ tiene cinco módulos nuevos y duplicó su capacidad para alojar internos. En ese sentido, explicó que las unidades penales más modernas contemplan diferentes espacios donde se albergan a los internos dependiendo de la situación en a que se encuentran. No es lo mismo comenzar a cumplir una pena que haber transcurrido la mitad o más de la mitad de la condena.
En ‘El Potrero’ la superficie es de 48 hectáreas total cuya capacidad se va a duplicar el año próximo y va a recibir a 900 internos. El núcleo está rodeado de un alambrado perimetral doble donde están los pabellones, hay un espacio para talleres como faneamiento de animales, etc. También hay campos para crianzas de animales y se siembren hortalizas. Los productos se comercializan. Incluso hay convenios con la municipalidad de Gualeguaychú.
Además, hay pabellones donde se alojan mujeres. “Hay una escuela separada de los módulos donde se cursan los diferentes niveles: primaria, secundaria y capacitación laboral”, dijo. También hay un hospital modular construido con fondos de Naciones Unidas.
Más adelante, Romero destacó que, a quienes realizan faenamiento de animales, salen con un carnet y una capacitación para poder hacer ese trabajo en un frigorífico.
Por otra parte, explicó que la decisión de enviar a un interno a una cárcel granja depende del juez de ejecución de penas, más las autoridades penitenciarias, quienes realizan una evaluación de conducta. Además, dijo que se debe tener en cuenta la cercanía con los familiares. Por ejemplo, a la familia de un interno que vive en Paraná se le hará dificultoso poder visitarlo en Gualeguaychú, del otro lado de la provincia.